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jueves, 28 marzo, 2024
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Zapata y el zapatismo siguen vigentes por “su rechazo a todas las fracciones de la burguesía”

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

  • El derecho de los pueblos de autogobernarse es una tremenda enseñanza: Arturo Burnes
  • El movimiento que encabezó “nunca se dobló y tuvo que ser destruido, barrido con tácticas de guerra incluso imitadas por el imperialismo estadounidense en Vietnam”
  • En el plano personal, por ejemplo, tuvo rasgos que lo convirtieron en una leyenda en el pueblo y también entre los intelectuales, opina el docente universitario

Después de 107 años de iniciarse la Revolución Mexicana, Emiliano Zapata y el zapatismo siguen vigentes en el imaginario social por “su rechazo a todas las fracciones de la burguesía, por su planteamiento de no tomar el poder del Estado y que el pueblo tuviera la capacidad de autogobernarse”, opinó Arturo Burnes Ortiz, profesor de la Unidad Académica de Economía de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).

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Aunque para algunos ese precepto es una debilidad, desde su punto de vista se trata de una propuesta de autogestión “contra el estatalismo y el representacionismo eterno del pueblo mexicano que para mí es una gran tragedia, todo esperarlo del representante”.
Puntualizó que el zapatismo no se pronunció por un nuevo Estado, pero al tomar las armas automáticamente se colocó en contra de este. En ese sentido, en uno de los puntos principales del Plan de Ayala señala que “desconocemos como presidente al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la Revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios”.
Es decir, el zapatismo buscaba la recuperación y reparto de la tierra, pero también el derecho de los pueblos de autogobernarse: “eso es lo que hace muy singular y es una tremenda enseñanza del zapatismo en la historia del siglo 20 y aún en la actualidad”.
El movimiento encabezado por Emiliano Zapata “nunca se dobló y tuvo que ser destruido, barrido con tácticas de guerra incluso imitadas por el imperialismo estadounidense en Vietnam”.

El ataque al zapatismo no solamente se realizó por parte del ejército federal porfirista, sino también por Francisco I. Madero, quien envió a Felipe Ángeles a combatir al Ejército Libertador del Sur, según expuso Burnes Ortiz.
Ello indica que “Zapata fue el verdadero enemigo del poder: militarmente lo combatieron los porfiristas, lo combatió Madero y lo combatieron después los Constitucionalistas victoriosos de la Revolución Mexicana. Yo digo que era el verdadero enemigo de clase de este poder emanado de la Revolución”.

Hay otras razones por las cuales Emiliano Zapata fue un personaje singular. En el plano personal, por ejemplo, tuvo rasgos que lo convirtieron en una leyenda en el pueblo y también entre los intelectuales.
“Él era carismático, tenía un gran valor personal, una firmeza político-ideológica a toda prueba (y la prueba está en que no lo pudieron comprar a pesar de ofertas fabulosas de Madero) y una claridad muy grande respecto al ideal a perseguir, a diferencia de Pancho Villa. Por eso es tan entrañable, tan singular y tan importante la figura de Zapata”, indicó.
Asimismo, recordó que Emiliano Zapata tuvo la capacidad de codearse con intelectuales brillantes de la época como Gildardo Magaña, Antonio Díaz Soto y Gama, Manuel Palafox, Octavio Paz Solórzano, entre otros.

“Todo ello nos habla de una personalidad muy compleja que no se encierra en el terruño, que es un campesino arraigado a su tierra y a su gente pero capaz de alzar la mira y aprender conforme avanza el proceso y el movimiento de la Revolución”, dijo Burnes Ortiz.
Lo más importante de Emiliano Zapata y el zapatismo, señaló, es que nunca luchó por el poder presidencial como sí lo hicieron Venustiano Carranza, Álvaro Obregón e incluso Francisco Villa, quien fue gobernador de Chihuahua, hizo coqueteos con el poder y al final pactó, hizo un armisticio tardío y a cambio de la Hacienda de Canutillo dejó las armas.
Reiteró que la mayor aportación del zapatismo es una concepción en la que triunfen las reivindicaciones sociales sin tomar el poder, esto es, que el pueblo construya desde abajo su propia forma de gobierno y que “el éxito o el fracaso del movimiento se mida con la realización o el fracaso de los ideales independientemente del tiempo”.
“Aquí tenemos una diferencia de proyecto muy diferente al del pequeño propietario como Villa u Obregón. Para ellos el modelo adecuado era el norteamericano de la granja pero ligado al mercado individualmente. En el caso del zapatismo el proyecto era al comunal y el respeto al derecho de los pueblos a gobernarse”.

Por otra parte, comentó que la Reforma Agraria impulsada por Lázaro Cárdenas parecía que reivindicaba la figura de Emiliano Zapata, puesto que repartió más de 18 millones de hectáreas a millones de ejidatarios e instauró un sistema de educación y de salud muy importante, pero los ideales revolucionarios paulatinamente hasta 1982, cuando de instauraron políticas neoliberales.
A 100 años después de concluir el proceso revolucionario, Burnes Ortiz manifestó que el campo es muy diferente al de 1910, pero a pesar de ello “sigue siendo un verdadero desastre y es parte de la crisis económica y social de México. Incluso yo diría que el verdadero drama del país no es la corrupción, sino la situación del campo en el marco global de la desigualdad social”.
En la época del Porfiriato había 13 millones de campesinos, equivalente a 80 por ciento de la población, mientras que en la actualidad suman 20 millones, pero representan sólo el 20 por ciento de la población.

El sector agropecuario aporta en la actualidad apenas el 4 por ciento al Producto Interno Bruto, el cual se redujo en pocos años porque en la década de los 90 del siglo pasado era del 8 por ciento, mientras que 7 de cada 10 agricultores subsisten por el autoconsumo.
“El campesinado cumple un papel muy relevante y su cometido social es fundamental, es la esencia del México profundo, pero a pesar de ello se ubica en los niveles más bajos de bienestar, porque de acuerdo con la FAO, 8 de cada 10 personas en el campo son pobres y la mitad de ellas se ubica en la franja de la miseria. Es una gran deuda social y una muestra de la injusticia hacia el campo al cual el capitalismo no le ha regresado lo que históricamente le ha proporcionado para su acumulación y reproducción”, agregó.
En ese sentido, aseguró que el ideario revolucionario de Emiliano Zapata sigue vigente y permitiría saldar la deuda histórica que persiste con la población campesina, pero ello implicaría un nuevo pacto social ciudad-campo que reconozca la importancia de ese sector de la sociedad.
La lección del zapatismo, entonces, es su actitud ante el poder, es decir, la organización social, popular e independiente del Estado que se refleja en la autonomía y proyecto propio que hace frente al capitalismo, precepto que prevalece en los Caracoles del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, explicó Burnes Ortiz.

Sin embargo, ya no son solamente los zapatistas, sino que muchas comunidades enfrentan al capitalismo con procesos de autogestión y autogobierno. Es decir, “sí se puede luchar contra la consigna de Ernesto Zedillo que decía: ‘no hay más ruta que la nuestra’”.

 

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