Toda vez que no hubo confrontación de ideas o conceptos en pugna, y menos aún proyectos divergentes, la comparecencia, que no debate, de que fuimos pasivos receptores ayer nos dejó con más preguntas que respuestas; y salvo la que corresponde a la indigencia intelectual y moral de la casta política al mando, así como la de quienes intentan desplazarla, ninguna otra certidumbre.
Amén del intenso bombardeo a los obvios puntos flacos de quienes la cercanía del poder ha hecho punteros en las encuestas, hubo una profusión indiferenciada de jaculatorias, continentes de prácticamente las mismas buenas intenciones, vertidas en léxicos acusatorios en grado diverso de una preocupante lejanía de la palabra escrita; llevándose las (anti) palmas uno de los independientes, quien torturó la lengua con abundantes diferiencias, candidatos a los partidos y otros gazapos; y el entre campesino y estrella grupera postulado por alguna de las abundantes franquicias electorales, quien amén de la nota folclórica puso el dedo en la llaga lacerante de la inseguridad, a la que certeramente apuntó como el mayor obstáculo para solucionar el resto de los problemas, haciendo hincapié en algo en lo que más de un filósofo concordaría: que el primer paso para resolver un problema cualquiera, es el reconocimiento de que tal problema existe; denunció también la destrucción de las economías locales por las grandes cadenas comerciales, con la colaboración, si no complicidad, de los distintos gobiernos.
Las diferencias entre los punteros resultan anecdóticas, y sus “proyectos” intercambiables: Inseguridad, mando único; corrupción, fantasmagóricas secretarías; economía, apoyo a “proyectos productivos”, etc.
Salvo enfáticas aunque más bien vagas acusaciones de corrupción al grupo que ha tenido la mayor cuota de poder durante las últimas décadas, así como a las mafias enquistadas todos los partidos, ninguno de los independientes adelantó razón alguna por la cual debiéramos creer son ella o él distintos de quienes acusan, sino, en el caso de él, todo lo contrario, pues manifestó pondría el problema de la inseguridad en manos de militares; exactamente lo que han hecho los más de los gobernadores durante la más severa y prolongada crisis de inseguridad padecida por el país tras la guerra civil estallada en 1910.
Las cosas así, echando mano de alguno de sus muchos dichos pintorescos: no creo que el astro grupero sea el mejor caballo, sino que los otros son peores.
Ah; participó también una notable ex-alcaldesa.■
