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viernes, 19 abril, 2024
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Un estudio pionero [Elementos para el estudio del Cardenismo. Zacatecas 1934-1940]

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Por: J. LUIS MEDINA LIZALDE •

La Gualdra 381 / Libros

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Celebro la aparición de este estudio en la coyuntura histórica que vivimos los mexicanos. Tal como hoy sucede con López Obrador, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas del Río concluye un ciclo e inicia otro que introduce los cimientos de un crecimiento económico sostenido en las siguientes cuatro décadas por encima del seis por ciento anual del producto interno bruto; sexenio en el que se instaló como mecanismo eficaz de ascenso social la educación pública y se consolidó la identidad nacional.

El texto de Héctor Sánchez Tagle aporta una voluminosa información sobre la secuela de luchas agrarias que tuvieron como escenario el extenso territorio del estado, luchas inspiradas en la férrea voluntad del régimen revolucionario de cumplir la más sagrada de las expectativas que generó el movimiento armado. Además, el autor hace un prolijo recuento de movilizaciones obreras dejando constancia de una vigorosa conciencia sindicalista en los núcleos obreros entre los años 1934-1940. Asimismo, en el libro certeramente intitulado Elementos para el estudio del Cardenismo. Zacatecas 1934-1940 aparece la pulsión cooperativista como signo de conciencia plena de la naturaleza intrínsecamente opresora del capitalismo en auge.

El autor hace suya la visión en torno a la cual han coincidido los estudiosos de esta corriente de la Revolución Mexicana cuando enumera, al comienzo, lo que en su opinión son rasgos del cardenismo: “presidencialismo, centralismo, nacionalismo, movilización popular, corporativismo, reparto agrario, sindicalización, educación socialista, antifascismo”.

Siendo de cuatro años los períodos gubernamentales en la década de los años treinta, tocó en suerte a dos gobernadores constitucionales coexistir con el primer Presidente de la República de duración sexenal, siendo el general Matías Ramos (1932-1936) el que habiendo asumido la tarea dos años antes y portando la marca de Elías Calles, al que correspondería resistir los embates de los que supusieron que sería depuesto por “callista” y que se toparon con la protección política del presidente al gobernador. El otro gobernador fue el también general Félix Bañuelos (1936-1940) quien participó en las filas villistas durante la lucha armada. De la lectura del texto que nos ocupa se desprende la disciplina política de los dos gobernadores al presidente, quedando de manifiesto el vigor de una cultura política con fuerte raigambre desde la restauración de la República: el presidencialismo.

Se trasluce en el texto la irrelevancia política de una inestable clase gobernante local, las figuras de peso nacional no tuvieron en los años referidos contundencia local y no por falta de personajes relevantes en la escena nacional como los generales Juan José Ríos, Enrique Estrada, Joaquín Amaro para señalar sólo algunos. El dirigente agrario de más empaque, Alfonso Medina, fue asesinado en las semanas iniciales del sexenio cardenista y de los años veinte sólo Luis Reyes Cristerna conservó un relativo alto perfil que se desdibujó cuando en la sucesión presidencial de 1940 el general Francisco Múgica se retiró de la contienda sucesoria, dejándolo colgado de la brocha como su representante en Zacatecas, lo que lo llevó a sumarse a las filas del general Almazán, que resultó vencido por el general Ávila Camacho en controversial proceso.

El autor en su relato deja traslucir la paciente incubación de un personaje que sería el político práctico de más alto perfil a mediados del siglo XX en Zacatecas y que sería miembro de un equipo de personalidades fuertes, de génesis regional, que alcanzaría relieve nacional: Leobardo Reynoso, el sagaz político emparentado con Enrique y Roque Estrada. Aprendió cómo se teje fino siendo empleado pagador de la Cámara de Senadores y tuvo la inteligencia para entender otro rasgo de la política mexicana: el centralismo.

Desde la Ciudad de México supo tejer su arribo al gobierno del estado para convertirse en el primer gobernador de sexenio (1944-1950) y mantenerse en el timón de mando tras bambalinas otros dos períodos.

El general Gonzalo N. Santos, potosino y aliado político de Leobardo Reynoso, dejó constancia en sus memorias de la habilidad que este grupo de caciques puso en práctica con mucho éxito; palabras más palabras menos, sostenía que “El secreto es hacerles creer a los de la capital que en mi tierra soy muy fuerte y a los de mi tierra convencerlos de que en la capital soy muy fuerte”, fórmula que hoy se sigue aplicando, aunque ya muy disminuido gracias a “las benditas redes”.

El PNR, después del asesinato del presidente electo Álvaro Obregón, nace para terminar con la violencia en la disputa del poder político, pero la violencia no se destierra de la noche a la mañana. En Zacatecas, las rivalidades entre actores políticos durante el mandato del general Cárdenas generan rumores y en ocasiones acusaciones abiertas de que tal político “mandó matar” a fulano. Leobardo Reynoso era, en el imaginario colectivo, “la mano que mece la cuna” desde su escaño en el Senado en episodios de tensión de diversa índole; pero no era el único. Las batallas políticas de esa época se dirimían con pistola o matones alquilados, Alfonso Medina -ex gobernador- y Ambrosio Acosta perdieron la vida; y el gobernador interino Cuauhtémoc Esparza, padre del prestigiado historiador y abuelo del conductor Francisco Esparza, sufrió un atentado (los interinatos eran muy frecuentes debido a que las normas de la época ordenaban designar interino cada vez que el titular salía del estado aunque fuera un viaje corto a la ciudad de México; Cuauhtémoc Esparza, originario de Villa García, cubrió muchas ausencias del general Matías Ramos).

El texto de Sánchez Tagle refleja lo anterior, aunque eso merece otro libro. El sexenio fue un período altamente ideológico, las pasiones en torno al agrarismo, el sindicalismo, la educación socialista y otros temas se mezclaron con los rescoldos de la Cristiada, que en 1935 dieron lugar a los horrendos asesinatos de María R. Murillo y Vicente Escudero.

Sánchez Tagle asume la perspectiva de la época a partir de la participación de dos sujetos colectivos, denominando a uno “las élites” y al otro “los subalternos”, a veces en consonancia y otras en disonancia, pero siempre actuantes.

La expulsión del país del jefe máximo no desató turbulencias en Zacatecas; la clase política de esos años mostró un rasgo que hoy se hace presente: lo camaleónico de los políticos profesionales, no sólo respecto a la radical bifurcación de la política que significó la ruptura del presidente con el “jefe máximo”, sino también cuando el sucesor del general Cárdenas cambió de prioridades, de método político y de tono de la política nacional sin que en Zacatecas alzaran la voz los integrantes de una clase política que meses antes hacía del general Cárdenas su inspiración discursiva

El libro de Héctor Sánchez Tagle cumple con creces su cometido de aportar valiosos elementos para la comprensión de una época aún inexplorada de nuestra historia estatal.

Ojalá que su lectura motive a otros investigadores a sumergirse en la historia política de la que somos resultado, que nos lleve a evitar la repetición de actitudes erróneas, de omisiones históricas y, sobre todo: que la clase gobernante zacatecana cumpla su cometido con sentido de historia, sin lo cual es imposible gobernar con sentido de futuro.

 

*Texto leído en Zacatecas, Zac., el jueves 21 de marzo de 2019 durante la presentación del libro de Héctor Sánchez Tagle, Elementos para el estudio del Cardenismo. Zacatecas 1934-1940, editado por la Crónica del Estado de Zacatecas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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