■ Buscan mantener esta tradición zacatecana a través de la impartición de cursos y talleres
■ Los hijos de Yolanda y José continuaron con el oficio, innovando en formas y sabores
Es importante que las nuevas generaciones continúen con la tradición de la elaboración de la melcocha, dulce típico zacatecano, como lo ha hecho la familia Jiménez Baltazar desde hace más de 40 años, dice Yolanda Jiménez González, productora del dulce.
En este sentido, para conservar esta tradición, la familia ha impartido talleres de producción de melcochas a jóvenes con problemas de adicciones y aunque no son constantes se les apoya para que puedan aprender este oficio.
También se ha impartido talleres a personas de la tercera edad, así como a estudiantes del Colegio de Bachilleres del Estado de Zacatecas. Estos talleres, le valieron a Yolanda obtener el reconocimiento de Mujeres abriendo camino, por parte de la Secretaría de la Mujer.
Además, imparten cursos a menores y los integrantes de la familia están abiertos a capacitar a quienes tengan interés de elaborar este dulce típico zacatecano, pues a la fecha se producen menos dulces y quedan pocas familias que tienen la receta.
Reconoce que sus hijos pasan sus conocimientos a sus nietos y de igual manera pasa con los familiares de su esposo, con la intención de que siga trascendiendo esta tradición zacatecana, pues en algunas comunidades quienes lo elaboraban eran personas mayores, pero algunas fallecieron o ya no pueden trabajar y se pierde la costumbre.
Su esposo, el profesor José Baltazar Inchaurregi, proviene de una familia de dulceros y éste cuenta que los primeros olores y sabores que marcaron su infancia fueron los de la melcocha. Desde pequeño, ya comenzaba a involucrarse en la elaboración.
A él le llamaba la atención darle forma a esa masa blanca de dulce para convertirla en pequeños sombreros, que obsequiaba a maestras y compañeros, quienes se sorprendían de que pudiera hacer formas con el dulce. Eso ocurrió en 1958.
Dice que su padre y su abuelo le dijeron que esta tradición fue traída por españoles. “Mi papá, que en paz goce, decía que los españoles al traer los primeros piloncillos y la caña de azúcar, empezaron a elaborar la golosina con la miel cosida del piloncillo”, explica el dulcero.
Y revela que la figura original de la melcocha, que es larga y retorcida, es en forma de un hueso humano. Lo que hace pensar que este dulce se utilizaba para las celebraciones del Día de Muertos. Para José es un orgullo que sus hijos aprendieran a elaborar el dulce. Uno de ellos ya se dedica a venderlo en el municipio de Guadalupe.
“Toda la familia se involucra, unos aprenden más, otros menos, pero lo hacemos en familia. Toda la familia de mi abuelo se dedicó al dulce, en otros estados como Aguascalientes y lo mismo quiero con mis hijos”, dice José.
Yolanda señala sentirse afortunada de haber conocido a José Baltazar Inchaurregui, con quien procreó cuatro hijos, José de Jesús Baltazar, Carmen Esther, Francisco Israel y Cristian Emanuel. Los cuatro pudieron convertirse en profesionistas gracias a este dulce.
Y los cuatro, a pesar de ejercer su carrera profesional, saben elaborar dulces. Actualmente, Cristian elabora dulces personalizados, Jesús ayuda a la producción, Carmen también elabora dulces de leche, y Francisco ayuda a la distribución.
Hace cuarenta años no imaginó que terminaría casada con alguien que se dedica a la dulcería. Cuenta que cuando José comenzaba a cortejarla, le obsequiaba dulces que él mismo elaboraba para ella.
Ella no sabía cómo hacia las figuras de la golosina, y le llamaba la atención que José tuviera esa habilidad. Y él comenzó a enseñarle a hacer los dulces. Además, de que le gustaba comer la melcocha.
Pero dice que algo chistoso que le ocurría, era que cuando comenzaba a elaborar el dulce con su esposo comenzaba a sentir bastante sueño, aunque elaboraba sus dulces con cariño y gusto.
Al principio comenzaban a trabajar durante la Semana Santa, cerca de la Plaza de Armas. También viajaron en ferias, eventos, festivales. Eso sí, siempre acompañados de sus hijos,
“Cuando mis hijos llegaban tristes porque algún niño los molestaba o les pegaba, tomábamos un dulce y se lo dábamos, diciéndole que se lo regalara a quien lo agredió, para que no lo volviera a molestar”, dice Yolanda.
Menciona orgullosa que esto hizo que sus hijos aprendieran a trabajar, pues ayudaban a elaborar el dulce, a acomodar mesas y a atender a los clientes. Ellos, con el tiempo, han innovado nuevos sabores, nuevas formas.
Tiene que haber una evolución de este dulce para que pueda mantenerse en el gusto de los zacatecanos, y de los visitantes que acostumbran llevarse dulces cuando visitan la ciudad.
Yolanda afirma que lo que la llena de orgullo es trabajar con sus hijos. “Sin nuestros hijos no seriamos tan fuertes, y la unión familiar es lo que hace que nos mantengamos unidos y trabajando en esta tradición”.
Dice contenta que personalidades como los ex gobernadores Arturo Romo Gutiérrez y Ricardo Monreal, acostumbraban comprar dulces. También los ex presidentes de México, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari.
La elaboración no es fácil, por eso no mucha gente se dedica a elaborar melcochas. Este dulce se prepara en un caso de cobre, donde se cose y se derrite el azúcar con una temperatura superior a los 150 grados.
En una piedra o loza se vacía el contenido, dejándose enfriar un poco hasta moldearlo en forma de masa. Las quemaduras son frecuentes, y algo a lo que ya están acostumbrados los integrantes de la familia. Los sabores más comunes son de anís y menta.
