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jueves, 28 marzo, 2024
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Generosidad reflexiva

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Por: WILLY KAUTZ •

La Gualdra 335 / Nunca fuimos contemporáneos / XIII Bienal FEMSA

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La pedagogía del oprimido, que busca la restauración de la intersubjetividad, aparece

como la pedagogía del hombre. Sólo ella, animada por una auténtica generosidad,

humanista y no “humanitarista”, puede alcanzar este objetivo.

Paulo Freire, Pedagogía del oprimido[1]

 

Desde agosto del año pasado, la Bienal FEMSA ha realizado en El Santero una serie de actividades que forman parte de su Programa Público. Ahí, los artistas que visitaron Zacatecas platicaron sobre sus proyectos afines al título de esta Bienal, mismo que reta a la noción de contemporaneidad a partir de una revisión de lo histórico para analizar el presente a modo de un nudo de tensiones sujeto a procesos sociales, económicos y estéticos. Con este proceso, la Bienal, sus programas y plataformas pueden comprenderse como una sucesión de eventos que se entretejen poco a poco de manera orgánica, al tiempo que invitan a la comunidad artística a enlazarse a sus actividades extensivas.

Por lo tanto, las colaboraciones se dan desde distintas aristas. Al conocer a los artistas, sus investigaciones y proyectos, los asistentes han tenido acceso a los procesos curatoriales de Nunca fuimos contemporáneos, aquello que usualmente sucede a puertas cerradas, tal como la deliberación de un jurado. Al abrir estas plataformas a la comunidad artística zacatecana, esta edición de la Bienal FEMSA apuesta por una curaduría a puertas abiertas. Un modelo que, además de dar acceso a los procesos curatoriales, los hace extensivos hacia la configuración de un espacio reflexivo —público—, en el que la acción generosa y abierta nos da la pauta para que esta Bienal se convierta en un espacio de intercambio ininterrumpido durante los dieciocho meses de su programa.

Ejercicio del segundo módulo del Programa Pedagógico. Foto Eli Cuevas

Ejercicio del segundo módulo del Programa Pedagógico. Foto Eli Cuevas

 

Hannah Arendt ve en la estética kantiana un modelo de configuración de lo público, aquello que el filósofo aventuraba como una facultad mental, un juicio reflexivo cuya naturaleza era amplificar las emociones hacia lo común, lo que también llamó de “mentalidad amplia”.[2] Este concepto dependía del sentido, entendiendo por ello el efecto de la reflexión que magnifica las emociones. Esta mentalidad amplificada —reflexiva—, anticipa y confirma que nuestras facultades mentales y anímicas sólo hacen sentido en la medida en que dependen de la presencia de los otros, por lo tanto, son formas intersubjetivas. El punto de partida de la apuesta por la reflexividad que esta Bienal coloca en acción, justamente se remonta a la manera en cómo la estética filosófica proponía una forma abierta de relacionamiento y configuración de lo común.

Nuestros sentimientos y emociones se comparten como acciones reflexivas que, al entrar en contacto con los demás configuran el sentido comunitario, o bien, una afección compartida. La acción reflexiva, ese detonante del sentido comunitario, es intersubjetiva, por lo tanto, se trata de una forma de amplificación o, lo que podríamos llamar un quehacer extensivo. Al apoyarse en las tesis pedagógicas de Paulo Freire, esta modalidad extensiva del acto reflexivo puede entenderse también como las condiciones necesarias para instruir lo que él entiende por intersubjetividad. Si trasladamos lo anterior al campo curatorial, podríamos decir que la curaduría es un quehacer extensivo en la medida en que busca el contacto con los demás. En ese sentido, la curaduría es reflexión, por lo tanto, un quehacer extensivo, una forma de colaboración cuyo fundamento es estar con los demás. Si entendemos esta concepción de la praxis curatorial como una expresión generosa, entonces la curaduría es una praxis que pone en marcha al sentido comunitario, o bien, un sensus communis.

A partir de esta concepción de la curaduría como un quehacer extensivo que crea tejidos intersubjetivos para el tránsito de zonas afectivas, en marzo comenzó el Programa Pedagógico de la Bienal FEMSA. Bajo el concepto generosidad reflexiva, la Bienal concibe la pedagogía como un campo consustancial de la praxis curatorial, un quehacer en el que la reflexión se vuelve una forma extensiva para tejer acciones en lo común. Esta noción la aleja de su acepción contemplativa, pasiva, para situarla en una praxis extensiva.

