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martes, 23 abril, 2024
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Programa Nacional Salas de Lectura

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 368 / Promoción de la lectura

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El Programa Nacional Salas de Lectura (PNSL) es una iniciativa que, pese a sus detractores, ha mostrado en más de un cuarto de siglo el motor de cambio que implica la participación de la sociedad civil en las políticas públicas, en este caso, la formación de lectores. Sin lugar a dudas hay varios aspectos susceptibles de ser mejorados, sin embargo, también es cierto que existen cientos de casos dignos de replicarse. Quizá lo necesario es darle más visibilidad, que no se queden en el anonimato o en la república de Salas de Lectura. Me permitiré compartir unos pocos botones de muestra.

En un estado del norte del país, azotado como muchos por la inseguridad, una mediadora luchó por la plaza –literalmente- contra uno de estos grupos del crimen organizado. La mediadora realizaba sus sesiones sabatinas en la plaza principal de la comunidad. De unos tomacorrientes conectaba su equipo de sonido y compartía lecturas. Un día llegaron camionetas con hombres armados, quienes al amparo de sus fusiles y mayoría, desconectaron el equipo de sonido para dar paso a sus teléfonos celulares. En la disputa inmediata triunfó la mediadora, sin embargo, días después uno de sus hijos fue “levantado” y golpeado. Le mandaban una señal.

Alguien podrá pensar que la decisión de esta persona no fue nada inteligente. Sin embargo, también muestra cómo mediar una sala de lectura propicia una fuerte noción de arraigo y pertenencia al espacio, a la comunidad, al entorno. Ignoro qué porcentaje de ciudadanía se formó lectora con sus sesiones, cuánto mejoró el alumnado su desempeño lector en particular y escolar en general, lo cierto es que ese espacio público estaba siendo un detonante para el encuentro a partir de la palabra. Tampoco sé qué sucedió después, si volvió o no a esa plaza.

Un caso paralelo se presenta en Colima. La intervención de un grupo de jóvenes comprometidos y preocupados con su localidad hacen un trabajo admirable

en el barrio del Tívoli (considerado uno de los más peligrosos de la capital colimense). Ahí por medio del deporte (el futbol) y luego diversidad de actividades han propiciado un espacio de seguridad justo en el corazón del barrio. No sólo es leer, pero sí están presentes constantemente la palabra oral y escrita. Me consta porque he visto y he sido partícipe de cómo a través de una cultura de paz han ganado terreno a la delincuencia.

Sinaloa ha sido el estado que en los dos últimos años ha obtenido, a través de sus mediadores, el Premio Nacional de Fomento a la Lectura y una más ha hecho que el diario El País volteé a ver el trabajo realizado desde el museo comunitario. Podría seguir, pero el espacio es limitado y las experiencias exitosas muchas. Pero sirvan estas líneas a quienes desde su trinchera (parque público, prisión, escuela, biblioteca, centro de trabajo, atrio de iglesia, etc.) ponen su granito de arena para hacer una sociedad más plural, diversa, crítica, participativa, incluyente. Falta mucho, pero ya están las bases.

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