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miércoles, 24 abril, 2024
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Cayetano “Kay” Pérez Vega, Medalla al Mérito Musical Candelario Huízar 2019

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Por: ESAÚL ARTEAGA DOMÍNGUEZ •

■ El galardonado es un músico jerezano quien el 7 de agosto próximo cumplirá 89 años

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Habiéndose publicado por parte del Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, que en este 2019 la Medalla al Mérito Musical Candelario Huízar recaerá en Cayetano Pérez Vega (Kay Pérez) un gran músico jerezano quien el 7 de agosto próximo cumplirá 89 años, ahora nos parece más que oportuno dar a conocer esta interesante charla que tuvimos con nuestro protagonista galardonado, quien estuvo acompañado por Verónica Pérez, la menor de sus hijas. Ese abril de 2009 tuvimos la suerte de hacerle una interesante entrevista, y ya desde entonces teníamos la convicción de que Kay Pérez era -por su relevante trayectoria- merecedor de esta importante condecoración.

Nací en la calle de Moctezuma # 51. Éramos seis hijos, tres y tres. Vive un hermano que se llama Juan y es maestro ahí en Jerez. Eran Pancho, luego yo y luego Juan; de mujeres eran Consuelo, Teresa y Carmen.

Desde chiquito me gustó la música, a partir de los 7 años. Pero yo entré a la escuela de 12 años. Mi papá era talabartero y músico, así que luego, a hacer monturas y chaparreras, en fin, la talabartería. Me puse a trabajar y a torcer pita. Mi padre, Jesús Pérez García, tocaba bandolón, era director de la típica de Jerez. No por nada pero era muy bueno. Había tres típicas, yo tenía como 12 años, en 1942. Mi padre era de mil ochocientos noventa y algo. Era lírico, no leía, pero tenía un oído que cuidado. Luego ya me puso un maestro de música quien me empezó a enseñar. Se llamaba Juan Pablo, era de Malpaso. Él me enseñó a tocar guitarra, lírico. Empecé a dar clases de guitarra inmediatamente, era niño pero ya enseñaba a gente de Jerez; les cobraba creo que veinte pesos por clase, ¡pero eran veinte pesos de allá de entonces! Se usaba mucho las serenatas, y me llevaban a tocar serenatas los de ahí a sus novias. Yo ya iba tocando el saxofón, y todos le decían a mi papá, -oiga don Jesús, saque a Cayetano de aquí, toca muy bonito, ¿aquí qué va a hacer? Que se vaya a México donde haga algo-. Pero no me dejaban salir. Había un compañero músico que llegó de Estados Unidos y le gustaba el traguito, se ponía… y dejaba su saxofón ahí en la casa, era un sax alto. Yo me asomaba y lo veía, iba y lo armaba y sin saber empecé a sacar melodías, solo. Ya un día llegó mi papá, se asomó y me dijo -oye, ¿te gusta el sax?- Y le dije si, -pos vamos a hablar con Mike-. Lo vendía en 280 pesos. Y me dijo mi papá, -lo vende pero yo no tengo esa cantidad-, y le dije -pero a mí me sobran hasta 20, porque de la talabartería yo tenía mi lana, tenía 300 pesos y dije -yo se lo compro-. Y así se lo compré y seguí. . En Jerez, faltando quince minutos para las 12 de la noche apagaban la luz, ésa era la contraseña y a las 12 ya no había luz. Yo me compraba mis velas, en un cajón tenía mi buen bonche de velas para seguir estudiando. Hasta como las 6 de la mañana estudiaba yo. Cuando vino otro saxofonista de Jerez que radicaba en Guadalajara, José Guerrero, quien venía en tiempos de feria, le dije que quería estudiar y contestó -Órale yo te enseño-. Iba a su casa y entonces tenían un corral muy grande con muchos cochinos, puercos, y ahí nos metía. Y me decía me tienes que dar 6 lecciones, ¡y entre los cochinos! -Y te doy 3 horas-. Yo sacaba las lecciones como en una hora o menos, pos los cochinos ahí, pues rápido y vámonos. Ya empecé con el saxofón y mi papá tocaba en una casa mala. Ahí tocábamos, se llamaba Las Olas Altas, ahí empecé a ir yo con el sax. Pero en ese entonces no sabía tocarlo, nomás le pitaba; volteó mi papá y me dijo: guarda tu cosa esa. Pues ya la guardé. Yo tocaba batería, pues nomás viendo la aprendí. Tocaba batería, bajo y guitarra. Pero a mí me seguía gustando el sax. Entonces había un buen músico y yo le dije -oiga Güero, compré un cuaderno pautado, por favor escríbame todas las canciones que se tocan aquí-. Me lo llenó, y yo las enumeré, en la casa mala. Pues ahí tiene que ahí voy de terco con mi saxofón pero ya con mis partituras. Como ya leía, pues que sale ésta, pues órale. Entonces al otro día me dijo mi papá –no se te olvide el sax, llévatelo-. De ahí empecé, con mi saxofón. Tenía 12 años, pos oiga usted. Y me querían bien, -mira el niño ya tiene sueño! Pues llévatelo a dormir allá al cuarto-. Me llevaban las mujeres malas. Yo empecé a tener vida desde los 12 años. De mujeres y todo, gracias a Dios. ¡Eh! ¡Pos luego! Ya le digo, pues ahí trabajé como unos diez años. Tocábamos de todo lo que se usaba en ese tiempo, puras de baile, pues ahí era de sacudir, danzones y de todo. Corriditos, de todo le echábamos ahí. Las Olas Altas estaba en la calle de los Dolores, esquina con la calle del Sol, ahí está todavía, si hasta la pienso comprar pa´abrirla, (risas). ¡Es que es muy buen negocio ese!

