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viernes, 29 marzo, 2024
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Programa Asistencial de Consulta a Escuelas (y a Padres)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

En la actualidad, entre todos los problemas que afectan a la sociedad, destaca el cambio vertiginoso a que están sujetos los usos y costumbres, los cuales rebasan continuamente a aquellos que son sostenidos por la tradición, y que son cambios para los que no siempre se está preparado como sociedad, instituciones, como familia y como individuo. De repente, mucho de lo que se había mantenido estático y sin cambios por largos períodos de tiempo, ha salido de su cauce. La vida en sociedad se ha transformado en formas que parecen caóticas o fuera de todo control. Las instituciones no han sido la excepción y las escuelas de todos los niveles manifiestan dramáticamente este fenómeno. La fase de enseñanza primaria es la que manifiesta el inicio de todas las evidencias de aparente descomposición en el desarrollo educativo de de la población estudiantil. Es ahí donde comienzan a mostrarse las audacias que se van formando y arrastrando hasta la culminación de los estadios del esquema educativo, entre ellos destacan problemas graves como el reto a las figuras de autoridad; la agresividad y la violencia entre alumnos y en ocasiones hacia los maestros; la sexualidad descontrolada; la vagancia y pandillerismo; la naciente adicción al chismorreo generalizado vía redes sociales y la imitación permanente de actos de apariencia delictiva, por citar las más importantes. Por desgracia, aunque se manifiestan con más intensidad dentro y alrededor de los centros de enseñanza, se puede presumir que su origen viene desde el hogar, donde debido a múltiples circunstancias, se van fortaleciendo y se manifiestan en las calles y los centros de formación. A partir de ahí hay infinidad de opciones por seguir y un número indiscriminado de finales probables muchos de ellos con desenlaces lamentables.

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Aparentemente no hay manera de contrarrestar este fenómeno, principalmente, porque no hay quién lo intente, al menos; los padres de familia están más preocupados por los aspectos económicos y sociales que afectan al núcleo familiar que aquellos que, derivados de aspectos educativos y psicológicos pudieran aportar fundamentos sólidos para una relación armónica. A las instituciones de enseñanza sólo les llega a preocupar cuando la lumbre les llega a los aparejos, los estudiantes lo ven como algo típico para su edad y las instituciones gubernamentales nunca mueven un dedo hasta que se les ahoga el niño y luego no saben cómo tapar el pozo. Es decir que, por más que se cantaletee al respecto, no existen estrategias sólidas de prevención. Lo más triste del caso es que este fenómeno aparece no tanto por ignorancia generalizada o mala fe, sino porque las instituciones, los centros de enseñanza, los padres de familia y la familia en sí, no han tenido un entrenamiento adecuado para sortear los problemas cotidianos de interacción, sustituyendo la relación armónica y asertiva, con episodios emocionales de alta intensidad, la distribución de culpas, el estereotipo y la descalificación. Las instituciones están más preocupadas por cumplir con sus formas y descuidan los fondos, precisamente porque no hay cómo encarar los problemas, casi siempre por falta de presupuesto, especialmente en las áreas de educación, cultura, deportes y convivencia civilizada, el cual se destina a aspectos aberrantes como el mantenimiento de partidos políticos, el cultivo de imagen de funcionarios e instituciones o el incremento de presupuestos que tienden a fortalecer la beligerancia en muchos aspectos de la vida diaria a pesar de la tradición pacifista del país. La única intervención que existe es más bien reactiva y en lugar de proponer soluciones constructivas, se pretende aplicar la ley del talión: la única forma de abatir la violencia, se pretende que sea a través de la violencia. A eso, en buen cristiano, se le denomina círculo vicioso.

Existe una demanda de servicios de asesoría, entrenamiento y la demanda de servicios terapéuticos en las escuelas de los diversos ciclos (desde kínder hasta educación superior) que van más allá de las tareas de los psicólogos escolares o pedagogos contratados en los centros de enseñanza para detectar algunas anomalías de comportamiento en clase o relacionadas con el rendimiento escolar. No siempre es fácil acceder al servicio, existe poca información sobre la comunidad de profesionales de la psicología, trabajo social o pedagogía y a veces es costoso o complicado acceder al entrenamiento, por lo que suele ocurrir que se pase por alto el trámite, se caiga en manos de charlatanes o que los afectados hagan procedimientos engañosos apoyándose en actos de corrupción para salir del paso de las observaciones que al respecto hacen las direcciones de las escuelas. A pesar de la creciente demanda que se hace desde las escuelas de todos los niveles, no existen datos confiables que permitan tener un diagnóstico sobre cuántos estudiantes y padres de cuantas escuelas han sido urgidos para enfrentar estos problemas.

Urge la aplicación de servicios de asistencia y asesoría holística a familias y escuelas cuyos problemas de comportamiento y actitudes de parte de los estudiantes y algunas veces de los padres de familia haya sobrepasado la capacidad de control por parte de los maestros y la institución. Hay más de cincuenta años de experiencia respaldando esta propuesta y una teoría del aprendizaje amparada por investigación y resultados exitosos. Lo único que queda por hacer, es intentarlo. ¿Quién se atreve? ■

 

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Cel. 492-109-4668

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