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jueves, 25 abril, 2024
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Me estoy muriendo de ganas de vivir

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Por: FELIPE GARRIDO •

La Gualdra 346 / Exposición “Me muero de ganas de vivir”, de José Esteba Martínez

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Magia pura. La primera vez que José Esteban Martínez recibió el encargo de hacer una ilustración –a finales de los 70– fue para Colibrí. Se la pidió la directora de aquella enciclopedia infantil, Mariana Yampolsky, una de las tres mujeres que han decidido su vida.

Sobre quienes lo han marcado, lo explicó una vez así: su madre, “porque me trajo a la luz”; Alicia, “porque es mi compañera y con ella he formado una familia”, y Mariana, “porque me enseñó la magia de hacer ilustraciones con mis dibujos y cuadros”.

Tres es un número mágico; más, si se trata de tres mujeres. Que no nos sorprenda, la presencia de José Esteban en el Museo Rafael Coronel es magia pura.

 

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Por cierto, no dije antes que aquella primera ilustración para Colibrí que Mariana Yampolsky le encargó fue un sol. Radiante, deslumbrante, delirante. Ocupa una página entera, no por casualidad, sino por destino.

 

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Desde que tenía ocho años, José Esteban (1951, Cuernavaca) vive en Fresnillo, Zacatecas, en los límites del desierto. Ha viajado, conoce el mundo. es un pintor, ilustrador y diseñador extraordinario.

El autor fue más allá de su obra porque desde muchos frentes trabaja en favor del arte y de la cultura. Fue coordinador gráfico de libros de texto gratuitos en la SEP, iniciador e ilustrador de Colibrí. En el ILCE, asesor de la Dirección de Televisión y Radio y creador de las series Onda libros, Los cuentos del Tlacuache y Siguiendo la historia.

También dirigió los contenidos en el INEA, encabezó el Centro Regional del INAH en Guerrero y el Instituto Zacatecano de Cultura; asesoró a varios rectores de la universidad autónoma de Zacatecas.

También fue director del Festival de Cine Fronteras Migrantes, en Zacatecas, y comisionado de Filmaciones del estado. Diseñó vestuario para obras teatrales, operísticas y programas de televisión.

También destaco que su obra ha sido expuesta en Nueva York, San Francisco, Miami, Roma, Madrid, Ciudad de México, Monterrey, Oaxaca, Guadalajara, Buenos Aires y París. En exposiciones colectivas ha estado en México, Francia, España, Holanda, Italia, Japón e Israel, entre otros países.

Estoy seguro de que se me escapan otras responsabilidades, otras tareas, otras travesuras que José Esteban emprendió con naturalidad, sin darles demasiada importancia, a veces, porque la vida se las ha puesto enfrente y en otras porque han sido atrevimientos u ocurrencias suyas.

 

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José Esteban y yo nos conocimos hace un cuarto de siglo, en el ILCE, donde yo tenía un taller de redacción televisado, “El borrador”, y él se multiplicaba en media docena de tareas. El día en que vi por primera vez uno de sus cuadros quedé deslumbrado, perdí la vista, tal y como como ahora nos ciega esta exposición.

Fresnillo y su entorno son color tierra, ocre, sepia tostado. ¿De dónde viene esta invasión de colores, esta explosión cromática que aquí nos avasalla?

José Esteban dice que “el color de mi paleta, de mis cuadros, no tiene mucha ciencia. Es lo que he visto. La fortuna de conocer lugares me permitió plagiar los verdes, los azules, los rojos, para ponerlos en mis cuadros, mis ilustraciones. Pinto lo que veo, lo que me rodea, con lo que vivo”.

Los colores puede haberlos recogido de cualquier rincón del mundo. Lo que ha hecho con ellos es su asunto.

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Un día, ahí en el ILCE, en alguna de las pláticas que a menudo teníamos, nos planteamos un proyecto: Los cuentos del Tlacuache.

A lo largo de América, el tlacuache –que tiene otros nombres según las regiones– aparece en multitud de cuentos tradicionales. Enamorado de la vida, modelo de valor y astucia, vive burlando a búhos, coyotes, zorros, serpientes y personas.

Yo convertía esos cuentos en guiones para televisión. José Esteban daba forma y vida a los personajes. Los cubría de colores y les daba el movimiento suficiente –la animación no era completa– para cautivar al público de las telesecundarias. Muchos alumnos y muchos maestros le escribían al Tlacuache.

Nuestro trabajo era compartido. Cada uno de nosotros –más el productor, los encargados de iluminación, los camarógrafos, el director mismo del ILCE, que a veces se asomaba a ver qué hacíamos– opinaba y participaba en el trabajo de los demás. Todos fuimos aprendiendo algo del Tlacuache.

Mientras más evidente fue para mí el parecido de José Esteban con nuestro Tlacuache más fui dándome cuenta de que este enorme artista es un hombre de carne y hueso que ha gozado las alegrías y ha sufrido las angustias de la vida, que desde hace 44 años ama a su vieja, que adora ser abuelo, que le gustan los perros, que disfruta comer bien y beber tequila, que es noble, bonachón y a veces despreocupado –“valemadrista”, dice él–, que puede llorar viendo una película de Pedro Infante –en especial Los tres García–, que cree en la casualidad y que sufre insomnios.

Hace unos meses padeció un infarto que lo tuvo técnicamente muerto durante seis minutos. Eso dijeron los médicos. Pero todos los muchísimos que lo queremos, y estamos cerca de él, sabemos que cuando el Tlacuache se siente amenazado se hace el muerto por un rato, hasta que lo dejan en paz.

Ya le hemos pedido a José Esteban que no exagere en su modo de ser como el Tlacuache. Y él nos da aquí la respuesta que esperábamos: me estoy muriendo de ganas de vivir.

Ganas de vivir que se le vuelven un cónclave de calaveras –el cadáver que se entierra es la semilla que se siembra– o una congregación de caballos uniformados, o un damero de vacas y aviones, o la invasión de una ciudad fantasmal por coyotes, zorros o lobos… o cualquier otra de las escenas que nos esperan.

Hay una única razón de angustia que los amigos de este gran pintor no sólo le admitimos, sino le celebramos. El pavor que todo gran artista siente cuando vuelve a enfrentar a una tela o a un cartón en blanco. El instante hueco que precede a la creación.

 

 

 

[Las imágenes son de José Esteban Martínez, de su exposición Me muero de ganas de vivir, en exhibición actualmente en el Museo Rafael Coronel].

 

 

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