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martes, 16 abril, 2024
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Convivencia civilizada

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

El pasado sábado 25 de enero, se celebró el congreso estatal por el aniversario número cuarenta y seis de la fundación del Frente Popular de Zacatecas, el cual se llevó a cabo en las instalaciones del máximo recinto cultural del estado, el Teatro Fernando Calderón. El rechinido de “recinto cultural” viene al caso porque el teatro empezó a abarrotarse, como ocurrió al final, desde antes de las diez de la mañana. Llegaron contingentes de todas las partes del estado y delegaciones de varios estados de la república que hicieron acto de presencia para solidarizarse con este movimiento político.

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Se hizo una semblanza del mismo desde sus orígenes, sus múltiples compromisos políticos, sus logros y también los descalabros que han acumulado en su historia de hace casi medio siglo. Desde luego, hubo un homenaje a su líder temprano y figura emblemática, Jesús Pérez Cuevas, que supo amalgamar fuerzas importantes de la denominada izquierda de los años setenta y que echó raíces, se desarrolló con ímpetu y fuerza en el campo zacatecano y en la Universidad Autónoma de Zacatecas, principalmente, y ha hecho huesos viejos en el estado y sigue teniendo influencia en el resto del país a través de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala.

Abreviando, se puede afirmar que el Frente sigue teniendo no sólo músculo sino también pegada, sus operadores políticos siguen manteniendo la convocatoria que posiciona a sus líderes en lugares de privilegio en la escala política nacional y estatal con la consabida influencia que se manifiesta en diversos municipios del estado como movimiento de izquierdas. Entre los operadores destacan Felipe Pinedo y Adán González junto con otros personajes que organizan las fuerzas de los gallones que se dieron cita en el evento como figuras principales, como el senador José Narro Céspedes, el destacado político Luis Medina Lizalde y el presidente municipal de Zacatecas Ulises Mejía Haro quienes, junto con otras figuras notables, compartieron el presídium del congreso.

Lo que esta columna trata de rescatar por una parte, es que a pesar de que los tres últimos tienen aspiraciones legítimas para contender por la candidatura de las izquierdas hacia la sucesión de la gobernatura estatal, fue notoria la convivencia civilizada entre ellos y otros aspirantes con ánimos de tener posibilidades, haciendo del evento una experiencia que permite soñar en una contienda interna con tintes democráticos y de cohesión, que permita afianzar las aspiraciones de los políticos y sociedad que anhelen la democracia y a un estado progresista y dentro de, valga la redundancia, de un estado de derecho. Sin que haya sido una guerra florida ni un intercambio de cebollazos, fue grato observar el respeto hacia los demás con que todos se condujeron. De seguir así, las esperanzas de la izquierda seguirán afianzándose en hechos concretos.

La otra parte que se analiza desde esta columna es que, a pesar de que hay rivales políticos dentro de los partidos de centro y derecha, los de adentro son los más notables. Aunque no fue evidente su asistencia, no hubo ataques notables hacia los otros rivales internos cuyos nombres y apellidos, en este caso, es mejor no mencionar. Parece ser que permeo la cordura y la civilidad dentro de la temática analizada dentro de las diferentes mesas de trabajo. Si se sigue teniendo a la negociación política como principio fundamental de arreglos internos entre los auto denominados representantes de las izquierdas, entonces, la ciudadanía que simpatice con ellos verá reflejadas sus aspiraciones en una propuesta política de altura que permita sacar al estado de su atraso permanente.

Hubo un tercer asunto que se trató desde la perspectiva de varios de los oradores que consistió en una especie de manifestación de mea culpa por haberle fallado al principal recinto que dio nido y cobijo a este pronunciamiento, la Universidad Autónoma de Zacatecas, principal botín político de este movimiento y al que según los mismos no se le ha correspondido de la misma manera que esta les ha servido para sus propósitos no solo políticos. Si estos golpes de pecho y rasgadura de vestiduras se vuelve uno o varios actos de reivindicación, entonces sí se podrá aspirar a que cumpla con su don de universalidad, fomentando el conocimiento, la cultura, las ciencias, la investigación y tantas otras cosas para las que se supone que sirven las máximas casas de estudio y no nada más para ser adornada con el rejón de benemérita de muchísimos organismos humanos que pasaron y siguen pasando por sus pasillos y sus nóminas sin dejar nada a cambio.

Si la máxima casa de estudios vuelve a sus orígenes y logra sus objetivos, puede ser el vehículo mediante el cual el estado y sus pobladores cambien para bien y la esperanza deje ser una utopía. ■

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