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viernes, 29 marzo, 2024
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‘Correas del mismo cuero’, de José Carlos Ruiz

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 375

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La noche del 7 de marzo fue una noche muy especial en Zacatecas. Tere Velázquez, directora del Sistema Zacatecano de Radio y Televisión, nos convocó días antes a que asistiéramos a la presentación del libro Correas del mismo cuero, del primer actor José Carlos Ruiz. La invitación resultaba doblemente atractiva porque siempre es interesante escuchar y ver al actor jerezano, pero, en esta ocasión no estaría aquí para actuar, sino para presentar un libro de autoría.

El auditorio del SIZART estaba completamente lleno; antes de que el maestro José Carlos empezara su lectura, escuchamos los comentarios realizados por Benito Juárez Tejo y Gaby Marcial, quienes por la cercanía con el autor hablaron más bien de él, de su profundo amor por Zacatecas, por esta tierra que lo vio partir cuando apenas había cumplido los 40 días de nacido y pese a eso, nunca ha olvidado.

“La verdad no sé ni cómo empezó”, dijo el autor de este libro cuando finalmente le tocó el turno de hablar; así dice también en las primeras páginas de Correas del mismo cuero, cuando habla de que de pronto cayó en cuenta de que “andaba ya garrapateando hojas en blanco. Imaginando historias sin estructura ni concierto”.

José Carlos Ruiz atribuye a “la falta de actividad” en su trabajo el hecho de haberse encaminado a la escritura y yo no dejo de asombrarme por tal afirmación porque si algo lo he visto hacer a lo largo de los años es participar lo mismo en telenovelas que en obras de teatro y películas, muchas películas. Desde Viento negro, aquella película hecha en 1965, dirigida por Servando González, considerada como una de las 100 mejores películas del cine mexicano y en donde hizo el personaje de Pablo Penados, José Carlos Ruiz ha participado en cerca de una centena de filmes. Recuerdo con especial emoción aquéllas como El Apando, dirigida por Felipe Cazals, en donde interpreta el papel de El Carajo; Los Albañiles, una adaptación de la novela de Vicente Leñero, dirigida por Joge Fons en 1976 y en donde actúa como Jacinto Martínez; y por supuesto Goitia, un Dios para sí mismo, película estrenada en 1989 en la que hace el papel del atormentado artista plástico fresnillense bajo la dirección de Diego López Rivera (en 1990 esta película ganaría 7 Arieles, incluido el Ariel de Oro a la Mejor Película y el Ariel de Plata a la Mejor Actuación Masculina a su protagonista).

Retomando lo que José Carlos Ruiz decía en la presentación de su libro, confirmo que él es de ese tipo de artistas zacatecanos infatigables que no se dan tregua, que saben que están aquí para desarrollar su proyecto de vida encaminado al arte sin descanso alguno y poniendo por delante el corazón en todo lo que hacen. Ruiz nació un 17 de noviembre de 1936 en Jerez, Zacatecas; a sus 82 años cumplidos presentó este libro primero en la Fonoteca Nacional en diciembre pasado.

Gracias a las gestiones de Tere Velázquez -otro personaje igualmente infatigable- es que podemos tener ahora en nuestras manos este ejemplar coeditado por la Secretaría de Cultura -a través de la Fonoteca Nacional-, el Gobierno del Estado de Zacatecas y el Sistema Zacatecano de Radio y Televisión; la edición fue de apenas 1000 ejemplares, algunos de los cuales incluyen un disco con 14 textos grabados por el mismo José Carlos Ruiz -de un total de 39 entre narraciones y poemas-. 50 ejemplares fueron regalados el jueves pasado durante la presentación y cada uno de ellos fue firmado por su autor. Cierro este comentario compartiendo uno de sus poemas y felicitando a todos los involucrados en este magnífico proyecto editorial:

Puntos suspensivos
Por qué parece que depongo el alma
cuando el agua se queda pensativa…
Fuente tan plena y sin embargo
seca… breve… fría
como purgando una vigilia.
Trágica con su manto ficticio de luceros.

Soledad, qué horarios kilométricos pretendes
si ya tengo los puños grabados en las sienes
y los ojos enormes en la espera.

Qué herencia de silencios es la mía
que estoy hecho de puntos suspensivos
¡súbito! Cual las manos violentas del espanto.

Afuera la noche se recuesta y se prolonga
con sus mudas esquinas
que parecen rumiar lo inesperado…

 

Que disfrute su lectura.

 

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