Arturo Buitrón nació en la Ciudad de México en 1961. Es egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. De 1983 a la fecha ha realizado más de 40 exposiciones individuales y ha participado en por lo menos 50 exposiciones colectivas, de las cuales podemos mencionar Soledad, de la Fundación Sebastián, en exhibición actualmente en Zacatecas; Sin comisario, Museo de Arte Moderno del Estado de México; De la tierra al cielo. 100 años con Julio Cortázar (itinerancia internacional); y otras más en países como Colombia, Chile, España y China
Su obra forma parte de varias colecciones entre las que podemos mencionar la de la Fundación Sebastián A.C., el Museo Alfredo Zalce de Morelia, el Museo Universitario del Chopo, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la Secretaría de Relaciones Exteriores (mural Ollin en la embajada de México en Lisboa, Portugal), la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, la Delegación Xochimilco y el Centro de Arte Contemporáneo El Piramidón de Barcelona, España.
En 1996 obtuvo la beca de Jóvenes Creadores del FONCA; en 2000 fue becario del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del FONCA y de la Fundación Cultural Bancomer; en 2002 obtuvo una beca del programa Arte por todas partes de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México; y en los años 2010 y 2014 recibió el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).
El principal motivo de mi trabajo actual es la interpretación del territorio del país para su contemplación. Esto tiene ya algunos años y está influenciado por la aparición de la fotografía satelital, el uso de tecnologías que comenzaron a estar a nuestro alcance para su aplicación en la vida cotidiana y que nos han dado la posibilidad de ver el mundo desde nuestro tiempo; eso por una parte, por otra está mi interés personal por plasmar el entorno con el que me encuentro en mis caminatas-paseos, desde ahí puedo ver para aprender, memorizar y crear a partir de lo observado y de la imaginación.
No me interesa la representación servil de lo que veo, sino la construcción de un entorno imaginario que se va conformando por los medios pictóricos en el momento de la ejecución de una pintura. Por eso pinto paisajes, que son, en ese transcurrir, una realidad inventada sobre la tela. Pinto a partir de lo que veo en esa pequeña pantalla de la memoria, pinto “in-visu”.
Cuando miro al frente del campo abierto soy consciente de una realidad de 360 grados; un entorno que está en constante movimiento, sopla, es húmedo, cálido y violento en ocasiones; no me limito a lo que mis capacidades visuales me permiten: estoy en medio del territorio y soy parte de él, no puedo quedarme en el marco de mis aproximados 180 grados de visión horizontal y 130 grados de visión vertical, estoy en medio, imagino y trato de representar esta experiencia con toda su carga de emoción.
