La Gualdra 317 / Río de palabras
Para Jánea Estrada
Hasta donde sus ojos alcanzaban a ver eran dunas. Un mar de arena. Y la resolana inclemente. Y que si miraba con atención, éstas se movían. Las dunas cambiaban de lugar. Crecían. Disminuía su tamaño. El calor del sol era insoportable. Resultaba difícil caminar sobre esa superficie movediza. Estaba encandilado. Los rayos del sol se reflejaban en los granos de arena. No había nada donde guarecerse de las inclemencias de los rayos solares. Una roca. Una cueva. Árboles. Sólo arena. El viento caliente movía la arena de las dunas. Agobiado por el calor se desplomó, cayó de bruces. Dio una brazada, pero los brazos se enredaron en la sábana, con la colcha… Se golpeó la cabeza con la esquina del buró… despertó.