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sábado, 20 abril, 2024
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La inflación en 2017 y lo que se espera en 2018

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Por: ARTURO HUERTA GONZÁLEZ •

La inflación en 2017 cerrará entre 6.78 o 6.8 por ciento, que es el nivel más alto desde el año 2000 que fue de 8.96 por ciento. Ello es resultado del fracaso de las llamadas políticas macroeconómicas de “estabilidad” (altas tasas de interés y disciplina fiscal) tendientes a restringir el crecimiento de demanda para estabilizar el tipo de cambio y reducir la inflación. Tales políticas han atentado sobre el crecimiento de la inversión productiva, como sobre la productividad y la producción, y han generado presiones sobre el sector externo, que terminan presionando sobre el tipo de cambio, como sobre los precios.
El rezago de que ha sido objeto el sector energético, como el sector agrícola y manufacturero, derivado de las políticas de austeridad fiscal, han contraído la producción interna de tales bienes, y han llevado a incrementar las importaciones de las gasolinas, como del gas, y de los productos agropecuarios y manufactureros. Ello lleva a que la devaluación del peso pase a incrementar el costo y precio de los productos importados, repercutiendo en la inflación que enfrentamos. Las políticas macroeconómicas de “estabilidad” han sido incapaces de compatibilizar crecimiento económico y baja inflación. La baja inflación alcanzada en los años pasados no tenía sustento endógeno, sino descansaba en el dólar barato que predominó hasta mediados de 2014, que abarataba el precio de los productos importados. Ello se logró por los altos precios internacionales del petróleo, así como por la entrada de capitales, derivada del proceso de privatización y extranjerización de la economía, como de las altas tasas de interés internas. Al caer el precio internacional del petróleo, como la entrada de capitales, se da la devaluación del peso y se incrementan los precios de los productos importados, lo que aunado a los rezagos productivos internos, nos llevan a la inflación. El gobierno trata de frenarla con las políticas de austeridad fiscal (contracción del gasto público) y con el alza de la tasa de interés para contraer demanda, como si el crecimiento de ésta fuera la causante de la inflación. A pesar de la caída de la demanda y del mercado interno, la inflación se incrementa. Tales políticas, en vez de reducir la inflación, la aceleran, además de contraer la actividad económica, la cual disminuye el crecimiento de la productividad y de la producción, repercutiendo ello en mayores presiones sobre precios. El alza de la tasa de interés, incrementa los costos financieros, lo que desestimula más el crecimiento de la inversión, y además repercute en alza de precios. Se configura así una tendencia recesiva e inflacionaria en la economía nacional.
Por más que las autoridades monetarias y hacendarias dicen que la inflación en 2018 será de 3.96 por ciento, no hay perspectiva alguna de que ello se logre. Las presiones sobre el tipo de cambio seguirán, dadas los desequilibrios en el sector externo, como por la incertidumbre respecto al TLCAN, como por el proceso electoral, y el hecho de que la reserva federal de Estados Unidos seguirá aumentando la tasa de interés, lo que provoca salida de capitales del país, los cuales también se irán por la reducción de impuestos a las corporaciones que se han instrumentado en dicho país. A ello se suman las presiones sobre precios derivadas del continuo deterioro de la producción nacional, como causa de las políticas predominantes. A pesar de la caída de los salarios reales, seguirán las presiones por el alza de los costos de los insumos y productos importados, como de los nacionales. Continuará a su vez el constante deterioro del poder adquisitivo de los salarios y por lo tanto la caída del mercado interno, que contraerá las decisiones de inversión y la actividad económica, a lo que se sumará la disminución de las exportaciones que se derivarán de las políticas proteccionistas que instrumentará Estados Unidos.
El gobierno mexicano enfrenta la disyuntiva de flexibilizar algo el gasto público para reactivar la economía y obtener mejores resultados electorales, o seguir con las políticas de austeridad (restricción del gasto y alza de la tasa de interés) para frenar la inflación y la devaluación y así seguir favoreciendo al capital financiero, como lo ha hecho hasta ahora y tratar así de frenar la salida de capitales. De hacer lo primero, generará presiones de demanda sobre precios, debido a que no hay capacidad productiva que haga frente a la mayor demanda, y de continuar con más de lo mismo, acentuará el desempleo y la contracción de la actividad económica, sin lograr reducir la inflación. El problema es que lo económico no está en el debate de aquellos que aspiran a la presidencia del país, ni a ocupar un escaño en el Congreso.

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