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jueves, 28 marzo, 2024
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Cambio catastrófico, derechos humanos y compromiso reflexivo

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Por: RICARDO BERMEO •

Si  desde  mediados del siglo XX, incluyendo  estos primeros lustros del siglo XXI,  vivimos en un período  histórico  que Cornelius Castoriadis  denominó la época  del  conformismo generalizado, argumentaré  aquí una breve reflexión  sobre la posibilidad de caracterizar lo que estamos viviendo -2017- como un “cambio catastrófico”. Dos referentes, deberían bastarnos para mantener prendidas todas las alarmas: calentamiento global y la actual crisis de los derechos humanos.

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También, desde la perspectiva de los derechos humanos, me parece evidente,  que nos enfrentamos a una profunda  crisis, (pronostico: malo para la “función”; malo para la vida), más allá  de los importantes  progresos en este campo, en términos de la constitución internacional de un sistema institucional, y de un cuerpo normativo (el derecho internacional de los derechos humanos;  tratados, convenios, jurisprudencia, mecanismos, etc.), que en una dialéctica compleja, conflictiva y   contradictoria-, ha avanzado dentro –y, no pocas veces, contra,  algunas tendencias centrales- de la globalización capitalista; sin olvidar, que también parte de esos avances,  han sido dirigidos  hacia una “confluencia perversa” con la  mundialización efectiva del capitalismo.

El presupuesto para el próximo año, en Estados Unidos, -junto a otros decretos-, representan un retroceso brutal en la lucha contra el cambio climático.

Negar el “calentamiento global” abierta o subrepticiamente, junto con la  “tragedia persistente” que vivimos en México, conocemos las sangrientas cifras, sin mencionar otros conflictos en curso; son fehacientes indicadores  del “cambio catastrófico” en curso.

Como mínimo, deberíamos  asumir la exigencia de que  es urgente y crucial re-imaginar, repensar, reconstruir  nuestros “marcos mentales”,  desde el “derecho a tener derechos”, la auto-constitución como “sujetos de derechos”, hasta la fundamental  participación en la creación individual/colectiva en el proyecto democrático-radical.

La época del conformismo generalizado, basada en el onanismo consumista, el culto del dinero y del poder, productivismo, crecimiento por el crecimiento, extractivismo, financiarización, para mencionar solo estas significaciones -y rasgos- centrales del imaginario social dominante, estarían -hoy-  pensadas por un tipo de conciencia histórica perversa, que anticipándose a su propia debacle, emprende su “mutación”,  hacia una distopía catastrófica .

El capitalismo global, perseguido de manera implacable por  su propia-siniestra- némesis, acelera su marcha en una peligrosa huida hacia adelante, enlistaré sin pretender ser exhaustivo: impunidad, corrupción, armamentismo, militarización, criminalidad instituida,  desprendimiento de  la máscara del combate al cambio climático; junto con ello,  precipita la destrucción de la biosfera,  concentra cantidades inmensas de poder y  riqueza en una ínfima minoría de la humanidad, intenta cerrar el cerco de la clausura mediática,  provoca un sufrimiento desmedido en sectores crecientes de la humanidad, incentiva/explota el odio,  socava las conquistas sociales vinculadas a los derechos humanos, etc.

Es más sencillo -psicológicamente-  considerar que “nada podemos hacer”, o, escudarnos bajo el argumento grandioso y pseudo-racional, de que… “la humanidad es repugnante, y no merece otra oportunidad”, etc.,  apagar el cerebro, evitar buscar soluciones a todas esas experiencias destructivas, porque pensar en ellas provoca estrés, desasosiego, miedo.

Preferimos inconscientemente, no ver la realidad impidiéndonos – con ello- la posibilidad de aprehender el “cambio catastrófico”, y sobre todo, de darle vuelta, pensándolo bajo nuevos enfoques, construyendo alternativas creadoras. Sin limitarse -únicamente- a rumiar el pesimismo, alimentar las lógicas del odio, o justificar cínicamente el no-futuro que irresponsable –y, criminalmente- estaríamos legando a nuestros hijos, con nuestra  pasividad y/o aquiescencia.

Nuestra subjetividad, parece marcada por una creciente tensión, profundamente antinómica,   entre -por un lado-  potentes tendencias regresivas de crueldad, racismo, nacionalismo, lógicas de odio, o bien, por el otro lado, con fundamentales  intentos para-individual  y colectivamente-,  desarrollar una potente/persistente autorreflexión crítica, lo que exigiría superar la animadversión hacia aquellos  sentidos sociales y compromisos políticos –básicos- necesarios para enfrentar tal “cambio catastrófico”.

Requerimos crear espacios societales (transicionales) para practicar- juntos- la elucidación,   activando múltiples conexiones entre el propio ser y los otros, explorando lo no-pensado, reinterpretando las formas y contenidos de  las estructuras profundas de la subjetividad, la sexualidad inconsciente,  la alteridad, la diferencia, las pasiones y los deseos, tanto a nivel individual como social, pensando  sus complejos y profundos vínculos con la política, y lo político.

Preguntémonos junto con Anthony Elliot: ¿cómo podríamos –urgentemente- impulsar el resurgimiento de la autorreflexión crítica, así como, de qué maneras podemos activar nuevas perspectivas, objetivos y ejercicios de la imaginación creadora?

La creación humana es impotente si la imaginación esta inhibida o reprimida. Para liberarnos de esas cadenas, necesitamos avanzar  volviendo el conocimiento  sobre sí mismo,  examinando  sus presupuestos, analizando las contradicciones  que percibimos en el actual horizonte histórico,  exacerbadas  por el “cambio catastrófico” en curso, y cada vez más, decantadas en direcciones opuestas:  barbarie o proceso explícito de auto-institución reflexiva, lúcida,  y permanente  de la sociedad que somos.

Es fundamental ir más allá de la concepción jurídica dominante, (re)elaborar los múltiples vínculos  entre derechos humanos, luchas sociales y “cambio catastrófico”. Está en juego el futuro político de todos nosotros.

 

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