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jueves, 28 marzo, 2024
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Les fantômes d’Ismaël de Arnaud Desplechin abre el 70 Festival de Cannes

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Por: CARLOS BELMONTE GREY •

  • Arnaud Desplechin. Director de Los fantasmas de Ismael.

Comenzó el 70 Festival de Cine de Cannes y la película con el honor de dar el banderazo de salida fue Les fantômes d’Ismaël dirigida por Arnaud Desplechin en la categoría Fuera de Competición de la Selección Oficial (a recordar que en la Selección Oficial del festival hay categorías que no compiten por ningún premio sino que reciben únicamente el reconocimiento y la etiqueta de calidad). El pase de prensa a las 10 de la mañana tuvo lugar en la Sala Debussy, y como se esperaba, las filas fueron largas; menos mal que el día estaba soleado pero no caluroso.

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La cinta está estelarizada por Mathieu Amalric, Marion Cotillard, Charlotte Gainsbourg, Louis Garrel y Alba Rohrawacher con diálogo y argumento del propio Desplechin. El director no pierde línea y mantiene el rumbo de su tema favorito de los últimos años (Trois souvenirs de ma jeunesse 2015): el artista bohemio irrisorio, mentalmente inestable y desesperanzado.

La historia es el relato del sufrimiento de un padre y un esposo cuya hija/esposa decidió desaparecer hace 21 años sin dejar nota ni explicación: “era tu sombra y eras un muy pesado para ella; conmigo, fue también mi sombra pero yo era muy débil para ella: la ahogamos”, explica el desaliñado, de tres días sin afeitar, cabellos grasos y ojeroso Amalric en el papel de Ismael, el hombre abandonado.

Amalric, Cotillard y Gainsbourg forman un trío de amor y desesperación, de celos y posesión, de compromiso intelectual y vicio instintivo; Garrel y Rohrawacher –las ficciones dentro de la ficción-, son los amantes cómplices, los locos espías del gobierno francés, los ángeles que desaparecen sin dejar huella perseguidos por no se sabe qué ni quién ni por qué. Los pasados de cada uno pesan en el presente, bien que ellos mismos sólo quieran disfrutar el presente; unos continuarán moviéndose y otros cortarán para centrarse en el futuro.

Desplechin y Amalric repiten, como lo hicieron en Cannes con Jimmy P. (2013) cuando compitieron entonces por la Palma de Oro, el agobio por el sueño, el dormir y las pesadillas; si con Jimmy P. el asunto se veía desde el psicoanálisis, con Les fantômes d’Ismaël es desde lo psiquiátrico y creativo: el primero para proponer una cura radical adormeciendo o extirpando esa parte del cerebro que turbia la mente; y el segundo con alcohol y el no dormir para huir de los fantasmas que agobian la mente. Igualmente, como hicieron para Comme je me suis disputé… ( ma vie sexuelle) en 1997, el director y el actor insisten en apuntar el deseo sexual y la desnudez como principio de las parejas y de los juegos de seducción.

Todo este embrollo de asuntos lo describió el propio director: “Me parece haber inventado una pila de platillos de ficción, que estrellé contra la pantalla. Los platos están rotos, pues bien, el filme quedó concluido… pero ¿por qué he tenido necesidad de estrellar de esta manera todos estos fragmentos de historias? Es porque estas tres mujeres nacieron de estos pedazos. Una mujer amada, el recuerdo de una mujer desaparecida y una duendecilla. Estas ficciones están dedicadas a ellas”.

 

Entre la literatura y la fantasmagoría

Desplechin consigue con Los fantasmas de Ismael desplegar su gusto por el uso del recurso retórico y la recuperación de esquemas clásicos del cine:

Por los primeros nos referimos a la construcción literaria del argumento en dos figuras de la retórica: por una parte una evidente mise-en abisme en evolución; es decir, Amalric/Ismael es el escritor y director de sus propias películas, cuyos personajes van apareciendo desde su construcción en la escritura en papel hasta su conclusión en el rodaje de la subpelícula. El segundo es la utilización de la anagnórisis (el reconocimiento de un personaje por el encuentro de él en otro personaje); lo que aquí sucede es ver en los personajes creados por el artista rasgos del autor y de su familia. Estos dos recursos le permiten formar entramados que cruzan temporalidades y espacios diacrónicos. Hasta aquí en lo que respecta a la parte, digamos, literaria de la cinta.

El segundo elemento es lo cinematográfico. Al tratarse de una desaparición y, en seguida, aparición, Desplechin recurrió a elementos de lo fantasmagórico: las transparencias por velos en la vestimenta y los segundos planos saturados de luz a través de ventanas y puertas que hablan de llegadas a presencias observantes y que, por tanto, no corresponden a las clásicas contratomas de la mirada; cámaras en zoom sobre un personaje que se retiran en veloces travellings en retroceso abriendo el campo para crear el vértigo de una presencia no material; y por último, los ruidos detrás de la puerta. Estos recursos hacen creer que el regreso se puede tratar simplemente de uno de las tantas pesadillas que martirizan al artista.

El filme Los fantasmas de Ismael será distribuido por Le pacte y seguramente esto facilitará su exportación en los cineclubes latinoamericanos que, bien que tarde, consiguen jalar cintas de autor.

 

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