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viernes, 29 marzo, 2024
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Hijos de mamá Carlota

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

El mundo gira a una velocidad a la que algunos cuántos no logran seguirle el paso. Mientras en los últimos años se han extinguido las monarquías en el mundo, o bien han bajado su protagonismo, algunos conservan un complejo plebello de servir a una realeza.

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Aunque aún hay monarquías en países de primer mundo como Japón, Noruega o Dinamarca, las casas reales de estos lugares tienen poderes acotados en lo formal y en lo real, quizá de manera mucho más contundente de lo que tienen en México caciques de mediano pelo, dados los niveles de impunidad y corrupción que reinan en el país.

En cierta medida, y pese a estar regidos estrictamente por las tradiciones, en esas culturas a veces existe más apertura que en contextos republicanos.

Por ejemplo, Máxima, reina consorte de Países Bajos es argentina, y no ha recibido la cantidad de insultos xenófobos que le tocaron a Paco Ignacio Taibo II por dirigir el Fondo de Cultura Económica.

Reino Unido, que alguna vez tuvo como gobernante a la Reina Victoria, hoy tiene leyes que dificultan la discriminación laboral que aquí se da por normal.

Cada país ha ido al ritmo que su historia marca. Algunos desde hace años permiten que su máxima autoridad sea mujer, como en el caso del Reino Unido, y otros apenas hace unos años hacen esos ajustes como en el caso español.

En México pareciera que muchas de esas discusiones están resueltas desde el siglo XIX en lo jurídico y en lo formal, pero la tradición ha sostenido esas estructuras culturales que convierten a las familias de los políticos en gobernantes por extensión, con derechos y obligaciones más allá de su carácter de ciudadanos libres.

De esas costumbres ha abrevado la cultura de llamar “primera dama” a la esposa de quién encabece el poder ejecutivo, el trato preferencial, los cargos “honoríficos” que cada vez con más frecuencia se convierten en meta puestos con poder de decisión y dirección sin responsabilidad ni límite legal.

En esa misma dirección, y desde que se está en campaña se paga por portadas en revistas de sociales como provinciana manera de convencer al electorado de dejarse representar por la familia bonita y unida que el buen político debe tener.

De ahí entonces que estas imitaciones de familias reales en pleno (con cónyuges e hijos) terminen enviando mensajes navideños con cargo al erario a través de la prensa, o inaugurando (todos ellos) instalaciones públicas.

En los casos más extremos, los roles se invierten, y en lo simbólico quién fue electo por las urnas termina como escenográfia de cartón para el lucimiento de su cónyuge en los eventos públicos; o en lo real, termina siendo la pareja la que negocia, coloca y quita a quien sea necesario, muchas veces con fines ilegitimos como ocurrió con los Bribiesca Sahagún.

No todo es responsabilidad de quienes protagonizan esta actitud monárquica. Esa nostalgia digna de los hijos de Mamá Carlota está presente también quizá de forma inconsciente entre un público que da por hecho la normalidad de lo que ve por costumbre.

Así por ejemplo, ante la tragedia ocurrida en el Colegio Cervantes de Torreón, algunos medios de comunicación preguntaron a la presidenta honorífica del DIF su opinión sobre el operativo Mochila, siendo ésta la respetabilísima opinión de una particular sea cual sea el sentido de la misma; otros más comprendieron que la postura oficial tendría que salir de la voz de la secretaria de Educación por ser ella la designada para dirigir las acciones guebrnamentales en el tema.

Está diferenciación además de ser un derecho de los gobernantes, lo es también de la familia de los gobernados, pues aunque en la costumbre se hace, no tienen ninguna obligación legal ni política para hacer más allá de lo que la ley les exige en su condición de particulares.

El mundo está cambiando a tal nivel que hoy el Príncipe Harry y su esposa Meghan Markle se alejan de la monarquía y dejarán de vivir del erario, pero mientras eso sucede en Reino Unido, aquí aún se coloca el retrato del jefe de estado y consorte en la casa oficial, se llena de aristócratas y cortesanos los eventos familiares, y se publicita la imagen de particulares a manera de saludos de la familia real.

Aquí aún hay muchos que no comprenden que llevar esa vida de amo, implica también una vida de esclavo. ■

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