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martes, 23 abril, 2024
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Las razones de Karen

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La desaparición de Karen Espíndola logró en tiempo récord lo que a otros casos les lleva días, meses, años y muchos otros no logran nunca: la visibilidad política y mediática que deriva en el esmero de las autoridades para resolver estos casos que tristemente son cotidianos.

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Probablemente ayudados por las habilidades tecnológicas de algún familiar, pero sin duda fortalecidos por existir claros indicios de que Karen corría peligro, la familia logró colocar la alerta en los temas más hablados de Twitter y Facebook, generando además que la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, y el personal de la procuraduría de la Ciudad de México se comunicaran con ellos de inmediato.

Por fortuna, Karen no había sido víctima de ningún delito. Estuvo en un bar, y con amigos todo el tiempo que su familia asumió que estaba en peligro porque antes de apagar el celular había enviado un mensaje diciendo que el taxista que la llevaba parecía “sospechoso y grosero”.

Este último acto, irresponsable sin lugar a dudas, es comprensible, aunque no necesariamente justificable para muchas mujeres acostumbradas a ver que sus deseos de diversión y ocio son mucho menos tolerados que los de los varones.

Muestra de ello es el trato de héroe que recibió hace un par de años, un mexicano que perdió contacto con su familia luego de salir de un bar con una mujer rusa durante un mundial.
Cierto es qué hay una gran diferencia en el mensaje que advierte de peligro y entre simplemente desaparecer, pero es innegable que mientras es motivo de celebración los escapismos masculinos, para las mujeres hay descrédito.

Las violaciones a esos atavismos tan exigentes con unas, tan relajados con otros, son justificación suficiente para reprender a esas mujeres en grados variables de acuerdo al grado de (in) civilidad en que se esté.

Es sabido que en algunas culturas de oriente se lincha a las mujeres víctimas de violaciones. En estos rumbos y sobre todo en otros tiempos se les condenaba a vivir en matrimonio con ese que “las había robado”.

Si ese es el terrible destino de quienes son forzadas al contacto sexual, peores cosas pueden esperarse de quienes ejercen el disfrute de su cuerpo fuera de los contextos socialmente aceptados, es decir fuera del matrimonio, o sin ánimos de concebir, por lo cual se incluye en este espectro a quienes tienen relaciones no vaginales, con su mismo sexo, o siquiera usando un método anticonceptivo.

De esa falsa moralidad de la que se ha desprendido como ejemplar la conducta virginal y de abnegación, deriva la condena a mujeres que buscan el aborto después de relaciones consensuales aunque se tolere el que se plantea luego de una violación.

Es a ellas a quienes se les dice que “habiendo tanto método anticonceptivo” no es justificable un embarazo, aunque paradójicamente los mismos que se oponen al aborto lo han hecho también a las pastillas de emergencia, a los métodos anticonceptivos e incluso a la educación sexual, en lo general.

Hoy esas voces están potenciadas en Zacatecas en parte por el efecto péndulo, es decir como reacción a los movimientos feministas y a favor de la diversidad sexual que con las movilizaciones en favor de sus derechos, han despertado involuntariamente una ola ultraconservadora que se hace presente en eventos pagados con el erario, pero plagados de discurso religioso, y también en iniciativas de ley que contradicen normas nacionales y convenios internacionales firmados por Mexico, lo que hace difícil que prosperen más allá de lo propagandístico.

Ambas posiciones que pueden parecer extremas una y otra al promedio de la población general, tiene como principal público a sus propios convencidos, pero no puede descartarse que en menor o mayor medida influyen en cierto aspecto a la colectividad que contrasta y compara dichas posturas con muchas otras fuentes de información y formación.

Es en ese terreno, el de la información donde puede sembrarse más inteligentemente, porque el camino de lo legal tiene conquistas desconocidas (aunque insuficientes) para miles de mujeres, pese a los histéricos gritos de quienes pretenden imponer su personalísima creencia personal al resto.

Esa información, interiorizada hasta la médula, dará conciencia a la Mujeres de lo dueñas que son de su cuerpo y su albedrío, y no habrá entonces películas mentirosas, ni linchamientos mediáticos que importen.

La necesidad -real o sentida- de Karen por mentir para salir de fiesta (con todos los asegunes que sus circunstancias obligan) son el símbolo de lo que tiene que cambiar, para lo cual no queda otro camino que la conciencia. ■

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