Parte 1
Hasta hace relativamente poco, se pensaba que las artes no tenían relación alguna con las funciones psicológicas, sociales, biológicas o neurológicas del ser humano. Llegando a los extremos, los menos informados pensaban y aún piensan, que las artes solo son un medio de distracción, un ocio o un pasatiempo; utilizar el arte en los tiempos de ocio y descanso por supuesto que es benéfico, el problema es el menosprecio por parte de las instituciones de alineación capitalista cuyo objetivo es la producción y su plusvalía, aclarando que la industria del entretenimiento, siempre ha redituado ganancias económicas, además el disfrute de las “bellas artes”, siempre estuvo reservado para los grupos que detentaban el poder social.
Desde mi punto de vista, la filosofía, la psicología y la antropología siempre han intentado explicar la función profunda del arte, pero es gracias a los recientes estudios de la neurociencia en dónde encontramos la respuesta a varias interrogantes de la estética, esto sin caer en determinismos biológicos o conductistas.
Así pues cabe preguntarse ¿la actividad artística es parte de la condición humana? ¿Puede el arte modificar la arquitectura cerebral? ¿Necesitamos como seres humanos el arte?
Pueden ser muchas las interrogantes que están encontrando respuesta con la ciencia, pero vayamos al principio para entender el tema que hoy nos compete. La palabra arte es de origen prehelénico, ARTAO, y significa aquello que debe ser juntado o aquello que une; el psicoanálisis desde hace tiempo ha planteado varias definiciones en torno al arte, diciendo que es una vía sana que tiene la capacidad de convertir el contenido traumático de un hecho en una experiencia positiva. Se ha dicho también que el arte es la representación de las instancias más íntimas del individuo, además de que intenta generar un orden a partir del caos, no solo del caos del mundo sino del caos de nuestras propias sensaciones, carencias y sentimientos; el propio Freud, anotó que la función del arte en la sociedad, es la de edificar, y reconstruir cuando estamos en peligro de derrumbe.
Se ha consensado, la definición que anota que el arte es el conocimiento a través de la emoción, su lógica es generar y direccionar estas emociones, esto explicaría el porqué de una educación dirigida exclusivamente hacia el pensamiento lógico, produciría una incapacidad para la actividad imaginativa y el placer sensorial.
Sin duda fue Descartes, el encargado de preponderar la razón en detrimento de la emoción pero ¿Cuál es la importancia de las dos funciones? ¿Cuál surgió primero en el proceso evolutivo?
Veamos, hace aproximadamente doscientos mil años, apareció el lenguaje, esto gracias a una mutación genética que permitió la conformación de la sibiliana, importante órgano cerebral. Durante más de dos millones de años el ser humano no hablaba, se comunicaba con gestos, posturas, gritos, señas y por supuesto con emociones, ya que estas últimas fueron un factor de sobrevivencia (sobre todo el miedo) ante el peligro de un animal o un fenómeno natural, el homo sapiens, utilizó fundamentalmente las emociones. La emoción hoy es el ingrediente principal para aprender, sin emociones el cerebro no recuerda nada porque no le sirve recordar.
La evolución de la humanidad, empieza de nuevo en cada niño, de esta manera dice Boris Cyrulnik, el bebé antes que las palabras siente la prosodia, siente sus altas y bajas frecuencias. Las altas frecuencias están filtradas por el líquido amniótico, mientras que las bajas son transmitidas por el cuerpo de la madre; aquí es donde encontramos la génesis de la música y la literatura.
Pruebas de monitoreo fetal, muestran que desde los primeros meses de gestación, los bebés oyen la voz de la madre y el latido del corazón con su sístole y diástole, al nacer las nanas y los arrullos reproducen la música del corazón esa que protege y envuelve y que remite al seguro vientre materno. ■
