Tocar con su grupo Ikal Ensamble en el teatro Opera de Alejandría en Egipto, estudiar la licenciatura en el Conservatorio Nacional de Música de Puerto Rico, dirigir el Festival Internacional de Jazz, tener discos, conciertos, diplomados, clases y una infinidad de sorpresas y reconocimientos es lo que el joven Samuel Martínez Herrera deriva por su amor al piano y a su señor padre -Don Jorge Martínez Zapata- que fue quien lo encaminó desde temprana edad.
Reinventar la música, hacer fusiones insólitas, acudir a los festivales Universitarios zacatecanos de Jazz y Blues, conocer músicos del mundo, este pianista potosino es marca de las grandes ligas que dan siempre un cuadrangular lanzándose sin temor al qué dirán y hace acopio de lo mejor del jazz, compone, ilustra a las vanguardias, suministra la sorpresa y a base de mucha entrega y shinga con el estudio de lo mejor de las corrientes mundiales del jazz, hace lo indecible.
Tiene con qué, su señor padre fue considerado uno de los maestros mas afamados en el centro del país y con catálogos, libros, teorías de cómo abordar con justicia y esmero y tanto él como su hermano Jorge-excepcional guitarrista flamenco-así como innumerables músicos de todas las edades se identificaron con lo mejor y Samuel encara esa osadía, ese ímpetu, loable, accesible, portentoso.
Su primera gira internacional fue en el año 2000 acompañando al músico Fernando Carrillo a las montañas y costas del Ecuador en un ensamble curioso del llamado canto Sangurima. Para ese entonces frisaba los 18 o 19 años.
Es una camada mundial de pianistas de altos vuelos y así mismo de otros ejecutantes instrumentistas que constante lo acompañan como Cecilia Collins, Barrón y sus congas locas, Ciprianodonte y su flauta mágica, a la puerta se ven sendas alucinantes, el imperio de la música antes que el dolor o la desidia, la fortuna de haber tenido la osadía de romper las reglas y reacomodarlas y estar siempre en el pentagrama glorioso del buen prestigio y la buena música para todos.
