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Por: ÉVELYNE COUTEL •

La Gualdra 247 / Cine

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¡Gracias, jefe!

¡Gracias, jefe !, cabe dentro de un subgénero de películas que no se ven con mucha frecuencia en la cartelera de cine: la “comedia documental”; es decir, una producción cinematográfica que representa hechos sacados de la realidad pero que supone a la vez una teatralización de los mismos conllevando, pues, una fuerte dimensión provocativa. La comedia documental puede incorporar imágenes de archivo –como ocurre aquí con los extractos de telediarios y reportajes– y prescindir de actores para dar la palabra a personas de a pie. De esta forma constituye un soporte idóneo para expresar indignación contra algo o alguien y para desvelar los aspectos más vergonzosos de un comportamiento o de un acto.

En el caso de ¡Gracias, jefe!, el blanco de la sátira mordaz es Bernard Arnault, un hombre de negocios conocido como uno de los más ricos del mundo. En 2007 el líder del grupo LVMH cerró la fábrica Ecce ubicada en Poix-du-nord, una localidad del norte de Francia. Para satisfacer el afán codicioso de su dueño, esta fábrica –la última en producir trajes masculinos de marcas tan prestigiosas como Kenzo o Dior en el territorio francés– fue descentralizada en el este de Europa, provocando la ruina de muchas familias francesas que se quedaron en el paro.

Para revelar las consecuencias y la catástrofe social que dicha maniobra trajo consigo, el realizador François Ruffin –quien es ante todo el fundador de Fakir, un periódico satírico de izquierda, fuertemente comprometido y con base en Amiens, otra localidad del norte de Francia– asume un papel similar al de Michael Moore y escenifica una farsa cuyos protagonistas, además del propio François Ruffin, son Serge y Jocelyne Klur, una pareja de obreros que fueron despedidos y nunca volvieron a encontrar trabajo, llegando a una situación que les obliga a prescindir de calefacción y comida y a vivir bajo la amenaza de que su casa sea incautada.

El propósito de la farsa no es sino chantajear a Bernard Arnault para sacar a Serge y Jocelyne de su desamparo económico. A través de esta escenificación el documental logra una venganza e invierte los papeles entre el “Goliat del lujo”, como se le llama en el cartel, y los “peones” aplastados por las deudas. Lo cierto es que el procedimiento surte efecto en el espectador, como lo muestra el éxito de la cinta que, en el momento en que escribimos, lleva doce semanas en la cartelera. Hasta cierto punto este éxito se puede atribuir a una forma de curiosidad por ver una película que se sale de las sendas habituales y que además es protagonizada por unos “ch’tis”, un término que se aplica a la población del norte de Francia y que más precisamente remite a la manera de hablar y al acento cómico propio de algunos de ellos, en particular de los vecinos de la zona donde se rodó el documental.

Además de estos elementos no cabe duda de que el contenido social de este documental, que con su fuerte carga irónica arremete sutil y violentamente contra la codicia del magnate, es lo que más atrajo a los públicos que se conmovieron con la situación de la pareja Klur. La pregunta que se nos ocurre es cómo el primer protagonista de esta farsa habrá reaccionado frente a este documental que, a modo de un espejo, le ofrece un reflejo de lo despiadado que es y hasta lo presenta como un monstruo.

Fotograma de ¡Gracias, jefe!
Fotograma de ¡Gracias, jefe!

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-247

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