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martes, 23 abril, 2024
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Pájaros de barro I. Palo ensebado

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Por: Conrado J. Arranz • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 251 / Pájaros de barro / Literatura

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Así, como esos pájaros de barro que el cantante quiere echar a volar, se incorporan los elementos de la tradición popular a la literatura, y sobre todo aquéllos que están relacionados con la fiesta y la música, no sólo la instrumental, sino también la que provocan las palabras. A partir de hoy llegan estos pájaros de barro al lector, sí, para echarlos a volar.

En “Palo ensebado”, cuento que forma parte de la colección El ardiente verano, Mauricio Magdaleno presenta una historia de la Revolución, narración en tiempo presente protagonizada por don Teófilo Baralt, amo y cacique de El Refugio, que cuenta con apoyo de rurales fieles al gobierno de don Porfirio, y Asunción Moreno, joven mediero, que termina traicionando a su amo, saqueando la tienda de raya y huyendo para unirse a los alzados revolucionarios. A pesar de la inestabilidad política de la región y de los consejos de sus allegados, Don Teófilo Baralt decide que habrá fiesta en honor a Nuestra Señora del Refugio, patrona de la hacienda, y que será la fiesta más grande que se recuerde. La fiesta tendrá como actor indiscutible un palo ensebado, “grande y hermoso. Más grande y más hermoso que el del año pasado. Que tenga su buena ropa y un morral de pesos fuertes”.

Cuentan que la tradición del palo ensebado se remonta a fines del siglo XVI en Nápoles, donde recibía el nombre de “cuccagna”, especie de montaña que emulaba al Vesubio y a través del cual se podía acceder a multitud de frutos. En un desarrollo posterior, la montaña fue sustituida por un palo que debía ser escalado para obtener la recompensa. Más tarde, al palo se le untó sebo, para dificultar la subida de los participantes. Mientras en España esta tradición se popularizó con el nombre de “cucaña”, en América –y sobre todo en México– lo hizo mayoritariamente con el de “palo ensebado”. Cucaña hacía referencia a un país mitológico, imaginario, en donde el ser humano sería inmediatamente saciado de todos sus deseos, formaba parte del imaginario colectivo gracias a numerosas narraciones transmitidas a lo largo del siglo XV y XVI. Cucaña “era la Edad de Oro de los holgazanes y glotones, ingenua concepción del Reino Milenario para una humanidad agobiada por el trabajo y carente de todo, el paraíso de los fatigados y de los hambrientos”, afirma Isaac J. Pardo en su obra Fuegos bajo el agua. La invención de la utopía.

Y con todo este sentido se incorpora a la narración de Mauricio Magdaleno, quien de manera indistinta emplea, a lo largo de la narración, los términos “palo ensebado” y “cucaña”. Las indiadas de la ranchería tendrán su palo ensebado, con buena ropa y un morral de pesos fuertes encima. En él se signa el anhelo de bienes en una época de escasez, la posibilidad de no pasar frío y hambre, de sentir aunque sea por unos segundos el poder. El cacique Teófilo Baralt le hace llegar una promesa al alzado Asunción Moreno: si alcanza el objetivo durante la celebración del palo ensebado, será completamente perdonado y además le devolverán a su esposa e hijo, que habían sido capturados el día anterior. Teófilo quiere la mayor diversión para su pueblo y Asunción Moreno (atendamos al simbolismo de su nombre…una suerte de allegado para redimir a la raza de bronce) ha sido tradicionalmente el vencedor en este juego. Asunción Moreno se enfrenta a un todo o nada: ser perdonado por su superior, recuperar a su familia, ganar el respeto de la comunidad y hacer acopio de bienes. El poder lo representa Magdaleno por medio de una imagen: el palo ensebado de este año goza de un tamaño superior al normal, en concreto, quince metros, y afirma que se encontraba “frente a la capilla, casi del tamaño de las torres”, es decir, frente al poder religioso y con el mismo tamaño que el poder político, simbolizado en esas torres de carácter militar. Sus compañeros alzados le advierten que es una trampa, pero no tiene alternativa. Aunque hay una presencia de todos los elementos de la fiesta (cohetes, baile, música, juegos, alcohol) en el ambiente hay un silencio contenido, “las indiadas lo miraban en silencio, conteniendo el odio al amo y como transfundiendo una triste solidaridad al infeliz compañero”, incluso la tristeza premonitoria también se transmite a través de la música, en clave festiva: “en la cantina una murga lloriqueaba un vals”.

A punto de echarse para atrás, Asunción Moreno comienza su ascenso cuando le revelan que lo que está atado en lo más alto de la cucaña en realidad es su hijo. Asunción trepa con ansiedad, pero cuando alcanza a su hijo se da cuenta que ya está muerto. Es justo en este momento cuando los rurales comienzan a dispararle, las balas irrumpen en la fiesta. Se consuma la traición por parte de los que realmente encarnan el poder. La victoria festiva de Asunción Moreno no se corresponde con la realidad política y social del momento. En el palo ensebado se signan todos sus anhelos (comida, bienes materiales, la recuperación familiar, una igualdad con respecto al poder religioso y político), por eso debe ascender a través de él para alcanzarlos, sin embargo, cuando lo hace, toma conciencia de que todo es una falacia, arriba sólo yace su hijo muerto, arriba también muere él por traición, y ambos caen de nuevo, agarrados, a la tierra cruel, de donde vienen, su única razón de ser. El palo ensebado, tradición popular de muchos de nuestros pueblos de México, se convierte en símbolo del camino hacia el cambio, el camino que debe seguir el revolucionario para encontrar lo anhelado. Sin embargo, el tiempo y el ascenso imponen la traición y la sangre.

 

 

*(Madrid, 1979). Escritor, crítico e investigador de proyecto en el Seminario de Tradiciones Populares de El Colegio de México. Doctor en literatura española e hispanoamericana por la UNED, con una tesis sobre el universo literario de Mauricio Magdaleno. Sus intereses de investigación son la literatura española e hispanoamericana de los siglos XIX y XX, prestando una especial atención a la narrativa mexicana y al diálogo de ésta con la española. Junto a Andrés del Arenal ha coordinado la colección de ensayos El muerto era yo. Aproximaciones a Juan Rulfo (Calygramma / EstoNoEsBerlín, 2013); ha realizado la edición, el estudio preliminar y las notas de la novela El resplandor, de Mauricio Magdaleno (Clásicos hispanoamericanos, 2013); fue colaborador del libro de ensayos Un escritor en la tierra. Centenario de José Revueltas (FCE, 2014). Actualmente reside en México, DF.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-251

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