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jueves, 28 marzo, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Estar en el peor de los mundos, según los griegos antiguos, era encontrarse entre Escila y Caribdis. Era lo primero un monstruo particularmente voraz, compuesto por un torso de mujer, montado sobre seis perros, con un gusto particular por la carne humana; y lo segundo un remolino irresistible, y asimismo un monstruo descomunal, que engullía sin remedio las embarcaciones que huyendo de lo primero se le aproximaban de más.

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Con una superficie de casi el 4% del territorio nacional, estratégicamente situada en una de las regiones de mayor desarrollo, en la cual se conjugan bosques, praderas, acuíferos, etcétera; un semidesierto abundante en minerales, metálicos y no metálicos, etcétera, cuenta Zacatecas con el 1.3% de la población, y genera el 1% del PIB nacional.

Si considerado a grandes rasgos resulta el panorama estatal un tanto desalentador; contemplado en detalle, deteniéndose en los índices de pobreza, analfabetismo, desnutrición, mortalidad infantil, etcétera; y, sobre todo, seguridad y estado de derecho, adquiere tal situación  perfiles verdaderamente desastrosos.

¿En qué hemos fallado? ¿Seremos los zacatecanos, por algún desaguisado genético, climático u otro, entes de capacidad inferior; o víctimas acaso de alguna maldición, producto de una ofensa, hecha tal vez por un ancestro olvidado a una deidad vengativa?

Debido al desempeño, a menudo sobresaliente, en los más diversos climas y países, de una infinidad de zacatecanos, podemos descartar sin más la primera consideración… aunque tal vez no la segunda.

Porque si bien no hay noticia de algún Tántalo autóctono, cuyo influjo pernicioso proyecte sobre nuestros cráneos una sombra fatal, adolecemos eso sí de unas “elites” ignaras y mezquinas, para las cuales apostar al futuro es “cosa de pendejos”; y es por ello que arribamos, al mundo globalizado, liderado por las sociedades del conocimiento, en la más completa orfandad, carentes de un Estado digno de tal nombre, sometidos a los apetitos y ocurrencias de caciquillos, ocasionales y permanentes, que encuentran su complemento en una sociedad apática, anestesiada acaso por los peores subproductos televisivos del mundo.

Es en este marco general que habrán de celebrarse las ya muy próximas elecciones, en las que cual marinos de los relatos homéricos habremos de optar por una especie de Escila, o sea un señor que pretende lo elijamos gobernador o máximo rector de la vida pública, vale decir política zacatecana; manifestando de entrada su cuasi repugnancia por la política, y su no disposición a convertirse en ministerio público, casualmente hoy por hoy una de las funciones capitales de un gobernador; y una especie de Caribdis, es decir otro señor que prometiéndonos un “cambio” no nos aclara hacia donde, si bien algunas pistas nos da con la imposición de candidatos pertenecientes a un pasado que creíamos muerto y enterrado, y prohijando “empresarios” cuyas fortunas mucho más que sus habilidades financieras se deben a su colusión con algunos gobernantes, necesariamente corruptos.

Las cosas así, para sobrellevar la adversidad no tenemos más remedio que impetrar la piedad del santoral en cuya jurisdicción nos hallamos confinados; a saber la Virgen del Patrocinio, el Santo Niño de Plateros, el Señor de los Rayos, etcétera.

Oremos.■

 

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