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viernes, 19 abril, 2024
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Sergio Pitol

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Por: MALIYEL BEVERIDO •

La Gualdra 334 / Literatura / In memoriam

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Nos hizo creer que Xalapa era como Viena, Budapest, Varsovia o Praga. Fue parte de nuestro cotidiano los últimos 20 años. Paseaba con Sacho, su perro (luego fueron Homeo y Lola), por las calles del centro. Compraba su periódico en una esquina y luego se iba a un café. Respondía a todos los saludos, estaba siempre dispuesto a tomarse una foto con quien se lo pidiera, nunca negaba una entrevista, visitaba todas las librerías. Era generoso, afable, cortés. Tan era parte del panorama habitual que muchos de quienes se ufanan hoy de haber estrechado su mano o cruzado algunas palabras con él en realidad no lo habían leído nunca. Muchos no saben a ciencia cierta cuáles fueron las preseas que le fueron acordadas, pero era lo que se llama un notable, una personalidad internacional. Su obra más conocida era la gentileza con la que se conducía, su modestia.

La mañana de su muerte las redes sociales se inundaron con instantáneas “yo con Sergio”, y la calle donde vivía (y donde permanece su extraordinaria biblioteca) quedó bloqueada por periodistas y curiosos. Hasta sus funerales fueron transmitidos en vivo de manera oficial y oficiosa, sin ningún pudor.

Luego la ciudad se nubló, como es costumbre, y fui a constatar que en mi librero estuviera todavía un ajado ejemplar de El desfile del amor, que es mi favorito.

No me dio clases (en el aula) y los encuentros o coincidencias que nos reunieron, aún mucho antes de que él asentara su domicilio en Xalapa, me los guardo como un íntimo tesoro. No tengo ninguna autoridad para argumentar por qué las letras en el mundo están de luto, pero espero que haya nuevos lectores que lo descubran. Sólo puedo decir que se ha ido un hombre bondadoso, un alma buena, de ésas que tanta falta nos hacen.

 

 

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