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jueves, 18 abril, 2024
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Elogio de la congruencia

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Uno de los mayores problemas que se perciben en las candidaturas independientes, es que en muchos casos, salvo honrosas excepciones, la supuesta independencia funciona más bien como un eufemismo de la indefinición.

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Con frecuencia sus campañas son rosario de lugares comunes que sólo hacen eco al discurso simplista de los poderes fácticos del “todos son iguales”,  y del “yo soy ciudadano y no político”.

No permiten, la mayoría de ellos, dejar ver si jalarán para un lado o para otro, si están a favor del adelgazamiento del Estado o de su fortalecimiento, si creen en la privatización de los servicios o no, en el endeudamiento público, en las políticas de austeridad, etcétera. Esto deja en buena medida a la ciudadanía sin trazas de qué puede esperar de ellos en caso de ser electos.

Aún peor, en algunas ocasiones estos candidatos independientes, y también algunos de los que brincan de un partido a otro se sienten orgullosos de su vacuidad, y con desparpajo esperan los aplausos cuando afirman: “mi propuesta es que no lleguen ellos”, ¿por qué? Nunca lo dicen, sólo se trata de que el otro no llegue, el que representa a un partido en el que a veces ellos mismos militaron durante décadas.

Unos más cuidadosos, cuando se les pregunta por sus propuestas gustan de decir que éstas las dará la gente. Se regodean en su indefinición. Presumen de ella de la misma forma en la que la comida chatarra no tiene empacho en hacer evidente su diseño en laboratorio.

En el terreno donde se supone habría un debate de ideas, se festeja la falta de ellas, por lo que el debate se reduce necesariamente a buenos y malos, a caras viejas contra rostros nuevos, a honestos contra corruptos y demás maniqueísmos por el estilo.

Ante la falta de ideas e ideales, da igual si hoy se abandera un partido de derecha y luego uno de izquierda, o viceversa. Algunos lo hacen incluso de ida y vuelta gracias en parte a un electorado que no sanciona con suficiente rigor estas conductas.

En una democracia madura, la contienda sería entre ideas, y por tanto, se podría votar con toda la confianza por quien mejor las representara, y no habría necesidad en las campañas de insultos y denostaciones.

No habría entonces los juegos entre buenos y malos, sino solamente una disputa entre una forma de pensar y otra, con debates informados, pero civilizados, en los que terminada la discusión permeara la cordialidad.

Pocas veces en el sistema político mexicano podemos ver una contienda así. Mucho menos en el plano local.

Sin embargo, es digno de destacarse el caso de la competencia por la presidencia municipal de Zacatecas, en la que participan destacadamente tres mujeres que representan los idearios de quienes las postulan.

En primer lugar, Soledad Luévano Cantú, diputada local con licencia que hizo del combate a la corrupción su principal bandera, tal cual como lo hace Morena, el partido que la postula, y al que se integró desde la Legislatura.

En segundo término Judit Guerrero, priísta de toda la vida con larga trayectoria en la vida pública a quien nadie puede discutirle su disciplina partidista, y que su desempeño ha sido congruente con los postulados de su partido, incluso a pesar de su transformación.

Finalmente María Guadalupe Medina, diputada local con licencia por el Partido Acción Nacional, quien su opuso a la alianza con el partido de la Revolución Democrática en su momento, aunque terminó por obedecer los designios de su partido y participa hoy por ambos institutos. Sin duda, una mujer que piensa, habla y actúa como panista.

Se podrá estar en acuerdo con estas candidatas o no, con sus formas de pensar, y de entender la política y el ejercicio de gobierno. Sin embargo, la coincidencia en la competencia entre los tres perfiles permiten a la capital zacatecana elegir entre una baraja de posibilidades en las que, si siguen como hasta ahora, podría ser relativamente predecible su forma de gobernar, y por tanto, confiable para quienes les favorezcan con el voto.

Quienes voten por ellas, esperemos, podrán contar con altas probabilidades de que quien gane actuará conforme a sus principios y al del partido o coalición que la postuló.

Más allá de filias y fobias, una contienda así, donde las candidaturas reflejan el pensamiento e ideología de quien los postula, sería deseable para cada distrito, ayuntamiento y puesto de elección en disputa.

No hacerlo así, representa una falta de respeto de los partidos políticos hacia sus militantes y simpatizantes, misma que seguiremos viendo mientras la ciudadanía no exija congruencia, se mantenga vigilante de ella, y sancione la carencia de la misma con todo el rigor necesario por las vías efectivas para hacerlo. ■

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