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viernes, 19 abril, 2024
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Golpes de Estado (segunda parte)

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

El 20 de octubre pasado hubo elecciones presidenciales en Bolivia. Se presentó de nuevo el actual presidente, Evo Morales. La historia de sus múltiples reelecciones la narra Carlos Valdez en “AP Explains: Why is Evo Morales facingprotests in Bolivia? (The Washington Post, 7/11/19). Sin entrar en los detalles de la legalidad o no de su intento reeleccionista (la constitución boliviana permite sólo dos períodos) o de las razones por las que perdió el referendo de 2016 que le permitiría contender de nuevo en 2019 (véase Solange Márquez “Evo Morales, la reelección y una promesa incumplida” El Universal 03/08/2019) nos interesa la afirmación que lanzó en redes sociales el pasado nueve de noviembre en la que alega que se fragua un golpe de Estadopara removerlo del cargo. Al menos desde el 28 de octubre, en el marco de movilizaciones masivas en contra y a favor de su reelección, ya había anunciado que “las protestas forman parte de un plan de golpe de Estado contra su victoria en las urnas” (“Tras los polémicos comicios. Al menos 30 heridos en Bolivia…” Clarín 28/10/19), sin embargo, en el momento mismo de enunciar la posibilidad golpista ésta se mostraba inverosímil porque existía un amplio movimiento popular en su contra. Que se fortificó con el dictamen de la Organización de Estados Americanos en contra de los resultados electorales, factores que pesaron para que Morales decidiera reponer el proceso electoral (Véase: Fernando Molina “ Morales convoca nuevas elecciones en Bolivia tras el informe de irregularidades de la OEA” El País 10/11/19), sin dejar de insistir en que la petición de que se vaya antes de enero de 2020 (fecha en la que concluye su presente período presidencial) es un intento de golpe de Estado. Por supuesto los opositores sostienen que no cederán en las movilizaciones hasta que se vaya Morales. ¿Qué es, pues, un golpe de Estado? De acuerdo a la experiencia boliviana consiste de la movilización popular contra un candidato que, según la OEA, recurrió a los métodos más burdos de fraude electoral. Aunque visto desde el escorzo de Morales el golpe de Estado consiste en la movilización popular, financiada por fuerzas extrañas, contra un gobierno legitimado por las urnas. Es claro que el nivel de subjetividad en las apreciaciones es altísimo. Lo que no es subjetivo es la concepción clásica de golpe de Estado, en la que un grupo pequeño, al margen de las masas, pero con audacia, dinero y relaciones con la milicia sustituye a un presidente por otro por fuera de cualquier proceso electoral. Desde este punto de vista en Bolivia no se diseñó un golpe de Estado, pero se le invoca desde el pulpito presidencial como medio de aglutinar a las huestes favorables a Morales y montar una narrativa contra la oposición. Veamos ahora la reciente mención de la idea de “golpe de Estado” en México. El dos de noviembre del año en curso el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, emitió un mensaje en la red social Twitter que dice: “La transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado” (Véase “¿Por qué AMLO habló de un golpe de Estado en Twitter? Esto es lo que responde.” El Financiero 04/11/19 ). Al parecer la mención del golpe de Estado la hizo para enfatizar que en México no existen las condiciones para ello porque una mayoría lo respalda, y como respuesta al imprudente discurso del General Carlos Gaytán Ochoa, leído el 22 de octubre en un desayuno en la SEDENA, con la presencia del secretario del ramo, General Luis Cresencio Sandoval. Podemos distinguir dos componentes en la explicación ofrecida por el presidente: por un lado, la ausencia de condiciones para operar un golpe de Estado porque las mayorías están de su lado, por otro, la imputación de imprudencia a un general que dijo: “En la actualidad vivimos en una sociedad polarizada políticamente, porque la ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda que acumularon durante años un gran resentimiento”. Al titular del ejecutivo federal este le pareció un lenguaje” bastante conservador”, y algún crítico, después de enumerar las credenciales calderonistas de Gaytán Ochoa, no dudo en sugerir el intento de reiniciar la “guerra contra el narco” (Carlos Fazio “López Obrador, Gaytán Ochoa y la disciplina militar” La Jornada 02/nov/19). Por su parte Víctor Flores Olea afirmó que las palabras del general (“los frágiles mecanismos de contrapeso existentes, han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo, que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos…Ello nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce el país”) son una invitación al golpismo (“Amenaza golpista” La Jornada 04/11/19). Por su parte, Alejandro Hope (“La fantasía golpista” El Universal 04/11/2019) sostiene que el discurso del presidente tiene la intención de distraer la atención de los errores cometidos en Culiacán agravados por explicaciones confusas y contradictorias. ■

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