Entonces mi hermano Pancho, quien ya murió en Guadalajara, un día les dijo a mis papás –Oigan pues yo le tengo trabajo a Cayetano en Zacatecas, como músico, me lo voy a llevar-. Pos llévatelo. Pero llegando a Malpaso me dijo mi hermano Pancho –sabes qué, no te tengo trabajo, lo hice para sacarte de ahí, que no te quedes, pos ¿qué vas a hacer? Ah, no te apures, vámonos-. Llegando aquí a Zacatecas estaba Robert y su Orquesta. Llegué en el 42, por ahí, 45. Entonces Pancho mi hermano me presentó con Roberto, y éste dijo –no pues mira, tengo 6 saxofones-. Había otra orquesta aquí de un señor Salvador, eran Salvador y sus muchachos, y ese trabajaba mucho. Entonces mi hermano le dijo a Roberto, -no te apures, lo voy a meter con Salvador-. Era un miércoles, y dijo Roberto -llévalo mañana al ensayo y luego vemos-. Llegamos al ensayo, yo con mi saxofoncito ahí y ya don Roberto Borda empezó a dirigir. Entonces yo le dije (risas) -Oiga maestro, eso está mal-. Volteó y me dijo ¿mal por qué? -Porque no lo está haciendo bien. Para empezar, mire, éste del saxofón no está dando lo que tiene ahí, no lo está haciendo bien. Mira, aquí estás leyendo mal-. Yo ya venía bien ensayadito.- ¿A si? a ver-, dijo. Me puse a dirigir y ya se oyó mejor. Es que yo venía bien preparado, gracias a Dios, porque me había puesto mi papá un maestro para leer, yo leía a primera vista. Eso fue como a los 14 años. Estuve aquí en Zacatecas, duré como 7, 8 años; conocí a la que fue mi esposa, quien ya falleció, se llamaba Luz María Juárez. La conocí en el callejón de Quijano, ahí vivía. La conocí en casa de Roberto Borda, en una fiesta de una sobrina de él. Tocamos y después pusieron los discos para bailar y nos echamos el ojito mi mujer y yo ¡y a puro bailar! Ya me la amarré, y fue mi novia.

Fotografía del músico jerezano, en su juventud

Con Roberto tocábamos de todo. Era muy buena orquesta: 4 trompetas, 4 trombones, 5 saxofones, piano, bajo y batería, completa toda la orquesta. Tocábamos de todo, menos cumbia porque todavía no había: “suines” (swings), danzones, corridos, de todo. Ya me dejó ahí. Después me fui a México. Me invitó un músico que se llamaba Zeferino, originario de Juancho Rey, rancho de Jerez. Pero él nació en Estado Unidos, era pocho, y me dijo -vente, ¿tú que estás haciendo ahí? Ya me fui con él a México. Ahí estuve con Luis Arcaraz, como en el 52. Era cuando la orquesta de Luis Arcaraz era [considerada] la cuarta orquesta del mundo. Yo nomás era músico. Estuve también con Juan García Esquivel. Ahí en el ayuntamiento había los billares W, donde todos los músicos nos juntábamos ahí a jugar billarcito, al pool, y ahí nos caían los trabajos. Oye ¿tienes trabajo? Pues no, pos vámonos. Y ahí empecé yo a trabajar. Con Luis Arcaraz, como había mucho trabajo, uno de los músicos, saxofonistas, me dijo ¿oye no me quieres ir a suplir con Luis Arcaraz? dije pues si y me quedé. Fui de suplente y me quedé de planta.

