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viernes, 29 marzo, 2024
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Ada Aurora Sánchez. ‘La cotidianidad, entrañable o ruinosa, para escribir’

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 396 / Entrevistas / Poesía

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Ada Aurora Sánchez (Colima, Colima, 1972) es doctora en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana. Ha publicado ensayo, crónica, minificción, cuento y poesía. Es autora, entre otros títulos, de Terrena Cruz. Vida y obra de Agustín Santa Cruz, En una mañana así. Antología esencial de Agustín Santa Cruz, Todo libro es una liebre, Un deseo como llama urgente y Libros a escena. Textos de presentación a obras de géneros diversos. En virtud de su trayectoria en el campo de las letras, en 2013 recibió la Medalla Griselda Álvarez, de parte del H. Congreso del Estado de Colima; y en 2018 la presea “Longinos Banda”, otorgada por la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, A. C. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima y como presidenta del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Colima.

 

Armando Salgado: Para ti, ¿qué representa ser colimense?, ¿se reflejan ciertas características de Colima en tu obra?

Ada Aurora Sánchez: Vivir en el trópico, en el interior de la República mexicana, ha condicionado, en cierta forma, mis intereses académicos. En este sentido, me llama la atención el recuperar un horizonte literario colimense que va desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Varios de mis libros se han escrito con esta intención, con la de comprender quiénes y bajo qué circunstancias han ido modelando una obra silenciosa o en voz alta que, más allá de que tenga o no suficiente difusión, es de calidad. Un caso concreto sería para mí el del trágico poeta y narrador colimense Agustín Santa Cruz (1908-1939), que en su momento formó parte de la LEAR y publicó en importantes revistas de la capital del país. Por lo que respecta a mi trabajo poético, la presencia de Colima está más velada. No hay paisajes concretos que delaten la geografía a la que pertenezco, salvo algunas contadas excepciones, ni metáforas volcánicas que revelen la persistencia en un territorio de orografía accidentada. Mi poesía, en todo caso, busca un tono cálido que recuerde algo de la intensidad de las noches colimotas en que, en medio del calor, vuelven la nostalgia o la infancia con sus dedos pegajosos.

Ser colimense representa para mí algo definitivamente personal, pues no creo en la uniformidad de las experiencias. Soy a partir del espacio que habito, de mi género, de mi corporalidad, de mi pasado, de mis lecturas, sin que me sienta necesariamente comprometida —en lo que a la poesía se concierne— a nombrar mi lugar de origen.

 

AS: Recientemente coordinaste el libro “Veintidós poetas de Colima. Parota de sal, antología”, coeditada por Puertabierta Editores y Editorial Amargord, de España. A partir de esta experiencia ¿qué hallazgos obtuviste?, ¿cuál es la labor de la literatura escrita por colimenses en las últimas décadas?

AAS: Llevar a cabo la antología Veintidós poetas de Colima, con base en una muestra del quehacer poético de las y los autores que hasta el día de hoy están incluidos en la Colección Parota de sal, fundada por Víctor Manuel Cárdenas en 2012, me permitió confirmar que, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, la poesía colimense ha tomado un sano impulso que se traduce en la consolidación de vocaciones y obra de estilos muy variados. Así, tenemos vetas de la poesía coloquial, de la experimentación y el minimalismo, por ejemplo. En esta revisión salta a la vista que hay más mujeres poetas, en la asunción plena del oficio, que antes de la aparición de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima, en 1980. Se percibe, también, que las y los poetas van teniendo una mayor presencia nacional e internacional a través de premios literarios, festivales, antologías y la publicación sistemática de su obra. El hecho de que la editorial española Amargord coedite con la editorial colimense Puertabierta, que por cierto ha realizado una extraordinaria labor en la difusión de autores regionales, habla de que este “momento poético” de Colima ha llamado la atención y merece detenernos en ello. Entre los poetas antologados en el libro que comentamos, cito a Guillermina Cuevas, Víctor Manuel Cárdenas, Gloria Vergara, Verónica Zamora, Sergio Briceño, Nadia Contreras, Avelino Gómez, Carlos Ramírez, Gabriel Govea, entre otros.

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AS: Has incursionado en distintos géneros literarios: ¿cómo te iniciaste en la escritura? ¿Cómo equilibrar la creación en cada campo?, ¿qué leer para propiciar un dominio integral al momento de escribir?

AAS: He escrito ensayo literario, crónica, poesía, minificción y cuento infantil. Mis inicios en la literatura se remontan a mis años de estudiante de la carrera de Letras y Periodismo en la Universidad de Colima. A mediados de los noventa, comencé a publicar algunos ensayos y poemas en suplementos culturales y revistas. Después, con el posgrado, fui internándome de manera más decidida en la investigación literaria en cuanto al rescate de obra en archivos hemerográficos, aunque también por cuanto se refiere a las manifestaciones de la literatura mexicana contemporánea. Por mi formación, me interesa de manera especial la crónica, ese género a caballo entre la literatura y el periodismo, así como otros géneros liminales como serían la minificción y la viñeta. No he logrado equilibrar la producción en cada campo, pero sé que cada género que desarrollo me produce una emoción diferente y la necesidad de abordarlo con igual intensidad. Por lo que toca a mis lecturas, procuro tener una “dieta” variada (algo de teoría literaria, poesía y narrativa entre clásica y actual, y suplementos culturales).

