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martes, 23 abril, 2024
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La Muñeca

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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 350 / Río de palabras

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Iris la Muñeca Muñoz con la mirada atónita, azorada, recorre con la vista todo el balneario El Paraíso. Su función: Apasiguaborrachos. Casi nunca llega a las manos. Los domina con la mirada. Su hermano, Pepe el Guapo, desde pequeña la llevaba a entrenar al gimnasio. Ahí conoció al Nene, que más tarde se hizo su novio, le enseñó a tirar madrazos y descontones. Los dos eran ampliamente conocidos como dos perfectos cabrones. Al Paraíso llegó en una camioneta una familia. El papá, la mamá, los hijos y la Chacha. Se estacionaron junto a los asadores. Bajaron canastas y refrescos de a dos litros. Rápidos los muchachos se desvistieron y se metieron a los chapoteaderos. El Nene se acomide y ayuda a encender el carbón del asador. Las mujeres, en la mesa de cemento, rellenan los chiles capones con queso panela. Los niños siguen felices en el chapoteadero. Iris, con la mirada de muñeca, mira hacia ninguna parte. Iris observa todo a distancia, pero sin perder detalle. La señora García Moreno coloca sobre el asador una olla de frijoles. El Nene bebe a sorbos la cerveza que le invitó el señor. El día es perfecto. Soleado, sin nubes ni viento. Un día de mayo. Nada puede fallar. Las mujeres sacan frascos con salsas. Las colocan sobre la mesa que han cubierto con un mantel blanco. Limpian los manojos de cebollas. Acomodan los paquetes de tortillas. El señor García Moreno acomoda sobre el asador las chuletas, los chorizos, los chiles poblanos, las papas rellenas con queso envueltas en papel aluminio. Bebe a pico de botella una cerveza. Brinda con el Nene. Al Paraíso entró la motocicleta entre traqueteos y explosiones. La montaban un par de muchachos. La motocicleta caracolea. El que viaja en la parte de atrás dispara. El señor García Moreno quedó sentado junto a la parrilla. A su lado el Nene, apretándose el vientre sin soltar la botella de cerveza. La señora, sentada a la mesa de cemento con la cara sobre un paquete de tortillas. Los niños lloran en el chapoteadero. La Chacha, de pie, con los ojos cerrados, apretando los párpados estruja entre sus manos el delantal floreado. Desmadejada, bajo un pirul, la Muñeca se aferra a su viejo bate de béisbol. Sobre el asador, en la olla de barro hierven a borbotones los frijoles perfumando con el epazote al Paraíso.

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