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martes, 23 abril, 2024
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2018: sumas y divisiones

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Serán sólo cuatro personas las que aparezcan en las boletas para elegir presidente el próximo 1 de julio: Andrés Manuel López Obrador, Margarita Zavala, José Antonio Meade y Ricardo Anaya.
En el camino se quedaron decenas, no solamente los eternos soñadores del cargo que se pueden contar por cientos si atendemos ese viejo dicho de que “todo el que respira aspira”, sino los muchos que tomaron acciones para intentar colarse en la boleta.
Se evaporó la posibilidad para las 87 personas que manifestaron su intención de competir por la presidencia, frente al Instituto Nacional de Electores; de ellos, 46 llegaron a la recolección de firmas con diversos resultados: desde tres aspirantes que no presentaron ni una sola firma; catorce de ellos que presentaron menos de 100, hasta un ciudadano de nombre Edgar Ulises Portillo Figueroa capaz de presentar ante el INE más de un millón de firmas, aunque de éstas sólo resultaron válidas 34 mil firmas.
María de Jesús Patrocinio Martínez, conocida como “Marichuy”, es quien mayor porcentaje de firmas válidas logró, con 267 mil 935 muestras de apoyo ciudadano; 30 por ciento de las que necesitaba y concentradas en dos entidades de las 17 que requería.
El conocido periodista Pedro Ferriz de Con obtuvo 76 mil firmas válidas, mientras que un desconocido de nombre Eduardo Santillán Carpinteiro logró 71 mil firmas, lo cual era menos del 10% de lo que necesitaban para aparecer en las boletas, pero un número nada despreciable si hubieran competido por otro cargo.
Sólo pues Margarita Zavala Gómez del Campo logró pasar las difíciles suertes de los aspirantes independientes. No le fue fácil, lo hace apenas, de “panzazo”, y con una legitimidad muy afectada por haber hecho trampa en la mitad de las firmas.
No puede olvidarse que tuvo a su favor manos extras para reunir las firmas a cargo de nuestros impuestos, pues al menos 12 funcionarios de Presidencia asignados a Felipe Calderón estaban habilitados como auxiliares de Zavala. Uno de ellos, por ejemplo, gana 195 mil pesos más. Sueldo de lujo para un operador político.
Digno de estudio sería saber qué tanto ayudó a su propósito los datos personales y las copias de credenciales de elector de beneficiarios de programas sociales a lo largo del país, pues por ejemplo, entre sus cercanos se encuentran ex delegados de la Secretaría de Desarrollo Social quienes tuvieron acceso a esa información que podría valer oro en un contexto como ese.
Esa misma ventaja pudo tener Jaime Rodríguez Calderón el Bronco, e incluso Armando Ríos Piter, pues la antigua pertenencia partidista en caso de uno, y la de estar en una gubernatura en el otro, pudieron facilitarles esta información que en todo caso, les fue insuficiente, pues ambos quedaron fuera.
En el lado partidista tenemos escenarios inusitados. Por un lado, el PRI buscó el candidato que pareciera menos priista y lo encontró en José Antonio Meade, uno de los más claros ejemplos de lo que se conoce como el PRIAN. Luego de encontrarlo, se ha dedicado a tratar de hacerlo suyo con un titubeante andar entre el arropo tricolor, y la importación de perfiles como Javier Lozano y Arturo Nuñez para acompañarlo.
La alianza del PRI con el PVEM y Nueva Alianza parece más endeble que nunca, pues además de mostrarse divisiones en los estados como es notable en Zacatecas, se vislumbra para muchos la simulación. Es notorio por ejemplo que figuras de probada eficacia electoral no están siendo parte de ese acuerdo que parece sólo de papel.
El caso de la alianza que arropa a Ricardo Anaya es particular. Lo que antes eran agua y aceite hoy resultan una mezcla casi homogénea pues poco, muy poco queda del panismo fundador que ha ido retirándose paulatinamente de ese partido y ahora queda sólo la marca en manos de un joven que poco sabe de Clouthier o Castillo Peraza y menos aún de Manuel Gómez Morín.
El cascarón que quedó, ya sin sus figuras icónicas que huyeron algunos al PRI, otros con Margarita Zavala y unos cuantos a Morena, encontraron buen aliado en otro cascarón, el del Partido de la Revolución Democrática, cuyos fundadores también han renunciado y marcado distancias con la agrupación de la que alguna vez se sintieron orgullosos.
La contienda electoral también la ha acercado con un aliado poco probable, el Partido Encuentro Social, con quien encontró vasos comunicantes en el discurso pacificador y amoroso que López Obrador ha enarbolado desde el 2012.
Además del PES, Morena ha sorprendido por acercar a sus filas a figuras tan disímbolas como Napoleón Gómez Urrutia y Germán Martínez; personalidades que antes pudieran pensarse adversarias naturales como Alfonso Romo (en el 2006) o Gabriel Cuevas.
Apenas arrancan, y las estadísticas muestran ya diferencias notables; veremos si las sumas y divisiones las agudizan o las atenúan. ■

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