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viernes, 19 abril, 2024
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Los Conspiradores: Un-Su Kim

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Es difícil no sentir cierta simpatía por Reseng. Es el complejo y a veces fastidioso protagonista de “Los Conspiradores” (Océano 2019). Una muy buena novela de un joven narrador coreano hasta ahora totalmente desconocido para mí: Un-Su Kim. Un joven novelista a quien ya la crítica literaria europea lo considera el “Henning Mankell” coreano con todas las dimensiones narrativas que ello implica. Nada más y nada menos. Si querían un muy buen pretexto para comprar “Los Conspiradores” y leerla ya lo tienen. Tengo amigos que son fieles lectores de Mankell: seguro ahora están renegando. Denle a Un-Su el beneficio de la duda.

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Estamos frente a una novela que en Europa ha sido todo un fenómeno literario con traducción a más de veinte lenguas. Una novela que ya obtuvo reconocimientos importantes: el Gran Premio de Literatura Policiaca en Francia en el 2016. Pero seamos justos y vayamos más allá de traducciones, reconocimientos y comparaciones: esos en literatura se dan con mucha facilidad y en ocasiones se manufacturan desde una maquinaria monstruosa de marketing editorial. Hagamos un breve recorrido por algunos de los puntos más importantes de “Los Conspiradores”.

Uno: Reseng es un muy buen personaje. Contradictorio. Complejo tanto en sus acciones como en sus pensamientos. Parece que siempre está a punto de caer y se salva: lo persigue un pasado donde alguna vez creyó en la felicidad. Lo persiguen los dilemas morales a los que llega tras intentar explicarse el mundo inmediato, el suyo: un asesino a sueldo que recibe órdenes de otros y que debe cumplir al pie de la letra. Hasta que ocurre lo contrario. Este es uno de los detonantes narrativos de la novela. Buena parte de la trama se desenrolla desde este punto. Hay que tenerlo en cuenta desde el comienzo. Reseng no cumple al pie de la letra el encargo porque repentinamente experimenta una confrontación consigo mismo, con lo que es y con lo que ha sido. Reseng es un personaje que le lloras. Y que también ríes con él. Uno de esos personajes que te llevas en la bolsa. Reseng intenta redimirse casi al final de la historia. Es demasiado tarde. Cuando mira hacia atrás comprueba que ya lo ha alcanzado su destino.

Dos: la esencia argumental de “Los Conspiradores” es el engaño, la intriga, la venganza, la coartada perfecta. Son distintas ramificaciones temáticas que, sin embargo, provienen de un mismo punto: “La Perrera”, una biblioteca que es el punto de encuentro de asesinos despiadados y que ha cumplido la misión de ser la mediadora entre los que pagan porque desaparezcan a quien así desean y quienes cumplen las órdenes. Toda la novela nos presenta distintas incertidumbres morales respecto al bien y al mal entre los hombres. Pero hablar del bien o del mal puede resultar hasta fastidioso. Desde la Biblia hay miles y miles de narraciones que se escriben desde estos dos polos; no obstante, el bien y el mal que se nos presenta en “Los Conspiradores” es intangible. Lo que quiero decir es que son dos elementos que están como trasfondo de la historia principal sin que por ello tengan que estar remarcados en situaciones o en alguno de los tantos personajes que desfilan por la novela.

Tres: tras el andamiaje narrativo circunscripto a las ramificaciones que ya antes he señalado, “Los Conspiradores” tiene personajes muy bien delineados. Como ejemplo está “Oso”. Un introvertido hombre que a mí me trajo a la memoria al gran Ignatius J. Reilly de Toole con las particularidades narrativas que le agrega Un-Su: “Oso” es nada más y nada menos quien se encarga de cremar los cuerpos de las víctimas de los asesinos a sueldo. Pero este sería un nivel muy básico a la hora de construir un personaje. Por eso Un-Su agrega varios detalles: “Oso” también es el responsable de sacar los huesos del horno y molerlos hasta conseguir las mismas cenizas que habrán de viajar con el aire. Pero también en el fondo es un enorme niño que hace extraños rituales para despedir a los muertos. Pero también es un hombre que, a la vez que se enfrenta a la muerte cara a cara, no alcanza a descifrar las vicisitudes de la vida. Un hombre que, por fortuna, sale vivo de la novela. Yo al menos habría llorado su muerte: la historia de “Oso” le daría para otra novela a Un-Su.

Cuatro: el remordimiento es propio de los asesinos chafas de novelas policiacas mediocres. El remordimiento se genera en la conciencia de los asesinos y no es el mejor consejero cuando perteneces a una gran organización que se encarga de desaparece personas por motivos que van desde los personales hasta los políticos. La única redención posible para Reseng es cambiar de vida. En algún momento de la novela Reseng fantasea con la idea de irse a vivir a Venezuela y yo como lector le advertí que no era precisamente el paradisiaco sitio que él se imagina. No al menos en estos momentos.

Uno de los puntos donde más se quiebran las novelas policiacas es en la verosimilitud narrativa. Ahí puedes comprobar si la novela es buena o mala. Si te van a vender balas, que sangren a chorros; si te van a vender cerdos, que se ahoguen en el lodo. Pero si no eres capaz de contar una historia de asesinos con los principios básicos de verosimilitud estás perdido: tu prosa puede ser muy bonita, pero a las primeras se te cae la historia y en lugar de personajes sólidos tienes personajes caricaturescos: de novela policiaca pasas a una novela de comedia. “Los Conspiradores” no es así: Un-Su nos entrega una historia donde la “realidad” de la novela es coherente, muy lejos de algunas de las historias de matones de cartón de Hollywood. Por eso es importante dentro de la estructura de la novela los flashbacks y los flashforwards: son columnas de las cuales se sostiene la verosimilitud no solo de la historia sino de la otra historia, la interna, la de cada uno de los personajes.

No sé cómo suene lo que voy a decir: “Los Conspiradores” es una novela que lee y se “ve” como una de las mejores series de Netflix. Al menos yo escuché el sonido de los balazos, me di una vuelta por Corea del Sur, aprendí de su cocina y de su cultura y regresé a México en menos de una semana, tiempo suficiente para leer “Los Conspiradores”. Hagan el experimento y lean y “vean” cada capítulo de “Los Conspiradores”. Les aseguró que les sorprenderá las capacidades que aún tiene la imaginación frente a la flojera que han impuesto las series de televisión.

Punto extra que vale la pena mencionar: si todavía no los convenzo para que abran la página de internet de Océano, compren la novela y la descarguen en su dispositivo de lectura, les paso un muy buen chisme: la traducción del inglés al español corrió a cargo de Fernanda Melchor, quien se la rifa lo mismo que en su propia narrativa. n

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