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jueves, 28 marzo, 2024
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Unas palabras (primera parte)

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

El cambio fundamental del cual depende la generación de nuevos proyectos o la realización de los actuales, sean económicos, sociales, políticos o culturales, (pero susceptibles de transformar algo o de innovar,) es el cambio educativo, ¿qué debemos cambiar en educación para poder cambiar en otros ámbitos y generar impactos positivos en la sociedad? El cambio educativo ha sido ejemplar, en muchos países, para irrumpir, iniciar, potenciar o contribuir a desplegar  su desarrollo.

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Por ejemplo, en nuestro sistema educativo, la evaluación es preponderante. En México, todo se evalúa en educación, pero aún no se hace lo necesario para revertir, con consistencia educativa, los desastres obtenidos como resultados de las evaluaciones, mismas que aún no conducen a precisar el cambio en educación que facilite y potencie el aprendizaje por parte de los educandos, y los fortalezca, a la vez, para enfrentar con éxito nuevas evaluaciones, simplemente para desplegar sus vidas, con algún diplomado incremento en su calidad.

Cualquier cambio educativo, se supone, debería iniciar por ser propicio a cambiar, lo que el alumno aprende, según Axel Didrikson.  Por supuesto, de ordinario, es excelente tomarse la foto ante los medios, al dar becas o ampliar la cobertura y la infraestructura para la educación. Pero ese gasto social servirá de poco, si no se invierte en gasto educativo, al propiciar sus actores, personal académico y autoridades universitarias de todo tipo,  el cambiar lo que el alumno aprender, incluidas, en ese esfuerzo las formas de trabajar, en aula, la novedad política, económica, cultural, etc., con la idea de promover lograr un mejor y más actual aprovechamiento por parte de los estudiantes, cuando menos.

Ahora bien, a partir de la intensificación del trabajo académico o la de la sociedad, se propicia y se impone realizar con mejor éxito tanto una reestructuración o reforma educativa, como soporte para obtener una consecuente y también justa reestructuración o reforma educativa, como soporte para obtener una consecuente y también justa reproducción del ingreso, por la vía del enriquecimiento académico – curricular que hubiere logrado alcanzar y desplegar el profesor, que sería un reconocimiento institucional al plausible incremento de calidad adquirida para realizar mejor su trabajo académico.

Es decir, las becas y los estímulos otorgados, con ese mismo afán, deberían ser consistentes y estar orientados a fortalecer una dinámica académica que haga posible poner en marcha, sostener y reactivar, periódicamente, no sólo el cotidiano “trabajo” académico, sino también lograr el generar y “alimentar”, en simultaneidad, un movimiento continuo de esfuerzos académicos proclives al estudio y a la investigación,  que faciliten su realización, hasta por parte de los alumnos, quienes, de ese modo, pueden descubrir las debilidades e inconsistencias académicas de lo que estudian,  al grado de poder acompañarlos y ayudarlos, autocríticamente, a poner a prueba la consistencia y potencia educativa de lo que uno  estudia y ellos experimentan, como enseñanza, es decir, lo que ellos aprenden como alumnos para formarse en valores, conocimientos y metodologías, repertorios varios a los que pueda llegar a aterrizar o a utilizar en su entorno, inmediato y mediato, con la consistencia y la flexibilidad requeridas para poderlo tanto comprender mejor como enfrentarlo, o incluso, modificarlo en algún sentido, intelectual y productivo,  que para él fuera novedoso, de alto rendimiento e inspirador de respeto por la humanidad y el ambiente,  en escala adecuada para ser exitoso en términos, por supuesto, también humanos, culturales e históricos, además de económicos, sociales y políticos, en el sentido de llegar a ser o a constituir, todo eso, verdaderos postulados y premisas que inspiren y ayuden al estudiante a reconocer, probar, fortalecer y disfrutar una democracia incluyente, en un medio ambiente políticamente sano en todos los aspectos.

Con todo, el punto de partida para definir y precisar, in situ, lo que al alumno aprende, en Ciencias Sociales, consiste, creo, en promover estudiar la realidad social in mediata de la localidad y región, vista como objeto de estudio a investigar, conocer e incluso, a influir y transformar mediante la educación; por ello, tanto el conocimiento de la tecnología, como el conocimiento del conocimiento, con los que ella se produce y en ella se comercia, o bien, los modos en que se le usa y se consume, a su momento, serán una de las bases a definir, mediante la colegialidad académica, organizada en debate,  la permanencia de lo académico, o bien, impulsar y hacer los cambios de lo que se debe aprender, comprender, indagar y experimentar en ella, como su sociedad concreta, durante otra fase temporal.

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