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miércoles, 24 abril, 2024
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Notas al margen

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Por: JOSÉ AGUSTÍN SOLÓRZANO •

La Gualdra 251 / Notas al margen

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Decálogos y consejos.

Recetario literario para los recién cazados

  1. Recuerdo siempre con cariño el decálogo de Monterroso, sobre todo el primer punto: “Cuando tengas algo que decir, dilo, cuando no, también. Escribe siempre.”, la escritura como necesidad del obseso. Y, claro, tampoco olvido El decálogo del perfecto cuentista, de Horacio Quiroga: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas”, la precisión del cirujano que necesita el artífice del cuento.
  2. Por ello, no creo que los consejos para escritores se hayan puesto de moda apenas ahora, aunque sí hay que decir que con la pululación de la información y la precocidad de conocimiento que ha ocasionado el Internet ahora es fácil encontrarlos al por mayor. Todos damos consejos para escribir, en un blog, en un taller literario o en una entrevista. En las lecturas o las conferencias siempre te lo preguntan: ¿Y usted qué le recomendaría a los jóvenes que quieren escribir? Las respuestas más trilladas van desde el: “Que lean, que lean mucho”; hasta el: “Que asistan a talleres literarios, que revisen sus textos con sus colegas”. Pero cuál es el punto de estos consejos. ¿Son los decálogos realmente útiles fuera de su curiosidad metaliteraria?
  3. Los ejemplos van desde los consejos para escritores de Chejov, hasta los de Stephen King, pasando por decálogos como el de Hemingway, o el antidecálogo de Borges, y agregando libros completos que, a últimas fechas, se han vuelto un hito de ventas entre los escritores jóvenes que buscan a toda costa construir un best seller o, al menos, crear una novela que les abra las puertas de una buena editorial. Pienso en Cómo no escribir una novela o en Cómo dibujar una novela, entre muchísimos otros textos que intentan aleccionarnos en el arte literario como si nos enseñaran a cocinar. A pesar de que parezca burla malintencionada, no lo es del todo: la cocina y la literatura tienen mucho en común, sobre todo porque a ambas hay que añadirles un ingrediente adicional que nadie sabe cuál es pero que es el único que importa. Es ese ingrediente el culpable de que abunden los recetarios y los libros de “texto” para escritores.
  4. El literato crea a partir de su espacio vital, su contexto, sus circunstancias. El proceso de enseñanza-aprendizaje sucede de manera individual, al igual que el proceso de escritura: es un acto solitario. A pesar de que se haya sembrado colectivamente, en los talleres literarios, en la escuela de escritura, en las pláticas con los colegas, siempre se cosechará individualmente. El fruto del escritor requiere apartarse de los otros para reconstruirse y así construir su obra. Aunque parezca un consejo zen, esto es tal vez lo más cercano a un consejo sincero.
  5. Así, una buena comida tiene que ver con la cocina, el espacio, el humor del cocinero. La relación que establece éste con su lugar de trabajo y con los comensales es lo que genera un buen suceso culinario. No podemos cocinar, por riquísimo que sea, un enorme corte de carne para vegetarianos. Lo mismo pasa con los libros. Quizás si lo que tú quieres hacer es un Moby Dick o un laberinto de sentido al estilo de El arcoíris de gravedad, lo mejor será que no sigas los consejos de Stephen King y no compres Cómo no escribir una novela.
  6. Husmear en el recetario de un escritor puede dejarnos buenos tips siempre y cuando nos tropecemos un poco y seamos conscientes de que no compartimos su cocina ni sus comensales. Si seguimos la receta al pie de la letra lo más seguro es que le falte sal o le sobre pimienta a nuestro texto. Lo mejor es adecuar la receta a nuestra cocina, agregar un par de cosas y evitar otras. Total, el primero que se va a tragar ese puñado de hojas será uno mismo y, si nos gusta, ya es ganancia.
  7. La cocina es el laboratorio en el que surge el alimento que nos mantiene vivos. Aprovecho la analogía melosa para empalagarlos: también de la literatura surge un bolo espiritual. Ambos son necesarios y, claro, como a todo lo que se vuelve necesario se le pone costo, los dos tipos de comida, la física y la anímica, cuestan. Los restaurantes y las librerías venden no precisamente lo más nutritivo, sino lo que más les gusta a los obesos compradores. Si eliges fracasar tal vez deberías dedicarte a vender comida gourmet, exquisita y exclusiva para los mejores paladares. Pero si eres de los que busca triunfar quizás lo tuyo sean las hamburguesas de franquicia. La imitación y la comida en serie siempre tendrán clientes.
  8. La cocina y la creación literaria pueden ser tan íntimas o tan multitudinarias como desee el autor, pero si me preguntan, la literatura que más aprecio es la que se equilibra entre los dos extremos de la cuerda. Comer en casa, frente al otro, mientras se tiene una buena charla, y no leer un libro que se mastica a prisa, entre el trabajo y el sueño y con la necesidad imperante de sacarlo del sistema digestivo en cuanto empiece a provocar gases.
  9. En fin, todos los consejos son igual de valiosos. Todos puedes enmarcarlos en la pared y seguirlos al pie de la letra, y también a todos puedes botarlos al cesto de basura. Hemingway dice, en el último punto de su decálogo: “Calla, la palabra mata el instinto creador”, mientras Monterroso parece decirnos que no paremos de hablar/escribir. Mientras un cocinero te pide más sal el otro te dice que no exageres. ¿A quién elegirías? Bueno, habría que probar primero. Si te gusta más la sazón del anglosajón tal vez pienses que lo mejor será evitar los consejos del guatemalteco. Pero, y ¿si tu cocina es más parecida a la del segundo?
  10. Mi consejo: no te mueras de hambre, lo demás es aderezo.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-251

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