Donde se ventila la vida como si fuera un murmullo,
como si fuera un puro murmullo de la vida…
Juan Rulfo
Para Pilar, Aida, Alba Amaranta, Rocío, Lilia, Patricia, Edin,
Bernardo, Joseángel, Alma Rosa y Laura
Dicen por ai que todos somos hijos de Pedro Páramo. Y sí, todos somos hijos de Pedro Páramo. Para decirlo con mayor precisión: todos somos hijos de Juan Rulfo. De Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. Vecino de Apulco, allá por Sayula, Jalisco. Quien nació un 16 de mayo de 1917 y que cumpliría, si viviera, un siglo, cien años. Un centenario. En esta república de las letras, este hombre con aire tímido y de mirada triste, influyó de manera significativa en nuestra manera de escribir narrativa. En nuestra forma de concebir cuentos y novelas. Y no sólo de los escritores nacionales, sino de manera más universal. Antes de analizarlo y estudiarlo sesudamente, a Rulfo se lee con infinito placer. Una y otra vez. Lo leemos llenos de gozo. Yo, en lo personal, sin que me asalte la necesidad imperiosa de analizarlo, lo leo cuando menos una vez al año. Siempre encuentro cosas nuevas. Siempre me vuelvo a asombrar y escucho, al finalizar la lectura, cómo don Pedro se va desmoronando en un montón de guijarros que se van a confundir con la árida tierra.