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martes, 23 abril, 2024
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El mundo de los robots y el estado social

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

El libro “El capital en el siglo XXI: un impuesto global a la riqueza” del francés Thomas Piketty, asevera que las décadas venideras estarán marcadas por una progresión inevitable hacia una mayor desigualdad en ingreso y riqueza, su tesis central es que el funcionamiento propio del capitalismo conduce a que los dividendos de capital sean usualmente mayores que la tasa de crecimiento económico, de modo que los dueños del capital se apropian inevitablemente de una porción cada vez mayor del pastel económico. Ante ese hecho, el autor propone el establecimiento en todo el mundo de un impuesto a la riqueza para financiar políticas distributivas. Es muy probable que a medida que el tema de la desigualdad atraiga un mayor interés en el público, la clase de impuesto a la riqueza que Piketty propone se vuelva más viable, de ser así me parece muy pertinente el inicio de la discusión sobre las políticas más eficaces para reducir la desigualdad, estimular el crecimiento del bienestar y, como consecuencia, fortalecer la gobernabilidad democrática, como lo propone el capítulo 2 del Llamado por México sometido a discusión por el agrupamiento denominado Por México Hoy que propone la inclusión de una Renta Básica Universal (RBU).

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Con ese razonamiento circulando en mi cerebro, acometí la lectura de otro libro que hace unos cuantos días terminé de leer, publicado en 2016 por la editorial Paidós, cuyo título es “EL ASCENSO DE LOS ROBOTS: La tecnología y la amenaza de un futuro sin empleo”. El autor, Martin Ford, es fundador de una empresa de desarrollo de software en Silicon Valley, con más de 25 años de experiencia en diseño de computadoras y desarrollo de software, quien asegura que con el desarrollo vertiginoso de la tecnología las maquinas se harán cargo de ellas mismas, y que cada vez menos personas serán requeridas para realizar un creciente número de tareas, pues la inteligencia artificial ha comenzado ya a realizar los trabajos de oficinistas, asistentes jurídicos, periodistas, programadores, etc. Afirma que, así como los empleos que requieren poca calificación están desapareciendo, los empleos especializados, así como los intermedios se evaporarán y el desempleo será masivo, y que ese fenómeno no se frenará con la educación de la fuerza laboral. La magnitud del problema se puede entender con estas cifras que publica el autor: “En 1998 los trabajadores del sector privado laboraron unos 194 mil millones de horas. Una década y media después, en 2013, el valor de los bienes y servicios producidos por las empresas estadounidenses había crecido en aproximadamente 3.5 billones de dólares, en términos reales, un aumento de 42 por ciento. La cantidad de horas hombre necesarias para lograr esto fue…194 mil millones. Ello no obstante la creación de miles de nuevas empresas y de que la población del país creció en 40 millones”. Además de que los niveles salariales no crecieron, lo que significó un enriquecimiento exponencial del 1 por ciento más acaudalado. La razón de fondo son las nuevas tecnologías, que invaden prácticamente todos los sectores, desde las manufacturas, la comida rápida, la educación, la salud, etc.

La conclusión del autor, que dista mucho de ser un socialista, es que un mundo donde las maquinas se hagan cargo de todo el trabajo no debe ser inhóspito para los humanos. Si los robots son tan buenos haciendo nuestro trabajo, la productividad mejorará y los propietarios de los robots podrán pagar más impuestos. Un dinero que se redistribuirá entre la población que, además de consumir lo producido por las máquinas, podría dedicarse libremente a otras áreas no dominadas por los robots; como el arte o la artesanía, y propone un nuevo paradigma económico alrededor de una pieza clave: la RBU, que ya se discute y se ha empezado a aplicar experimentalmente en diversos países europeos.

En un texto de académicos catalanes la RBU se define como el derecho garantizado a un ingreso monetario pagado por el Estado, de forma regular y a título individual, a toda la sociedad, en cuantía suficiente para cubrir las necesidades básicas de la vida y de forma incondicional, independientemente de las otras posibles fuentes de renta, de que se trabaje o no de forma remunerada, del estado civil, de la situación familiar o de convivencia, y libre de obligaciones o contrapartidas exigibles. El monto debe asegurar a toda persona el derecho a vivir en condiciones materiales de dignidad, debe ser sufragado mediante sistema fiscal progresivo y su implantación no debe suponer merma alguna de los servicios públicos ni de los derechos sociales (educación, sanidad, dependencia, pensiones, etc.). Es decir, la RBU debe ser concebida como complemento y no como sustituto de otras prestaciones universales (sociales, sanitarias, educativas, etc.), de forma que todas esas prestaciones en conjunto, incluyendo la RBU, constituyan los elementos estructurales fundamentales de un Estado Social que merezca tal nombre. Bienvenida esta discusión a México. ■

 

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