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sábado, 20 abril, 2024
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#Miprimeracoso

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA • admin-zenda • Admin •

Es como uno más de esos extraños y elocuentes fenómenos que ocurren gracias a Internet. Alguien lo tenía que preguntar. Mejor dicho: alguien tenía que hacer visible lo invisible porque de alguna manera la pregunta ya estaba anquilosada en la memoria de tantas y tantas mujeres. También hay mecanismos para ocultar los malos recuerdos. Parecerá repetitivo y obvio: pero un acoso sexual lo es. Y aunque consiga sepultarse de entre miles de recuerdos, siempre deja una pista para que se le pueda seguir el rastro. Freud lo supo antes que nosotros.

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La iniciativa dio comienzo la tarde de un sábado. Podemos imaginar la escena. Primero lo piensa muy bien. Son de esas cosas que no tan fácil expones en una red social. Igual y luego te arrepientes. La activista y columnista colombiana Catalina Ruiz- Navarro suspiró y luego tecleó con dureza cada letra en su cuenta de Twitter, esa del pajarito azul. En ese momento, Catalina no se pregunta si lo que hace es correcto o no. Quién sabe cuántos días lleva pensando en ese hashtag (para los que no estén tan familiarizados con el Internet diremos que un hashtag es una etiqueta formada por una o varias palabras concatenadas y precedidas por una almohadilla o numeral (#), esto con el fin de que tanto el sistema como el usuario de Twitter la identifiquen de forma rápida). O a lo mejor se le ocurrió luego de leer una nota en algún periódico. No sé. #MiPrimerAcoso. Todas tenemos una historia, ¡levanta la voz! Fue lo que publicó (en esto de las redes no se escribe, se publica) Catalina Ruiz-Navarro y las respuestas no se hicieron esperar. Se calcula que más de 100, 000 veces fue usado el hashtag en las últimas horas, además de que coincidió con la marcha convocada en decenas de ciudades de México, el domingo 24 de abril, contra la violencia hacia las mujeres.

No sé si Catalina lo llegó a imaginar, pero el impacto de sus palabras alcanzó a buena parte de América Latina y miles de mujeres se dieron a la tarea de hacer memoria, rozar uno o muchos episodios monstruosos y contarlos.

Internet tiene sus propios tentáculos para arrebatar lo que así desee y convertirlo en una porquería o en un atisbo de luz. Quizás por eso es que aún nos sigue proporcionando desde sorpresas que son completamente cuestionadas y populares, como es el caso de #Lady100pesos, tan sólo justificadas por el fenómeno de la fama y la espectacularidad, hasta los testimonios de mujeres que narran y hacen público su primer acoso sexual.

A mí por lo menos me parece un duro ejercicio de memoria (porque ellas hablan de recuerdos, de un suceso desagradable que ocurrió en un tiempo y en un espacio determinado). Como en todos los fenómenos que se dan en internet, no faltaron los payasitos que hicieron de los relatos, burlas, los que confían mucho en su inteligencia y muy poco en su sensibilidad.

Lo he reflexionado. No ha de ser sencillo eso de hacer memoria y toparte con recuerdos que tú como mujer creías olvidados. No han faltado los nombres. Sin temor a equivocarme en la mayoría de los casos fue un familiar cercano quien llevó a cabo el primer acoso sexual. Tíos. Primos. Amigos del padre. Hermanastros. Y un largo etcétera. El adjetivo de monstruosos no es gratis ni demagógico. Sin embargo, también cabe señalar que estamos frente a una sociedad que tolera tales prácticas (la del acoso sexual) y frente a una industria pornográfica que incluso se da a la tarea de subir videos donde violan a mujeres o las humillan, y que tienen miles de millones de visitas, sin que nadie se atreva a hacer nada al respecto.

Quisiera saber qué ocurre en los casos donde la mujer cuenta su primer acoso sexual y quien lo cometió lo lee. Hay muchas formas de sentirse una mierda de persona, supongo que los que leen el relato optan por el camino más fácil. También aparecieron los que subestiman la capacidad de las mujeres, hombres que levantaban su dedito inquisidor para sugerir que estaban confundiendo cortejo con acoso. Supongo que esa es otra de las vías para llegar a nuestro primer camino. En México de unos años a la fecha nos hemos dado a la tarea de confrontar en lugar de comprender, es entre nosotros que nos metemos el pie para ver quién cae primero, es entre nosotros que fomentamos la cultura del agandalle sobre el más débil para sacar ventaja monetaria o social.

No puedo decir que tengo mis historias favoritas de acoso sexual (sería una tercera vía para llegar al camino), porque en realidad ninguna de ellas debería existir. Pero están. Se han escrito. En estos momentos, mientras usted lee esto, se escriben. Quién sabe desde qué rincón del alma o del corazón. Ignoro dónde se guardan recuerdos así. Cuando crees que eres capaz de comprender el mundo, te declaras incompetente frente a fenómenos de tal naturaleza. Tampoco debemos felicitar a las mujeres que se atreven a contar su primer acoso. Aquí no se trata de triunfos o de derrotas. De ser así, ellas serían las primeras en aceptar que perdieron una de tantas batallas frente a su agresor. Y nosotros aceptaríamos que perdimos una batalla como sociedad.

Son auténticas historias de horror. Si algunos no las alcanzan a comprender como tal es porque todavía nos sobra un pequeño margen donde se permanece lejano de cualquier dejo de humanidad. Lamentable. Pero navegamos en una embarcación que desde cuando perdió la brújula. Eso no es lo peor. Sí lo es que el mal tiempo promete una de las tormentas más duras en la historia de las tormentas. Y de ahí al ¡sálvese quien pueda!, tan sólo un paso. ■

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