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jueves, 18 abril, 2024
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Continuidad y ruptura

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Con poca o nula previsión de parte de los organizadores se presentóla feria nacional del libro en Zacatecas del 25 de mayo al 3 de junio pasado en el Centro Cultural Ciudadela del Arte, en torno a su realización, el público se preguntó del porqué se eligió esta fecha,cuáles son las razones que sostuvieron con pocas variables, fechas y lugares que no funcionaron en años anteriores, sin promoción dentro y fuera del Estado.
Una feria del libro que pasó inadvertida, a pesar de estar dedicada a la gran cuentista zacatecana Amparo Dávila y de haber contado con la presencia de figuras prominentes de la cultura mexicana como Jorge Juanes, Alejandro Toledo, Marco Perilli, Godofredo Olivares y Jorge Volpi. Con una aportación singularmente valiosa de académicos y literatos que viven en Zacatecas como Mariana Terán, René Amaro, Sigifredo Esquivel Marín, Margil de Jesús Canizales, Marco Antonio Flores Zavala y Juan Antonio Caldera, entre otros.
Una extensión complementaria que incorporó un pabellón infantil sin una idea clara de promoción de la literatura infantil tan necesaria como urgente, donde participaron artistas locales que sin dudarlo requieren de mayores espacios de expresión, pero que quedó marcado por la ausencia de otros creativos como María Eugenia Márquez y David Durón, por mencionarlos merecidamente.
Mucho interés suscitó la conferencia de Alfredo Jalife en un espacio extraordinario como es el patio del Museo Zacatecano, pero que resultó insuficiente para la demanda que tuvo el polémico analista; el taller de periodistas y periodismo de Irma Gallo y Mónica Maristain, así como la inclusión del primer coloquio “Franceses en Zacatecas” y la emblemática participación de la crónica en la presentación de libros sobre la historia de municipios del Estado, un trabajo muy meritorio de Manuel González y los cronistas municipales.
Vimos una programación variada y de entrega por quienes participaron en ella, pero sin el eco palpitante de su esencia que tomó por sorpresa a quienes saben que la promoción de la lectura y de los libros, requiere mucho más esfuerzo y organización, que partir de la idea de lo bonito que puede llegar a ser un programa y que por lo tanto, exige concientizar al equipo que la planificó para hacer lo imposible por llegar a la audiencia, al público, a los parques, a los mercados, a las escuelas y las familias, con inclusión.
Muchos lamentaron la poca anticipación con la que se enteraron y algunos presentadores no recibieron el protocolo adecuado para su intervención que dimensionara la puesta en valor del libro de papel, con toda su reminiscencia y significado que tiene para un lector motivado que sabe que la lectura cambiará su vida y su lugar en el mundo y que lo librará de ser partícipe de la ilusión banal, pero que se convertirá en un aliado de la utopía y de la libertad.
La feria del libro conforme lo anunciaron costó más de dos millones de pesos, no es cualquier cantidad, por lo que los esfuerzos en su planificación a decir de los observadores, deberá mejorar con mayor integración del equipo que desde la práctica formal la organiza y la promueve.
Queda en el aire, el tema de la venta de libros, si fueron iguales o menores a años anteriores, o quizá tuvieron cierta recuperación económica los últimos dos días que marcaron su conclusión. Quienes visitamos los stands, fuimos invadidos por la nostalgia, primero por verlos vacíos, no de libros, sino de personas; y segundo por los precios de los libros, que sin demanda se han incrementado considerablemente.
La feria nacional del libro en Zacatecas, no ha logrado concretarse como un proyecto fundamental para la vida y la cultura local, como tampoco es un punto de atracción turística que se sume y aliente la pretendida idea de convertir al estado en la capital del turismo cultural, porque faltan planeación, dedicación y trabajo en equipo entre las instituciones involucradas, para alcanzarlo.
La historia de esta actividad que nació en el 2000 fue impulsada con esta idea, llevándose a cabo en distintos lugares, las que mejor han funcionado han sido las que se llevaron a cabo en Plaza Bicentenario y en Plaza de Armas, espacios cuyo uso social deberá revisarse con mayor puntualidad y atención. A lo mejor, funcionaría bien en cualquier sitio, y el problema se remita estrictamente a una cúestión de planeación, logística y promoción efectiva.
Hay crisis: el futuro de la lectura dicen los expertos, ya no será lineal ni en libros de papel, sino radiales y electrónicos, con la facilidad de saltar a imágenes, música y diccionarios. Las ediciones de papel, se irán convirtiendo en un lujo y en un placer para muy pocos. En el país, menos de la mitad de los mexicanos lee un libro al año, menos del 45 por ciento lee periódicos y un 80 por ciento ha leído revistas, historietas ilustradas, páginas de internet, blogs.
México requiere de una mayor masa analítica y crítica para alcanzar nuevos niveles de progreso y sin la lectura de libros, el trayecto para lograrlo es más difícil, bajo la amenaza de que sea imposible.
Organizar una feria del libro, al parecer la única que promueve el gobierno local, implica lograr que la lectura se convierta en una cuestión de interés público y que se luche porque sea imparable, partiendo de la cuestión de que hay un gran potencial en los niños y en los jóvenes y con ellos, habría que trabajar.
La representación de la práctica formal no debiera olvidar que su razón de ser es la de facilitar los procesos y que la previsión y la planificación signifiquen mucho. Ánimo y fortaleza para todos. ■

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