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martes, 23 abril, 2024
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La corrupción: del Porfiriato al socavón

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Por: Rodrigo Reyes Muguerza •

Carlos Tello relata un episodio memorable en la excelente biografía que publica sobre Porfirio Díaz. Durante la intervención francesa, siendo Diaz jefe del Ejército de Oriente, Adolfo Alcántara, uno de sus tenientes, recibió un castigo ejemplar por abusar de su posición. Lo que pasó fue que después de una expedición en Chiapas, Alcántara regresó desplegando un nivel de lujo que resultó ofensivo para sus compañeros quienes vivían en raquíticas condiciones.

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¿Cuáles eran estos lujos? Principalmente dos. El primero tenía que ver con el traje de charro de Alcántara el cual tenía la botonadura de plata. El segundo, con su silla de montar ribeteada de oro y adornada con joyas robadas de las iglesias. ¿Qué hizo Porfirio? Primero le llamó la atención, pero la amonestación poco le importó a Alcántara. Como resultado, Díaz tomó la decisión de quitarle todas las joyas a Alcántara, mismas que dedicó a acuñar monedas para poder ayudar a las tropas. Finalmente, Díaz decidió expulsar a Alcántara del Ejército de Oriente.

Evidentemente la trayectoria y las decisiones de Diaz, en lo general, están lejos de emular el ideal de democracia que buscamos. Sin embargo, la anécdota del general Alcántara demuestra de que manera, en algún momento de su vida, Diaz castigaba a todo aquel que cometiera actos de lo que hoy llamamos corrupción.

Algunos años más tarde, la Revolución Mexicana lograría poner fin al Porfiriato. Para conmemorar el centenario de la revolución (y el bicentenario de la independencia del país), el entonces Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, decidió construir la Estela de Luz. Es por todos conocido que la construcción de esta obra estuvo plagada de irregularidades y se trató de un monumento sin ningún significado que hoy en día se encuentra en pésimas condiciones.

Hace algunos días apareció un socavón en el paso exprés de Cuernavaca. El incidente tuvo como resultado la trágica muerte de dos personas que cayeron en él. Relatan que, aún con vida, los automovilistas lograron llamar por teléfono para pedir ayuda. Fue inútil, su tiempo se acabó cuando el oxígeno se consumió. Resulta ser, que la compañía encargada de construir el paso exprés es la misma que estuvo a cargo de construir la estela de luz.

Historias como esta, donde los corruptos son premiados en lugar de ser castigados son bastante comunes en México. Es cierto que resulta difícil culpar a Gerardo Ruiz Esparza, actual Secretario de Comunicaciones y Transportes de lo sucedido en el paso exprés. Debajo de él, en la estructura orgánica de la Secretaría hay quienes probablemente también estuvieron involucrados en la licitación. Estos empleados fueron los responsables de recibir de conformidad la obra. Como parte de este proceso se debieron de realizar estudios estructurales (evidentemente siempre hay fallas ocultas) que tal vez, de haber sido realizados con la rigurosidad necesaria, hubieran evitado el incidente.

Además, la polémica empresa a cargo de construir la vialidad arrastra su mala fama desde el sexenio panista, mismo partido que hoy pide la destitución del Secretario. No se puede ser un purista en estas cuestiones cuando dicha empresa debió de haber sido inhabilitada en tiempos de otro sexenio. Sea como sea, lo que resulta increíble es como los hechos poco a poco se van olvidando. Escribo esta columna dos semanas después del incidente y cada vez menos gente habla de esto. Muy probablemente nada cambie, el secretario seguirá en su puesto, se harán las justificaciones que se tienen que hacer y cuando menos lo pensemos la empresa estará construyendo otra obra y Ruiz Esparza tendrá otro cargo.

Pensémoslo un poco más. Pensemos en los familiares de quienes murieron por culpa de las fallas de la empresa. En ningún país que aspire a ser desarrollado este tipo de casos quedarían impunes. En ningún país medianamente respetable podemos pensar que una vialidad tendrá un hoyo gigante meses después de ser inaugurada y que las autoridades no tengan el valor de castigar el hecho. Independientemente de si es culpable o no, si hubo corrupción o no, Ruiz Esparza debe de renunciar porque los errores en su gestión y en su forma de delegar responsabilidades causaron la muerte de dos personas. El que esto no suceda solo demuestra lo selectiva que es nuestra justicia.

Cuando la guerra de intervención incrementó su intensidad y cuando las tropas de la república necesitaron hombres de valor, Porfirio Diaz reincorporó a Alcántara a sus filas. Alcántara arriesgó su vida para restaurar la república y poder limpiar su nombre. Poco a poco logró recuperar su reputación en cada una de las batallas donde participó. A diferencia de Alcántara, quien tuvo que poner en juego su existencia para recuperar su reputación, los actuales funcionarios están exentos del escrutinio público y no solamente no arriesgan su integridad sino que ponen en riesgo la vida de los ciudadanos que juraron servir.

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