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jueves, 18 abril, 2024
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Investigación y universidad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

¿Es la investigación la razón de ser de la universidad? Si por investigación entendemos algo así como “búsqueda de la verdad” sin duda la pregunta debe elaborarse para que se pueda ofrecer una respuesta satisfactoria. En lo que sigue trataremos de dar una respuesta motivada y fundada. Para ello se requieren postulados universales como fundamento, es decir, aplicables a la humanidad como un todo. De acuerdo a Paul Ricoeur (“Perspectivas de la universidad para 1980”, Deslinde #7, (1972) UNAM) en el origen de la idea de universidad está la siguiente afirmación: “que la búsqueda de la verdad se prosiga en alguna parte sin coacción es un derecho de la humanidad en tanto que humanidad”, ese lugar que se predica necesario para el ejercicio del derecho enunciado es la universidad, cuya autonomía garantiza que aquello que se investigue dependerá de criterios al margen de las vicisitudes del poder político, de las modas sociales, de la opinión de los poderosos o de las mayorías. Incluso esa libertad de investigación es independiente de las necesidades sociales, de los dineros de los empresarios y de la voluntad de los militares. Las universidades existentes rara vez satisfacen esa exigencia, en contadas ocasiones pueden ser el lugar desde el que se persigue la verdad, pero cualquier crítica hacia ellas se hace, cuando es legítima, desde la vindicación de la búsqueda sin coacciones de la verdad. Así, porque someter la investigación al fin del engrandecimiento de países es contrario a su esencia, se crítica a las universidades norteamericanas supeditadas a los presupuestos, metas y objetivos de la Ford Motor Company, el Departamento de Estado o el vetusto complejo industrial-militar, pero de igual manera es criticable someter la libre investigación a las necesidades de partidos o gobiernos. La universidad no debería ser elemento ancilar de otras organizaciones cuyos fines particulares sean ajenos a los del saber, aunque casi siempre lo es. Volvamos un momento sobre el postulado introducido, que Ricoeur atribuye a Karl Jaspers, para notar que el derecho a investigar es prerrogativa de la especie humana, de cualquier ser humano sin consideración de raza, sexo, afiliación política, edad o clase social. La investigación no es nunca patrimonio de una oligarquía porque es parte de la condición humana querer elsaber. Desde el punto de vista de la universidad esto equivale a una política de puertas abiertas, cualquiera puede acudir a las aulas a educarse en el patrimonio común del conocimiento para un día enriquecerlo. Por ende, la educación, la docencia, la libertad de catedra, están a la par de la libertad de investigación como requisito necesario para aspirar a la verdad. Lo dicho hasta aquí no es aceptado por todos, existen los que sostienen que la verdad es inalcanzable, otros, que depende de las condiciones sociales, algunos más, que solo lo que tenga financiamiento puede ser verdad. Cualquiera de ellos debe ofrecer sus argumentos, es decir, abrirse a la crítica, y con ello, a la actividad de búsqueda de la verdad. ¿Cómo se materializan estos ideales en la UAZ? En su artículo 4, la Ley orgánica de la universidad estipula cinco fines: educar, investigar, extender la ciencia, la tecnología, el arte y la cultura, formar a su cuerpo académico y “coadyuvar a que se erradiquen la marginación y la desigualdad” a través del conocimiento, es decir, a través del desarrollo de las funciones sustantivas de investigar, educar y divulgar. En ningún punto otorga a la investigación prioridad alguna por encima de las otras funciones. Por supuesto, la investigación, la docencia y la extensión son actividades diferentes que se evalúan mediante criterios específicos, pero por fuera de esas naturales particularidades, no se ve en parte alguna de la legislación que la investigación sea la única razón de ser de la universidad. Vemos, pues, que la respuesta a la pregunta con la que iniciamos debe ser “no”. La investigación, por sí sola, no es la razón de ser de la universidad porque es parte de un proceso social más amplio en el que se realiza el derecho humano a buscar la verdad. ¿Pero a qué viene la retahíla previa? A impugnar la identificación de la investigación con la actividad comercial de vender soluciones a problemas de la región, del país o del mundo. Y ello por una buena razón: vender soluciones, como vender seguros, exige de quien lo hace poner sus capacidades al servicio de las necesidades de su cliente, se entabla una relación de mutua codependencia que, en el corto plazo, modifica el objetivo de buscar la verdad sin coacciones, y se abandona la idea de universidad. Claro que existe la esperanza que el conocimiento ganado permita manejar de mejor manera las cosas del mundo, incrementar el poder de un grupo sobre otro, curar enfermedades o ayudar a erradicar flagelos. Pero esto ya no es cosa que pueda hacer la universidad, sino deber de otras agencias como el Estado, las organizaciones de la sociedad civil, los empresarios, el pueblo, o cualquier otro agente cuyo fin sí sea transformar la forma de la organización humana y su adaptación al medio. Lo irónico es que todos esos sujetos del cambio exigen de la universidad su sumisión.

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