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miércoles, 24 abril, 2024
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Uttam Módenes trabaja, desde hace 12 años, con grupos vulnerables en India

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Por: ALMA RÍOS •

■ Lo une con el país asiático una búsqueda espiritual que se remonta a su niñez

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■ A los 18 años visitó este lugar para conocer el territorio donde se originó el Yoga

 

Desde hace 12 años Uttam Módenes trabaja a través de la Fundación Asha-Khan con grupos vulnerables en India, “el país del mundo donde más niños de la calle hay”, pero también donde los usos y costumbres representan un peligro para la vida de las mujeres; “ha habido mucho feminicidio, de hecho, las ecografías durante el embarazo están prohibidas porque cuando había una niña inmediatamente según el estado de empobrecimiento, las abortaban”.

A Módenes lo une con el país asiático una búsqueda espiritual que se remonta a su niñez, pero que tuvo su primer cruce afortunado cuando tenía 15 años; con 18, visitó India para conocer el territorio donde se originó el Yoga. En aquel momento también tuvo la capacidad para adoptar allí a un niño en situación de calle.

“Sentí que si con un poco de apoyo y cariño” podía cuidarse de un niño, eso podía extenderse a muchos más. De allí surgió una labor social que se ha enriquecido con su encuentro, a los 20 años, con el denominado Cuarto Camino de Gurd Gurdjieff, en cuya práctica y enseñanza se ha involucrado desde hace más de 30 años.

Nacido en San Sebastián, en el País Vasco, España, actualmente Módenes se define a sí mismo como un “nómada” cuya vida transcurre entre India, Europa y Latinoamérica.

Se encuentra en Zacatecas impartiendo desde ayer el curso de estudio sobre el Cuarto Camino y Danzas Sagradas de Gurdjieff, “La búsqueda de la armonía consciente”, en la Sala Shadana (Montes Apalaches 207, Lomas del Campestre).

De los paraísos místicos
a la labor social
Justo desde la perspectiva del Cuarto Camino se expresa la necesidad de “tener una acción hacia la vida, no simplemente se trata de meditar, de estar ahí en paraísos místicos”, sino incidir en lo cotidiano y por tanto en lo social, dijo.

La premisa de Gurdjieff es que “el ser humano está dormido”. No está consciente de cuál es su lugar en el mundo y entonces cuál es su función dentro del “sostenimiento recíproco” mediante el que funciona la naturaleza donde “todo está en contacto”.

“En la naturaleza no hay nada que esté separado, todo es una unidad y hay una pura transmisión de comunicación, pero el ser humano está perdido de esta realidad”.

Gurdjieff, quien fue un buscador espiritual de origen armenio, “heredó una serie de danzas y creó otras nuevas” a través de cuyos movimientos “encontramos de una manera objetiva y orgánica, que yo estoy aquí, que yo soy aquí, y que tengo una aportación que realizar a este sostenimiento recíproco –natural”.

“El cuerpo es el lugar, el templo donde todo ser vivo habita”, y por eso el instrumento para concientizarse “del lugar que ocupamos en el universo”, ya que “la forma de esclavizar al ser humano es restarle vínculo con su cuerpo”.

Las religiones, por ejemplo, lo han coartado al hablar de que “lo mejor vendrá” cuando lo dejemos, que este es un valle de lágrimas y que el cuerpo “es un lugar pecaminoso que es mejor no tocar” y sí olvidarnos de él lo más posible, pero al que también se le sobre explota mediante el trabajo.

Contrario a eso, para Gurdjieff el cuerpo es importante para la realización en la vida pues debe readaptarse y responder a sus eventualidades.

“Necesitamos un instrumento posibilitador” y ese es el cuerpo, en el que en esta enseñanza “lo que hacemos es un gran esfuerzo por habitarlo” pues luego de habérsele coartado se ha vuelto un lugar “bastante vacío que debe adaptarse a una vida sin que haya nadie dentro”, distraído en pensamientos, o en sufrimientos emocionales.

Una conciencia del cuerpo, de estar aquí y ahora y utilizarlo como instrumento posibilitador y realizador, lleva mucho tiempo y trabajo dijo, y requiere que se le cuide “de todas las maneras posibles” buscando que dure “para que nuestra labor en la vida física sea lo más generosa posible” y no por miedo a la muerte.

Cuanto más se esté en él, “más vamos a poder realizar” un trabajo que “no es simplemente para nosotros” sino que abona al “sostenimiento recíproco” del orden natural y que comienza cuando despertamos “y nos ponemos conscientemente manos a la obra; allí se puede enlazar con esta idea del trabajo social”.

Cuando “uno despierta o purifica” su centro emocional dejando atrás el “egotismo (…) comenzamos a necesitar dar de manera natural. O sea, un centro emocional puro por decirlo así, o que funciona correctamente, su cometido es dar, ofrecer, incluir. Y es desde ahí que cuando uno trabaja verdaderamente, siente la necesidad de darse y de servir”.

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