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jueves, 28 marzo, 2024
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Los infortunios de vivir con un gato

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 302 / Río de palabras

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Un gato en casa es una compañía extraña. Podrías decir que es tu mascota, pero a veces parece ser lo contrario. Un perro, la mascota por excelencia, te ofrece compañía y cariño sin importar cómo lo trates, si le das de comer o no. Para el felino estas convenciones parecen no funcionar, pues te exige alimento cuando le da la gana, se acomoda y duerme sobre tu ropa recién planchada, te roba el espacio de la cama, se come tu comida sobre la mesa o la estufa si te descuidas, se ausenta de casa por días y cuando regresa, aunque sean las tres de la mañana, quiere comida en su plato.

No hay que dejarse engañar, pues cuando son pequeños perecen adorables, juguetones y confiables, pero una vez que crecen se hacen independientes y toman el control de la casa. Si tus amigos no les caen bien, seguramente lo demostrarán con algunos ruidos amenazantes y, por el contrario, harán hervir su interior para mostrar su simpatía. Si la chica con la que sales es del gusto de la alimaña que se apoderó de tu vida, harán complicidad para hacerte las cosas más difíciles cada vez; si no lo es, es cuestión de tiempo para que ella se harte y jamás regrese, después de que encontró su ropa llena de pelos, su bolsa desgarrada por unas terribles uñas o con una peste que tardará semanas en desaparecer.

Es imposible ponerte a hacer cualquier actividad tranquilamente porque el animalejo en cuestión demanda todo tu tiempo. Si estás escribiendo un artículo para tu editora exigente, seguramente el felino encontrará que el mejor lugar para estar cómodo es precisamente arriba de tu teclado. Si estás acostado con unas palomitas dispuesto a ver una película, es mejor que te olvides porque el sitio más confortable será tu pecho, justo entre tus ojos y la pantalla. Si tienes prisa por salir, el gato lo percibirá y saldrá antes que tú para meterse dentro del motor del auto para que no lo puedas prender, y aunque quieras hacerte el tonto y encender el coche para ver si la banda y los engranajes le cogen y lo hacen trizas, éste ejerce una extraña fuerza parecida a la simpatía y lástima que te obligará a gastar por lo menos diez minutos de to valioso tiempo al tratar de sacarlo de ahí.

En fin, la fuerza de manipulación de este animal es tan grande como los ojos de “por favor” que pone una mujer cuando quiere algo, y del mismo modo, su furia es tan peligrosa como la de la mujer cuando te dice que no le pasa nada con esa voz gélida como el invierno más crudo.

Por desgracia, el hombre que ama a los gatos y a las mujeres, seguramente tendrá que vivir toda esta serie de desdichas, pues una vez que cae en las redes de estos dos seres, no hay fuerza que le haga desistir de entregarse por completo y olvidarse de la libertad y el libre albedrío, ni siquiera una limpia con el mejor brujo o chamán podrán liberarle de esa carga.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_302

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