Con base en la generosidad reflexiva, esta Bienal apuesta por generar actividades y proyectos que irrumpan la convención de las exposiciones bianuales. Como hemos insistido a lo largo de distintas charlas, esta propuesta no se limita a los proyectos de carácter museográfico. Si bien las exposiciones de su Programa museológico y de Intervenciones en espacios públicos son, indiscutiblemente, plataformas de suma relevancia; los que participamos de la Bienal tenemos la oportunidad de acompañarla en sus múltiples programas. Por lo mismo, la cercanía brinda una dimensión que va más allá de la eventualidad museológica para abrirse hacia una temporalidad desdoblada en múltiples momentos y programas extensivos.

La pregunta más usual, ¿cuándo es la Bienal?, en este caso se repliega a entender en qué fase nos encontramos. Ahora, los temas que nos competen durante los siguientes meses serán relativos al Programa Pedagógico y las diversas plataformas del Programa Público. Con estas iniciativas hemos avanzado en charlas sobre diversos conceptos museológicos y gramáticas expositivas, así como sobre la noción reciente de curaduría pedagógica. Al abrir los procesos de la Bienal hacia lo público, la apuesta curatorial de ésta se concibe como un modelo flexible que permite que sus plataformas museológicas, editoriales y pedagógicas cobren forma en tanto modalidades extensivas. Entonces, si pensamos que los formatos curatoriales son extensivos, entendemos que éstos sólo tienen sentido en la medida en que se moldean en el tejido de lo común, en su amplitud intersubjetiva, o bien, lo que aquí hemos nombrado generosidad reflexiva.

Pieza presentada en la primera sesión de ENSAYOS, de Antonio Bravo Avedaño, artista comisionado de la bienal.

Pieza presentada en la primera sesión de ENSAYOS, de Antonio Bravo Avedaño, artista comisionado de la bienal.

Mediante sus múltiples plataformas —inspiradas también en el concepto de espacio múltiple de Manuel Felguérez—, la XIII Bienal FEMSA propone ensayar formatos extensivos, esto es, colaborativos y de corresponsabilidad. Esta apuesta, suscribe una disposición hacia lo otro, así que cuantos más participemos, mejor. Así mismo, podríamos decir que esta Bienal no se comprende como un evento limitado, sino como detonante de procesos y espacios de colaboración que deben trascender sus propias limitantes periódicas. ¿Qué queda después de la Bienal?, dependerá de la complicidad, por ende de la corresponsabilidad de los participantes locales y el modo en que utilicen las plataformas, programas y espacios; experimentos y ensayos con formatos pedagógicos, museológicos y editoriales, así como intervenciones y propuestas colaborativas que tendrán lugar hasta el cierre de la Bienal en febrero del 2019.

La generosidad reflexiva parte de la noción de que todos podemos abonar a los procesos curatoriales de la Bienal desde sus múltiples programas y contribuir a que ésta rebase sus delimitaciones temporales. Como hemos insistido, esta Bienal apuesta por exploraciones museológicas, editoriales o pedagógicas extensivas. Y si concebimos a la curaduría como una praxis reflexiva que no es otra cosa que la generosidad en acción, entonces una Bienal puede desbordarse más allá de su bianualidad. La reflexión, por ende es una facultad que juega un papel crucial para hacer de la generosidad un puente extensivo. Entonces, si lo que nos proponemos es irrumpir en las convenciones de la curaduría de concurso que incita a la competencia entre los participantes y la individualidad, debemos tener en cuenta que la disposición intersubjetiva de esta apuesta por la generosidad reflexiva es una actitud abierta y extensiva para estar con los otros, una configuración de lo común que, en última instancia, no tiene por qué sucumbir ante intereses particulares, ni mucho menos ante el acecho arbitrario de una temporalidad bianual.

Por último, no está de más insistir en que esta Bienal no se repliega en el protagonismo de los premios ni de los curadores, sino en la reflexión como un praxis curatorial colaborativa y corresponsable. Esto es, que tenemos que reconocer aquello que vale la pena amplificar para crear una atmósfera reflexiva en la que se entretejan disposiciones imaginativas y afectos, y que no se limite ante ninguna eventualidad ni tampoco se constriña frente a la noción periódica que solemos atribuir a las bienales o a los festivales. En este sentido, esta Bienal es un anti-festival. Niega la eventualidad del presente mediante la noción paradojal del nunca fuimos, una apuesta que abre la perspectiva de un tiempo indefinido. La XIII Bienal FEMSA, Nunca fuimos contemporáneos se concibe como una apuesta no subsumida a la subjetividad pasiva del espectáculo, una vez que la generosidad reflexiva tiene el potencial de instituir modelos extensivos que pervivan después de que los invitados se hayan ido.

 

 

 

 

 

[1]             Paulo Freire, Pedagogía del oprimido (México: Siglo XXI, 2005), 54.

[2]             Hannah Arendt, Conferencias sobre la filosofía política de Kant, (Buenos Aires: Paidós Studio, 2009), 132-133.

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