Cuando la época del rock yo también grabé mucho rock, en las mismas orquestas se tocaba. Pero luego ya me hablaron de discos Orfeón Videobox como arreglista y ahí fui director musical y arreglista y grabé a muchos: Los Hermanos Carreón, Johnny Dinamo, Bibi Hernández, yo les hacía los arreglos y dirigía las grabaciones; Toña la Negra. A José José yo fui quien lo aventé al ruedo. Tengo un paisano que es de aquí de Zacatecas, Hugo Silva, quien está todavía en Orfeón y ya me dijo que le hablara para sacarme todas las grabaciones que hice y de todos los artistas que acompañé. Fui además el primer saxofonista de la orquesta de Chico O’Farrill.

Desde que formé mi orquesta ya todos los compromisos los realicé con ella. Cuando la formé en el año 60 eran 22 músicos. De todo hubo, con mi orquesta viajamos a Centroamérica, a Maracaibo. En el 68 estaba el centro nocturno El Patio, [en el cual] duramos como tres años, como orquesta de base. Ahí acompañé a Rocío Durcal, a Charles Aznavour, a Ella Fitzgerald, Los Platters, pues a muchos, como Sarita Montiel. Jackie Wilson; él también quería que me fuera con él. A Rafael yo lo acompañé en la primera vez que vino al Patio. Él traía sus arreglos, todos ellos venían con sus arreglos. Vino un cuarteto de negritas quienes eran de Detroit, ¡puro jazz! Ahí las acompañé yo. A los Platters sí les hice arreglos. De cuando tenía mi orquesta todavía estaban Luis Arcaraz, Juan García Esquivel, Ray Montoya. A Louis Armstrong también lo acompañé en el Patio. Muchos excelentes músicos han pasado por la orquesta. Hay uno que estuvo conmigo que es de los mejores jazzistas de México, Adolfo Sahagún, de Guadalajara, trompetista, muy bueno. Con mi orquesta di un concierto en la sala Manuel M. Ponce, de Bellas Artes.

Uno de los recuerdos de más añoranza es cuando me tocó acompañar a Ella Fitzsgerald, la reina del jazz. Tenía su cuarteto de negros, el pianista era el director y les faltaba el saxofón alto y me llamó el director y dijo ¿oye Maestrazo, (así me decía) cual de tus saxofones toca jazz? Le dije que ninguno. -Pues yo necesito un alto que toque jazz-. Fui y me senté y órale, toqué. No pues ya me querían llevar con ellos, Ella Fitzsgerald quería que me fuera con ellos, pero yo acababa de formar la banda en la delegación; Ya no me pude ir. Llegaban y se iban. Un día Jackie Wilson llegó a las once de la noche y su show era a las 12. Llegó y me dio las carpetas de su sus arreglos y no traía la carpeta de la primer trompeta, porque había ido a una gira el trompetista y se llevó la carpeta. Desafortunadamente atravesaron un rió y se lo llevó, con todo y carro, con todo y carpeta, se ahogó. Y lo hallaron hasta meses después en una orilla. Así que Wilson me dijo no hay primera trompeta. ¿y ahora qué? Entonces le dije a los trompetistas de mi orquesta, -agarren y vean de la segunda y tercer trompeta y adivinen la primera-. No por nada pero tenía muy buenos músicos yo. ¡Salió al centavito!

Yo toco el sax, el piano, aunque no es mi fuerte, batería, bajo, guitarra, violín. Hace 50 años que llegamos a México. Gracias a Dios yo no batallé tanto. En ese tiempo ganaba yo como 600 pesos diarios, es que había mucho trabajo. Antes era otra cosa, para entrar al sindicato de músicos en México le hacían a uno un examen muy minucioso: donde estudiaste, qué estudiaste, y luego nos hacían un examen, a ver si leía a primera vista, si hacía armonía. Me hicieron mi examen. Carlos Campos me dijo, ¿lees? Sí, Estudié en la escuela libre de música. ¿Lees a primera vista? Sí, y me tendieron un papelón, no pues me lo eché, gracias a Dios, me lo “bebí” con mi clarinete. Antes todo el que tocaba saxofón tenía que tocar clarinete, así que inmediatamente me aceptaron. A mí me tocó estudiar con Coco Valtierra, saxofonista de Luis Arcaraz y el día que yo le pregunté ¿Cuánto te debo? Me dijo -Tú me pagas enseñando al que te pregunte. A mí no me debes nada-.

*Entrevista realizada a Kay Pérez en abril de 2009 por Esaúl Arteaga Domínguez. Transcripción y edición realizada por Verónica Dávila Navarro.

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