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martes, 23 abril, 2024
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Deuda histórica en la transición política

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

El pasado domingo 29 de julio, la propuesta (tendrá que ser ratificada por el Senado, sin problema según parece) del Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, para la Secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, dio una interesante entrevista al diario El Universal, donde esbozó, de manera muy general la visión del próximo gobierno frente a la corrupción.
Hay que decir que éste es uno de los principales retos que enfrentará la próxima administración y en la que, según las últimas encuestas (31% según Reforma), se ha configurado en una de las más altas expectativas que tienen los ciudadanos frente a su Presidente Electo. No es de extrañar. López Obrador ha hecho una carrera política exitosa por su agudo análisis del descontento social en los últimos años, identificando, como lo demostraron después los resultados electorales, como uno de los temas que más ofendían a la ciudadanía el de la corrupción, en la que caben no solo los actos de la misma, sino también el dispendio y el exceso, que tanto distancian a la mayoría de los mexicanos con sus representantes y a que a su vez, vuelven a estos insensibles y ajenos a la realidad que impera en un país mayoritariamente pobre.
La próxima titular del órgano interno de control del Poder Ejecutivo (cual sea el nombre que tome éste), hizo una referencia clarísima en la entrevista antes citada, al respecto de la relación que existe entre política, expectativas y el hartazgo de la corrupción. El título mismo de este texto es un parafraseo suyo, porque coincidimos en que, en efecto: el combate a la corrupción y la impunidad, es una deuda histórica del proceso de transición que hemos vivido durante los últimos cuarenta años. El recuento puede bien llevarnos a admitir que la impunidad no solo no acabó con la pluralidad política y la alternancia. El esperado Estado de Derecho no solo no llegó con el cambio de mayorías en los Poderes populares, sino que además, parece haberse contagiado la conducta lesiva de un régimen, que en los hechos, solo mutó para seguir en los pasillos del poder. Tal como lo aseguraron María Amparo Casar y Claudio X. González, en un reciente artículo en El País:Si la situamos en 1978, 40 años han transcurrido desde el inicio de la transición democrática en México. En esos 40 años la corrupción como mal endémico ha sido denunciada con cada vez mayor fuerza pero ha seguido teniendo carta de naturalización tanto en los procesos electorales como en el ejercicio del poder. No importa quién haya detentado el poder, ni en qué rama u orden de Gobierno. La democratización del país y la alternancia trajeron como correlato la democratización de la corrupción. No hay Gobierno de izquierda, derecha o centro que se haya salvado. No hay Gobierno que no señale al de otro signo partidario como corrupto, pero no hay Gobierno que no la haya practicado cuando le ha llegado su turno y que no haya disfrutado de sus dividendos. La diferencia es que ahora el pastel de la corrupción se reparte entre todos los partidos. (La democratización de la corrupción. El País. 26-Jun-2018).
Antes ya lo había asegurado Luis Carlos Ugalde, en la revista Nexos, en febrero de 2015 (¿Porqué más democracia significa más corrupción?), en la que aseguró que la pluralidad del Poder Legislativo, no solo no llevó a fijar controles más consistentes al negativo fenómeno, sino que al contrario, expandió la lógica de la impunidad y el despilfarro.
Ahora el reto está enfrente y por fin en las manos de AMLO y su equipo. Tienen no solo retos frente a los anteriores adversarios, sino también, ante sus propios aliados y a prácticas y costumbres arraigadas, no solo en la administración pública, sino también en franjas visibles e innegables de la sociedad. Combatir y disminuir la corrupción requiere, una posición mucho más liberal de la hasta hoy anunciada en los discursos: aquélla de considerar en igualdad de condiciones a todos los potenciales actores del fenómeno, evitando prejuicios frente a los otros e inocencias permanentes e indestructibles para con los propios. Por el bien de México, ojalá.

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@CarlosETorres_

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