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martes, 16 abril, 2024
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Mauricio Magdaleno, para intrusos

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Por: Conrado J. Arranz • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 241 / Literatura

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XXX. Volver a Zacatecas y Aguascalientes

 

“¡Oh, qué grande dicha

gozáis, fresnilleros,

con la gran reliquia

que se halla en Plateros!”.

 

En numerosos testimonios, en entrevistas, dejó sentado Magdaleno que su última novela la situaría en algún espacio reconocible de su infancia. De hecho, y como vimos en el capítulo anterior, el escritor zacatecano ofreció un resumen de la misma en uno de los periódicos. La novela, que finalmente quedó inédita, partiría de una familia de Aguascalientes, uno de cuyos hijos sería sacerdote, luego trasladado a Fresnillo y a Villa de Cos, donde fallecería en un altercado después de defender a las comunidades indígenas. Su cuerpo sería trasladado a Zacatecas. Volver a Zacatecas y Aguascalientes, como no podría ser de otra manera, para que cerremos esta serie de artículos publicados bajo el título de “Mauricio Magdaleno, para intrusos”, con el que quisimos hacer una llamada al espíritu inquiero del lector.

Magdaleno también quiso marcharse como prácticamente comenzó, escribiendo literatura, y a partir de un espacio reconocible de su infancia. Porque así hizo también en su segunda novela, Campo Celis (1935), donde reprodujo muchas de las historias que escuchaba en la tienda “La Florida”, que su padre tenía en Villa del Refugio, actual Tabasco, en el estado de Zacatecas. Después, con el enfrentamiento bélico, llegaría el éxodo familiar, primero a Aguascalientes, luego a la Ciudad de México. Sin embargo, Magdaleno nunca partió, siempre tuvo en cuenta su origen, siempre regresó, a su manera, a la tierra donde nació, una región junto al Cañón de Juchipila, entre los estados de Zacatecas y Aguascalientes. “Llegaba marzo. El invierno, que apenas es un soplo en Villa del Refugio, y que en los Cañones no hiela jamás los regadíos ni reseca los cañaverales, pasó con sus aguasnieves y su friolenta sensación de llovizna, por los amaneceres”, afirma el narrador de la novela. Y en esa novela también se desdobla en su trasfondo la vida de Trinidad García de la Cadena, ascendiente al que admiraba Magdaleno y que llegaría a ser gobernador de ambos estados a la vez por la venia de Benito Juárez.

Humberto Carrasco. El fantasma. 2007.
Humberto Carrasco. El fantasma. 2007.

Como decimos, Magdaleno siempre volvió a Zacatecas y Aguascalientes, seguramente porque los territorios de la infancia parecen siempre exentos de olvido y se trasponen solapándose durante la madurez y la vejez, que representan tiempos conducentes a la incertidumbre. Magdaleno se desliza en sus narraciones –especialmente las periodísticas o las que luego incluía en sus libros de ensayos/crónicas– a través de los límites que geográfica, política o espiritualmente pertenecen a estos dos estados del centro-norte del país. Así, alude –como en los versos del epígrafe– a la fama de Plateros, donde se haya el Santo Niño de Atocha, en “Piedra de romeros”, y de ahí se traslada a El Limón, espacio que no inventó Azuela, dice Magdaleno en “Los caminos de Demetrio Macías”,

El Limón carece de ninguna importancia. Un pardo caserío en la tierra parda en que se disuelve el Cañón. Cuando uno lo recorre, sin embargo, resiente el aliento de su hijo novelesco, el caudillo popular de Los de abajo, Demetrio Macías.

Luego será el turno “Noticia de Jerez para una turista”, porque necesita evocar el espiritual –y político a la vez– canto de Ramón López Velarde. Como decimos, sus caminos, no se detienen en las fronteras políticas, sino que alcanzan después los espacios de Aguascalientes, agrupados en un gran capítulo llamado “Historia de Aguascalientes”, narraciones incluidas en Agua bajo el puente (1968). Pero Aguascalientes, sobre todo será el espacio en donde se desarrolle la acción de algunos cuentos que incluyó en El ardiente verano: “El caimán”, “Cuarto año”, “Las carretelas” y “Las Víboras”. En ellos se trenzan las historias familiares –autobiográficas– del autor con el desarrollo de la Convención de Aguascalientes, realidad vestida de ficción, un pretexto más para evocar su pertenencia espiritual a este espacio. El “Himno de Aguascalientes”, como muchas otras composiciones musicales, y también otras más populares, se desliza por diferentes narraciones, “Él alumbre tu senda de flores,/ Él, ¡oh Patria! Otros triunfos te dé,/ Y no logren los ciegos traidores/ Nunca, nunca su luz obtener”. Versos que, como su obra literaria, martillean con fuerza las conciencias de quienes con sus decisiones arbitrarias actúan en contra de sus propios ciudadanos. Y siempre el amplificador se produce desde la profundidad de la tierra mexicana, donde se encuentra depositada la semilla.

 

* (Madrid, 1979). Escritor, crítico, e investigador de proyecto en El Colegio de México. Doctor en literatura española e hispanoamericana por la UNED, con una tesis sobre el universo literario de Mauricio Magdaleno. Sus intereses de investigación son la literatura española e hispanoamericana de los siglos XIX y XX, prestando una especial atención a la narrativa mexicana y a la literatura del exilio español. Junto a Andrés del Arenal ha coordinado la colección de ensayos El muerto era yo. Aproximaciones a Juan Rulfo (Calygramma / EstoNoEsBerlín, 2013) y ha realizado la edición, el estudio preliminar y las notas de la novela El resplandor, de Mauricio Magdaleno (Clásicos hispanoamericanos, 2013). Actualmente reside en México, DF.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_241

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