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jueves, 28 marzo, 2024
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Por: Humberto Mayorga •

La Gualdra 286 / Río de palabras

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Ante el pánico que se desató por la trifulca, Jonás la abrazó atrayéndola hacia su cuerpo. Ella pudo sentir el palpitar de su corazón, quizá por tenerse tan cerca o por el miedo que sintieron. Cuando el fuego se esparcía en plaza principal, la chica llevó su mano izquierda al pecho de él. Los gritos de las mujeres se mezclaron con la intensidad de la balacera durante un ajuste de cuentas. Jonás alcanzó a tocar con sus labios el cuello de Sara, arropando su frescura. Las pupilas dilatadas denunciaron el deleite como si fuera una primera cita.

Por encima del hombro de Jonás, Sara contempló cómo el caminar pausado de los ancianos que jugaban dominó, se convirtió en polvo. El sonido de las balas despertó la curiosidad de personas que pasaban cerca del lugar sin hacer nada al respecto. El ruido de los autos se fue perdiendo durante el bullicio. Su abrazo se hacía cada vez más fuerte. Jonás musitó algunas palabras al oído de Sara mientras una lágrima viajó a su boca.

Las patrullas no aparecieron. Entre la multitud y la huida de sujetos armados se fue apaciguando el llanto: un niño al quien le robaron a su madre, una mujer que se miró sin su marido, el perro que se quedó esperando a su amo y un árbol chamuscado por el impacto del coche que incendiaron. Para ellos, su alrededor quedó en silencio. Bajo una banca, se fundieron en uno solo como apartándose del mal. Ella rezó el padre nuestro. La fe que todo lo puede no apareció.

La mañana anterior al suceso, Jonás fue a la joyería a comprar aquel anillo que Sara siempre le insinuó. La cena estaba prevista, quedaron de verse justo en esa plaza. Él estacionó su auto cerca de un árbol. Bajó impaciente a saludarla y entonces la furia se soltó. Mientras la gente empezó a huir de los disparos, él la llevó bajo esa banca. Alcanzó a tomarla de la mano hasta llegar al sitio en el que terminaron abrazados. Se musitaban al oído, sollozaban muy quedito. Apretaron sus manos, cerraron los ojos y disolvieron sus labios en un último beso. No se dijeron más. Uno sufre la ausencia.

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