 

AS: Has sido coautora y coordinadora de múltiples libros académicos. Asimismo, autora del libro de poesía Un deseo como llama urgente (Conaculta, Gobierno del estado de Colima/ Secretaría de Cultura/ Puertabierta Editores, 2015). ¿Cómo vincular la creación literaria con la academia sin forzar su cruce?, ¿cuál es la importancia de relacionar las interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género con la literatura?, ¿qué otros derroteros no debemos descuidar como creadores?

AAS: Creo que no es complicado vincular la academia con la creación literaria, aunque es verdad que los formatos y fuentes que los alimentan son distintos. Reflexionar sobre el fenómeno literario, sobre la manera en que tal o cual escritor da forma a su visión del mundo, me parece valioso y nutritivo para mi labor como creadora, y al revés, internarme en la creación me permite apreciar de un modo distinto las aportaciones de los escritores que analizo en el marco de sus circunstancias históricas. El abordaje del texto literario desde una perspectiva feminista me interesa, pero no es la única vía de acceso que he desarrollado. Me oriento más hacia una hermenéutica que privilegia el análisis del efecto estético del texto, el juego entre escritura-lector. Lo multidisciplinar, al igual que la revisión de lenguajes híbridos, me parece que es parte de lo que los creadores no debemos descuidar, como tampoco quienes llevamos a cabo investigación literaria. El futuro está en esos rumbos.

 

AS: Ante los cambios que va experimentando nuestro país, ¿cuáles son los retos que consideras fundamentales respecto a la promoción de la lectura, el fomento de la literatura y los estímulos que incentivan el desarrollo científico, artístico y cultural?

AAS: Creo que, en primer lugar, debe trabajarse en otorgar mayor claridad a las políticas y estrategias culturales que, en la totalidad del país, alienten las distintas disciplinas artísticas. Es importante, además, que las estrategias de promoción y difusión de la literatura se afanen en conectar y alentar intercambios entre las distintas regiones de México, en recuperar el texto escrito y la palabra oral, en hacer visible el poder contestario, transformador, que ha tenido la propia literatura y cómo nos devuelve una imagen de nosotros mismos como colectividad e individualidad. En mi opinión, es indispensable que no desaparezcan las becas de estímulo a la creación, aunque sí que se transparenten más aún los mecanismos de su asignación.

 

AS: Cuéntanos sobre tu vida diaria, ¿qué rituales has hecho tuyos?, ¿qué cosas te alegran?

AAS: Mis rituales cotidianos son sencillos: tomar la luz que se abre entre seis y siete de la mañana, para leer un poema en voz alta o pergeñar unas líneas rápidas en torno a un sueño o pendientes del día; arreglarme para iniciar una jornada de trabajo en la universidad, y volver a casa por la tarde para revisar trabajos escolares, escribir y leer otro tanto con música clásica o blues de fondo, o idear eventos culturales (esta es una faceta que también disfruto mucho). Y en medio todo y por encima de todo, la familia y los hijos, en el dulce y complejo afán de construir, juntos, una memoria y pertenencia. Esta simple cotidianidad, entrañable o ruinosa según se vea, es lo que tengo a la mano para escribir y para tratar de entender mi condición, mi tiempo, mi existencia. No hay más placer, alegría o condena.

 

Extendido sobre mí
Extendido sobre mí, arrojable a mi tacto,
encarnas
en tu piel oscura/ formas suaves
un deseo como llama urgente.

La sangre recorre tumultuosa sus mismas avenidas
desde el antes del antes,
me otorga aquí
ahora:
azul en agua, elevación
caída/ gemido vidrioso: desgarre.

¿Cuántos movimientos perfectos, intuitivos,
para este escanciar
del cuerpo en el ánfora del otro?

Cópula, como ululante copa: no dejes de llenarte.

Despertar para olvidar
¿La memoria se desprende de la vida,
o la vida se desprende de la memoria?
Un acto mínimo
apenas
esa luz que corre por el filo de las cosas,
los ojos que hacen la mañana,
el sueño que recoge su desvelo,
y parte, borracho de sí, a lugares ignotos,
puntos en que lo indecible se vuelve
una imagen dolorosa.
Un acto mínimo:
despertar para olvidar,
para saberse puñal hendido
en la carne blanda
de otro
día, otra luz
en su destierro.

Iluminación
La mano, la luz
de una palabra rodando
entre las sábanas
como una moneda incandescente.
Después el silencio,
la noche que lame
los intersticios del cuerpo.
El tiempo que rumia
dónde guardar los favores
del acto.
Ya entendí: el amor
es un fósforo,
y nosotros,
dos animales
encandilados
por la gozosa memoria.

 

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