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jueves, 28 marzo, 2024
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Hazel y los duendecillos

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Por: La Jornada Zacatecas •

(QUINTO LUGAR DEL 5 CONCURSO DE CUENTO CORTO DE LJZ)

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En un pequeño pueblo vivía una niña llamada Hazel, ella vivía con su familia muy feliz, sin ningún problema; todo era bonito en el pequeño pueblo, ya que todas las personas practicaban un valor muy importante, El Respeto.

Hazel tenía una familia enorme, pero había una persona en especial, su hermano Eidan, de 3 años. Un día, Hazel asistió a la escuela un poco tarde; cuando llegó a su clase, se dio cuenta de que la maestra y sus compañeros estaban platicando de un tema que le pareció importante, “Los duendecillos”, unas criaturas malas y horribles, según los compañeros; a la mayoría de sus compañeros le daban temor.

Siguió poniendo atención a la plática y se enteró de que éstos iban en la noche por los niños pequeños, se los llevaban a sus cuevas y de ahí ya nadie sabía que ocurría con estos niños. A Hazel le dio miedo que cuando dieron el toque de salida en su escuela de inmediato se fue para su casa, ni siquiera esperó para despedirse de sus amigos como acostumbraba hacerlo. Llegó a su casa, buscando a su hermano, pero él ya no estaba. Corrió con su madre y le dijo: -¿Dónde está Eidan?-, a lo cual la madre le respondió preocupada: -No lo sé, no lo he visto en un buen rato-. Hazel, de inmediato, salió de su casa recorriendo cada calle, buscándolo y gritando ¡EIDAN,EIDAN! La mayoría de los habitantes le respondían muy enojados y fastidiados por sus gritos: -Ya vete, él no está aquí-. De tantos insultos, Hazel se sintió mal porque sabía que ellos no eran así >¿Dónde había quedado el respeto de los habitantes?< Salió corriendo sin rumbo, y de un momento a otro, ya estaba en el bosque, sola.

Hazel, de tanto correr, se sentó en una piedra junto a un arroyo y se puso a pensar lo de los habitantes, pero se dio cuenta que ella tenía la culpa por gritar desesperada buscando a Eidan, pero, por otra parte, estaba bien hacerlo, ya que así le daría oportunidad de encontrarlo. Comenzó a llorar y sintió como si alguien le hubiese abrazado el pie; miró hacia abajo y vio a un duendecillo; dio un pequeño salto del susto, pero el duendecillo le dijo: –Mantén la calma, no te haré daño-. Hazel tuvo curiosidad y lo comenzó a tocar haciéndole preguntas tontas; hubo un momento en el que Hazel le preguntó: -¿Se llevan a los niños pequeños? El duendecillo no respondió, la tomó del brazo y la llevó a una cueva que quedaba en la cima de una pequeña montaña; al inicio, ésta se veía fea, pero entraron y Hazel se sorprendió, pues había cristales que hacían que la luz pareciera un arcoíris; más al fondo, había mucho niños jugando con duendecillos por todos lados y ahí estaba él. -¡EIDAN!- gritó Hazel. Eidan corrió dándole un caluroso abrazo. Hazel comenzó a llorar de la alegría diciéndole al duendecillo: –Gracias-. Éste sólo sonrió, pero Hazel tenía una duda y no esperó para preguntarle: -¿Para qué los traen aquí?- El duendecillo le respondió: –A veces nosotros necesitamos a alguien que nos quiera como a ustedes-. Hazel le preguntó: -¿Pero por qué a ellos? Y el duendecillo le dijo: –Porque ellos son los únicos que nos dan cariño y felicidad, los únicos que no se asustan al vernos, los únicos que saben apreciarnos-. Hazel puso una sonrisa de oreja a oreja, dándole un fuerte abrazo al duendecillo y agradeciéndole por mostrarle ese maravilloso lugar y dejar que se llevara a Eidan. Hazel se despidió de todos los duendecillos y los niños de ese lugar, y partió camino a casa. Cuando llego a ésta, su madre lloraba de felicidad porque Hazel lo había encontrado. Al día siguiente, les contó a sus amigos lo sucedido, pero éstos no le creyeron porque todo esto había sido un sueño, el mejor sueño que había tenido.

 

 

Autora: Arely Pérez González

Edad: 12 años

Internado No. 9  J. Trinidad  García de la Cadena, CEBAARE

Sauceda de la Borda, Vetagrande, Zacatecas

 

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