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viernes, 19 abril, 2024
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Se cambian votos por horas-clase

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La Universidad Autónoma de Zacatecas está viviendo un momento, hasta donde sé, inédito. Compite por la rectoría sólo un candidato: Antonio Guzmán.

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La situación no sería preocupante si esto se debiera a que existe un liderazgo indiscutible que dejara sin ánimos a cualquiera de hacerle frente a esa candidatura, o si el consenso sobre la idoneidad de esa persona fuera tan aplastante que no hubiera siquiera necesidad de elección.

Lamentablemente ese no es el escenario. La candidatura única se debe a la denuncia del otro contendiente de que el proceso electoral está plagado de inequidades y de que hay un arreglo incluso externo a la Máxima Casa de Estudios para determinar quién será el próximo rector.

Ajena a la grilla universitaria, como estoy, me es difícil juzgar si el candidato que se retiró de la contienda tenía o no razón.

De lo que sí puedo dar cuenta, como cualquiera puede presenciarlo, es de la patética descomposición política que se vive al interior de la Universidad.

Hace algunos años se discutía el voto ponderado como la mejor opción para evitar que los cacicazgos y clientelismos que se daban particularmente con los alumnos de preparatoria llevaran a que la elección se determinara en función del acarreo, las dádivas y la manipulación a la población estudiantil.

Para evitar esto se decidió que el voto de los estudiantes y el de los docentes tuviera el mismo peso proporcionalmente (45% cada uno), sin embargo, evidentemente siendo la cantidad de alumnos diez veces superior a la de los maestros, la ponderación favoreció al voto de estos últimos, haciendo que cada sufragio de uno de ellos valiera lo que significan cuando menos 10 de los que emite el estudiantado.

Esto no se tradujo en que se evitara el clientelismo. Al contrario, pese a su edad, madurez, quizá mejor condición económica que la de un alumno, preparación académica y cuanto factor se nos ocurra, muchos maestros universitarios son tan partícipes de esas prácticas como lo sería cualquier ciudadano.

En muchos de los casos, no hay entre las muestras de apoyo que los maestros expresan a uno u otro candidato un argumento de peso más allá de los recursos retóricos. El que estén con un grupo o con otro, en la mayoría de las veces, se debe a intereses tan facciosos como los que rechazan esos mismos personajes en las contiendas estatales.

Basificación, posibilidad de ampliar de ser contratado por más horas clase, un permiso con goce de sueldo para hacer otra actividad, la posibilidad de meter a oootro familiar más a la nómina, el solapamiento de abusos sexuales u otras quejas, una cartera en la unidad académica, recursos extraordinarios para viajar a otras ciudades, etcétera, son algunos de los motivos que determinan con quién asociarse o a cual candidato apoyar.

La distinción entre planillas, salvo honrosas excepciones, lejos está de una diferencia de fondo sobre el modelo de universidad en el que se cree, sobre la estrategia para sacar del bache económico a la UAZ, o sobre la forma de regresar a la sociedad zacatecana sus aportaciones a la Máxima Casa de Estudios.

Lo más triste del asunto es que no se puede confiar, así parece al menos hasta ahora, en que los estudiantes giren la discusión del vulgar “quítate tú para ponerme yo (y mis cuates)”a un debate más serio como el que tendría ser el pan nuestro de cada día en una institución de educación superior.

Al igual que sus docentes, las acciones o inacciones políticas de muchos de los alumnos están sujetas también a las dádivas y canonjías que facilitan uno u otro grupo de poder al interior de la Universidad.

A ello ha contribuido sobremanera el desmantelamiento de la idea de que los derechos al transporte, los comedores escolares, los accesos a casas estudiantiles con condiciones dignas, y las facilidades de alimentación, e incluso la posibilidad de entrar o no a un programa educativo, etcétera, son derechos de cualquiera que no deberían depender de la bendición de uno u otro cacique.

Triste panorama el de la Universidad, y también el de la sociedad zacatecana si ni siquiera en esos espacios logramos deshacernos de esa cultura política del sálvese quien pueda, o del está bien que roben mientras compartan que nos ha llevado, tanto a la Universidad como a Zacatecas y al país, al despeñadero. ■

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