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miércoles, 24 abril, 2024
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“20 minutos al día”… campaña fofa

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

En alguna entrevista confesó el escritor argentino Jorge Luis Borges que, cuando fue invitado a dictar clases de literatura en la Universidad de Buenos Aires, lo primero que decía al iniciar el semestre era, palabras más palabras menos: “Me parece que aquí hay un fraude, pues les han dicho que les voy a enseñar literatura, y yo creo que la literatura no se enseña: se contagia. Así que vendré a la hora de cada clase y me pondré a hablar sobre libros y autores que han marcado mi vida. Ustedes me escuchan y, si algún título o nombre les llama la atención, lo anotan y lo buscan en la biblioteca”.

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Retomo el pasaje porque no sólo pienso lo mismo que el Maestro, sino que también, a partir de esto, descreo que la cantante Belinda o el futbolista Zague y su esposa la conductora de noticiario o los de Bronco o cualquier otro “artista” realmente muevan a la población a leer nomás porque aparecen en televisión, radio y carteles y dicen que leer 20 minutos al día te hará mejor persona.

En primer lugar, la lectura no necesariamente te hace mejor persona. He conocido a adolescentes que han leído Cien años de soledad y sólo aprendieron a portarse mal de un mejor modo. He conocido a muchachas que han leído Arráncame la vida, de Mastretta, y comenzaron a pelear al novio. He conocido a amigos que leyeron La vida inútil de Pito Pérez, Estas ruinas que ves, de Ibargüengoitia, o Wilt, del inglés Robert Sharpe, y desarrollaron un humor más negro.

La lectura, eso sí, ayuda a potenciar la capacidad de pensamiento. A fin de cuentas recordemos que se reconocen nueve inteligencias, y la lectora es sólo una de ellas.

En segundo lugar, insisto, no he visto jamás a alguien que, al ver a Julieta Venegas o Reik en la tele diciendo “Lee 20 minutos al día”, tome el control remoto, apague el aparato y comience a leer un libro. En serio: nunca he visto tal.

La lectura se da por imitación, por gusto, por curiosidad. Pueden estar las tres causas o sólo una de las tres. Existe quien dice: “Yo comencé a leer porque en mi casa había libros”, y eso está bien. Existe quien dice: “Yo comencé a leer porque me encantan las historias de la Edad Media”, y también es bueno escucharlo. Existe quien dice: “Yo comencé a leer porque deseaba saber cómo comenzó el PRD como partido”, y también se vale.

Todo eso he escuchado e incluso el que alguien se enamoró de la lectura porque cuando era niño le leyeron La peor señora del mundo, de Francisco Hinojosa, o porque su profesor favorito no soltaba El principito o El conde de Montecristo. Imitación, gusto y curiosidad, creo, son factores poderosos, pero no una recomendación de alguien que, aunque esté patrocinado por el Consejo de la Comunicación Voz de las empresas, quizá no lee más que nosotros, aunque ante pantalla y micrófono insista en que sí lo hace. Me parece que eso es sólo una campaña fofa, y como tal queda. ■

 

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