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jueves, 28 marzo, 2024
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De la necesidad de buscar un gato

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Por: CARLOS FLORES* • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 248 / Literatura

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Salí a buscar mi gato y me encontré un mundo fascinante. Alrededor de mi casa hay un lote baldío y una casa abandonada, o mejor dicho, una construcción incompleta. Todo un ecosistema con sus propias reglas, lleno de hierbas silvestres con flores coloridas y tallos espinosos, con semillas ganchudas que se atrapan a la ropa con la esperanza de caer y geminar en otro suelo y propagar la especie. Lagartijos que caminan por las paredes como grandes arañas y arácnidos que se detienen al sentir mi mirada. Un espacio que de día recibe el sol en fragmentos y de noche late con su alma de alimañas y roedores.

Mi gato no estaba por ahí, sólo había restos de aves y basura, una vieja cobija y botellas de mezcal barato que seguramente dieron calor a un indigente antes de que construyeran una barda alrededor el predio. Tuve que brincar un muro de dos metros. Si no lo hacía mi hija no me lo perdonaría, pues fui yo quien espantó al gato con un periódico luego de encontrarlo sobre la mesa de la cocina.

Al principio me sentí extraño en ese lugar, por un lado me imaginé como un delincuente entrando a una propiedad privada, pero la verdad no hay nada que robar por ahí, al menos que a uno le hagan falta algunas toneladas de varilla para construcción o algunos ladrillos, pero no era mi caso. Me sentí extraño como una mancha en una pintura que el autor no imaginó, como una pelusa en un traje negro recién salido de la tintorería.

El edifico es grande. Llamé al gato como suelo hacer, con siseos aspirados y expirados, pero no me contestó. Saqué un cigarrillo y me puse a leer un libro de Murakami que pensaba reseñar para un suplemento cultural de un periódico local. El primer cuento habla de un tipo que va a buscar un gato por encargo de su esposa, y al igual que yo, el personaje encendió un cigarro y se sentó a esperar, pero mientras yo me encontraba totalmente solo, a excepción de los bichos, el protagonista se vio acompañado de una joven quinceañera, quien había salido de entre las casas que circundaban el extraño callejón donde buscaba su mascota para pedirle un cigarrillo.

De repente me di cuenta que mi mundo se ha reducido bastante, que la inercia y la monotonía de la vida laboral y los deberes de la casa me han alejado del mundo y me han convertido en un engrane más; sin quererlo he hecho lo mismo con mis hijas y mi mujer. Nos olvidamos de salir de casa y caminar por las calles, callejones, cerros, lotes baldíos y demás paisajes de tierra colorada. Nos hemos confinado dentro de las paredes de la oficina y de la casa, frente a las pantallas de los dispositivos, atentos de las noticias y los comentarios de los amigos.

Por todo lo anterior, he decidido hacer como el gato. Salir de casa y vagar por ahí. Tal vez perderme un par de días (aunque eso lo veo difícil a causa de mi esposa) o al menos unas horas caminando, sentándome en alguna escalera o una banca, ver pasar a la gente, cazar un libro en la librería o algunas imágenes con la cámara fotográfica, disfrutar un helado o una cerveza, tomar el coche y simplemente rodar por ahí algún fin de semana.

P.D. El gato llegó, mugroso y maloliente, pero perfectamente sano.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_248

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