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viernes, 29 marzo, 2024
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Posibilidades y salidas

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Curioso, pero no tanto. A los cambios de Gobierno, se supone y desea, sean para mejorar, aunque cualquier mejora política o de política, está ligada a los intereses e incluso, a las ocurrencias de quién o de quienes triunfan en las elecciones y ansían impulsar sus propuestas o programas, concretos. Por supuesto, en un ambiente cívico y político, postelectoral, pueden reiniciar o arrancar diversidad de opciones En Estados Unidos se supone a la elección de Trump, haber sido en la campaña y ser hoy, una plataforma, real o imaginaria, para emprender y poner en marcha la realización múltiples opciones políticas, económicas, culturales, etc., o bien, para desplegar la normalidad anterior. Si se trata de novedades a implantar, se requiere capacidad, potencia y fuerza, e imaginación, se supone, para generar o impulsar una nueva fase de desarrollo, al que se quisiera ver, como generador de múltiples e innovadoras posibilidades, para todos sus habitantes, cuyo conjunto nacional, son un gama de diversidades, culturales y étnicas, etc. Uno puede pensar, eso ocurriría, al arribar Trump. No obstante, bajo el amparo simbólico de su llegada a la Presidencia de los EUA, sucedió y sucede algo que parece increíble y nos lo muestra la invaluable, la entrega de David Brooks, “American Curios”, publicada en La Jornada del día de ayer, 26.06.17, intitulada “CHOQUES”, cuyo primer párrafo resulta apabullante, son varias líneas sin desperdicio para la preocupación y para la reflexión: “Desde la elección de Trump, 20 Estados están elaborando o ya promulgaron nuevas leyes para limitar y hasta suprimir actos de protesta. Algunos incluyen medidas punitivas, como hasta cinco años de cárcel para aquellos que obstaculicen calles o carreteras durante marchas y manifestaciones, la prohibición de máscaras o disfraces, una que criminaliza gritos no respetuosos contra funcionarios públicos, la expulsión de estudiantes de universidades públicas por participar en actos de protesta violentos y hasta otorgar inmunidad a conductores de vehículos que atropellen a manifestantes.”

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Ir en reversa, parece el sentido deseado en el que “20 estados” quieren hacer y escribir su historia y aquí surgen, de manera inevitable, preguntas para tratar de entender en lo inmediato, imaginar y preguntar, no hay de otra: – Y a los paisanos, a los residentes legales allá, a los mismos americanos, ¿cómo les va a ir, con la aplicación de esas políticas puestas en marcha, al abrigo de Trump? ¿Cómo serán tratados, los paisanos, al aplicarles tales propuestas, igual que a los “naturales” de allá? ¿Qué espera a los ilegales, aparte de la espada de Damócles, como plausible o real, encierro o deportación? Sin duda, la mejor opción de defensa y justicia son ellos mismos, su desempeño y emprender su organización, en torno y con base en mantener incólumes, sus derechos  humanos y luchar por ellos.

Lucha que comienza en una vida y una cotidianidad, sociales, trizadas, desde el inicio, por desigualdades, situación y dinámica a la que, por ejemplo, Joseph Stiglitz, el famoso premio Nobel de Economía estadunidense (2001), sintetiza con acierto: “El 1 por ciento de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, pero hay una cosa que el dinero no puede comprar: la comprensión de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99 por ciento”.

Fuera, pues, o lejos de la cultura de manual, Víctor Flores Ólea, convoca a acercarse a la comprensión del “contenido en las obras de Marx y Lenin,” para entender que “en las sociedades que hicieron la revolución, (no fueron) las más avanzadas industrialmente, que debieron ser la “patria natural” del socialismo, … sino que más bien se dio en los países que buscaban su plena independencia y el uso pleno de su soberanía (por ejemplo, Cuba o Vietnam): es decir, en sociedades en lucha por su liberación, “de sus cadenas coloniales o imperialistas”.

Mientras existan desigualdades básicas para vivir y a eso son muy sensibles las clases medias, el corolario sería, paradójicamente: la lucha debe continuar… pues el neoliberalismo las depreda, de continuo. Como describe Flores Olea: la exigencia perentoria de satisfacer nuevas necesidades que tienen sobre todo las clases medias, las que desde hace un tiempo, en su formación lenta pero constante, serían el real motor del desarrollo, mucho más que el indefinido “mercado interno” sin exigencias especiales. Habría que continuar sobre esta reflexión: la clase media como protagonista histórico. ■

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