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jueves, 25 abril, 2024
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Lecciones de Ecuador a México: Tropicalizar la Revolución Ciudadana

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

La geometría política ‘izquierda-derecha’ parecía diluirse hace una década. Pues ahora mismo se manifiesta con enorme nitidez. Las elecciones en Argentina, España, Estados Unidos y, en estos días, en Ecuador, pone frente a nosotros la permanente oposición de dos bloques ideológicos y de interés: los ricos-extremos con la bandera neoliberal a la derecha, contra las versiones populares a la izquierda. Los ricos extremos están muy activos políticamente porque ha sido la apropiación del Estado lo que les ha permitido enriquecerse. Con las políticas neoliberales han podido transferir riqueza nacional a sus arcas privadas. Por ello tienen ganancias que duplican su fortuna en una pocos años mientras el crecimiento económico de los países no pasa el 2 por ciento anual. La desigualdad funcional se convierte en el indicador del asalto de esta derecha al poder político en Europa, América Latina y Estados Unidos. Las mismas derechas que emprenden una furiosa batalla contra “los populismos” que se oponen a políticas del “sacrificio responsable” de la población general que, paradójicamente, son las políticas que los enriquecen obscenamente.

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Aun con claras contradicciones entre ellos, los países que arriba mencionamos establecen plutocracias que cada vez dejan de requerir mediadores de la rancia clase política: Trump y Lasso son mega-ricos postulados al mayor cargo público con ideologías ultra conservadoras. Con lo cual establecen el choque con los bloques sociales que se aglutinan alrededor de la bandera de la igualdad y la redistribución de la riqueza. A esta bandea le llaman “populista”, haciendo uso despectivo del término. Así las cosas, se generaliza el mismo esquema de composición política: izquierdas populares contra derechas abiertamente plutocráticas.

En América del Sur la década del 2005 al 2015 fue llamada “década ganada”: Argentina, Chile, Brasil, Bolivia y, por supuesto, Ecuador reducen de manera importante su pobreza con formas de crecimiento económico más distributivos. Argentina logró crecimientos de 7 por ciento anual a pesar de venir de una crisis brutal al inicio del 2 mil. Pero en todos estos países las políticas sociales implicaron un enfrentamiento con el poder depredador de los mega-ricos. Sin que esto signifique pensar que fueron gobiernos ideales. En lo absoluto: tuvieron errores importantes y retos que no lograron superar, como el caso del esquema extractivista de materias primas. Porque se trata de avances, no de utopías logradas. Sin embargo, el caso del Ecuador es luminoso: la reducción de la deuda, de la pobreza y la desigualdad es evidente. Las mejoras en infraestructura nacional para incrementar los servicios de salud, educación y vivienda, son notorias. Y no sólo como políticas fiscales, sino que hay toda una estrategia basada en la economía del conocimiento: Ecuador logró emprender una estructuración del binomio educación superior-innovación que bien puede ser un modelo para nuestros países. Y un rasgo esencial: una política tributaria progresiva que obligó a los ricos a pagar y acercarse al ideal de la soberanía tributaria que pone las bases para financiar el desarrollo social. No es gratuito que Lasso, el candidato de la derecha, tuviera como bandera principal la reforma hacendaria “para eliminar 14 impuestos”. Parecido a las propuestas de Trump de eliminar los impuestos progresivos, como el caso de la pretensión de quitar los gravámenes a las herencias.

Al cierre del conteo de votos, Lasso tenía 49 % de la votación, contra el 51 de Lenín Moreno. Es decir, la izquierda se mantiene en la conducción del Ecuador. La derecha furibunda tratará de golpear la continuidad del correísmo. Ya en una ocasión intentaron un golpe. Era fundamental garantizar la continuidad del proyecto político de la izquierda en el Ecuador, eso equilibra la correlación regional de fuerzas y, sin duda, mejora el escenario para la izquierda mexicana. Esta última debe voltear a ver la experiencia de Correa y tomar en serio la construcción de un programa serio, lo cual significa abandonar el pragmatismo que la hundió en la lucha vacía por el poder y la condujo a desfigurarse en sus alianzas con las derechas. El Pacto por México es el mejor ejemplo de una izquierda desfigurada. Ahora, ante la expectativa de triunfo en el 2018 está obligada a construir un programa de gobierno progresivo y efectivo. Y en este aspecto puede muy bien tomar ejemplo en la revolución ciudadana ecuatoriana. La oposición de la derecha plutocrática será igual de severa que en el resto de América Latina, porque defenderán el privilegio del despojo que han logrado en 3 décadas. Por ello el esfuerzo debe ser de inclusión política y determinación programática. Esperamos que la izquierda mexicana aprenda y dialogue con la ecuatoriana para tropicalizar en nuestro país una Revolución Ciudadana que le quite el poder político a los mega-ricos que lo tienen parasitado y atrapado en la pobreza.  ■

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