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jueves, 28 marzo, 2024
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Golpes de Estado

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Araíz de un discurso del general Carlos Gaytán Ochoa, en un desayuno celebrado el 22 de octubre con la presencia del secretario de la Defensa Nacional, el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, declaró que “La transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría que no permitiría otro golpe de Estado” (El Universal 3/11/19). Ante ello la pregunta es. ¿está en ciernes un golpe de Estado? No es la primera vez que se menciona esta posibilidad (Véase “La extrema derecha intenta dar un “golpe de Estado suave” a AMLO” La Jornada 15/07/19) pero sí que la haga suya el presidente. Vamos a dividir este artículo en dos partes, en la primera discutiremos el golpe de Estado, en la segunda nos centraremos en el caso de México. De acuerdo a Kurt Erich Suckert, en su clásico “Techniquedu coup d´etat (París, 1931), el golpe de Estado es, ante todo, un asunto técnico que puede, o no, implicar actos de violencia. Esto lo confirma E. Zimmerman (“Political Violence, Crisis and Revolutions. Theories and Research” Cambridge University Press (1983)) cuando, después de analizar el amplio espectro de golpes de Estado acontecidos en los 1970, afirmó que en el 80 % de los casos la violencia había sido mínima o inexistente. Por ello el golpe de Estado es una técnica subversiva distinta de la guerra civil, la guerra de guerrillas urbana o rural, el terrorismo o la rebelión armada. La siguiente afirmación de Pedro E. Ribas Nieto resulta muy ilustrativa de la naturaleza de los golpes de Estado: “Apenas necesita la implicación de las masas y en eso se diferencian también de la insurrección o de la guerra subversiva, porque un golpe de Estado es un acto de usurpación razonado y metódico, rápido e imprevisto, impulsado por una institución homogénea, como el ejército, el gobierno o un partido político” (“El golpe de Estado como forma de intervención política. Mauritania, orden y desorden en el verano de 2005” Sphera Pública 6 (2006) pp. 161-178). Insiste Ribas: “Las masas pueden incluso molestar o ser una rémora para el éxito de la operación” porque el objetivo del golpe de Estado es hacerse del poder del Estado, no acabar con la corrupción, repartir la riqueza, hacer convivir al cordero con el león u otorgar la inmortalidad, en resumen: no persigue instaurar la utopía en la Tierra (eso es lo que quieren las revoluciones) sino mantener el estado de cosas, enderezar lo que, a juicio de sus promoventes, está mal o amenaza con provocar una crisis fatal. Por eso se puede definir como un acto reflexivo, alevoso, brusco, operado por un cuerpo compacto, organizado y audaz de personas que buscan imponerse al poder estatal por motivos muy variados.Existe el debate, filosófico, acerca de la legalidad de este medio de intervención política, porque dentro del conjunto de las teorías políticas las de orientación kelseniana lo tachan de “ilegal”, mientras que aquellas de corte schmittiano asumen que es el punto donde la legalidad encuentra su límite, y por ello no deja de ser legal la suspensión de todo el orden jurídico vigente. Actores principales del golpe de Estado ya han sido enumerados: cuerpos inconformes del ejército, grupos dentro del mismo gobierno que ponderan muy moderada, o muy radical, a la autoridad en turno, partidos políticos bien organizados ansiosos por lo que consideran son políticas erráticas, caprichosas o irreflexivas. Una conclusión que deja el estudio histórico de los golpes de Estado, corroborable en cualquiera de las referencias ofrecidas, es que nunca es la oposición la que intenta los golpes de Estado, sino facciones dentro del mismo gobierno apoyadas en militares, o partidos políticos radicalizados apuntalados por grandes capitales y jefes de la milicia, sin embargo el golpe de Estado, y por eso Suckert lo consideró una “técnica” antes que una política, carece de identidad ideológica: se usa tanto por la izquierda como por la derecha. Si ya es claro quienes organizan los golpes de Estado, y cuales son sus objetivos, queda la cuestión de las condiciones socio-políticas que garantizan el éxito o fracaso del mismo. De acuerdo al muy desacreditado Samuel P. Huntington (“El orden político de las sociedades en cambio” Paídos (1996) Barcelona) el multipartidismo y la participación política de las masas eran condiciones necesarias para la movilización del ejército, pero esto bien puede ser atribuido a los prejuicios del autor. Si consultamos el capítulo “Revoking Authority” en “Foundations of Social Theory” de J. S. Coleman (Belknap-Harvard (2000)) podemos aprender una útil regla metodológica: en asuntos sociales, lo obvio tiende a ser falso. Así, las revoluciones no surgen de un empeoramiento de las condiciones económicas, sino de un período de crecimiento económico que no alcanza para satisfacer las expectativas de la población, es decir: las condiciones de la revolución son altas expectativas de mejora que no llegan porque el crecimiento económico es muy lento. Entonces, proponemos que además de la existencia de un grupo compacto, organizado, infiltrado en las estructuras de gobierno, con amplia presencia en los medios de comunicación así como nexos con la milicia, para que pueda darse un golpe de Estado es necesaria la presencia de una alta frustración en la población, producto de condiciones económicas adversas.

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